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del

Álvaro Quiñones
La Jornada Maya

23 de marzo, 2016

En estos días a raíz de las declaraciones hechas por una académica de la Autónoma de Yucatán, la polémica se abrió; como en muchos de nuestros debates las afirmaciones se fundamentan en presunciones, en oídas o en dichos de terceros. En esta ocasión abordaremos el tema con la perspectiva de las cifras. La primera dificultad reside en definir quién es o no indígena, ¿acaso quien domina una lengua originaria de estas tierras? ¿Quién se asume como tal? ¿Quién reside en una comunidad que por sus rasgos o características se les denomina indígenas?

De entrada debemos dejar sentado que la mayoría de la población yucateca se considera indígena (65 por ciento) de un universo de un millón,994 mil 127 habitantes con edad para discernir. Más de 800 mil personas que sin hablar lengua indígena se adscribe a esta identidad. Empero, se estima que 41 mil 459 personas que hablando lengua indígena no se definen como tal, quizá a esta minoría (7 por ciento de hablantes de lengua indígena) se refería la académica, cuando habló de la discriminación.

Ahora bien, ¿qué ocurre en la práctica? tomamos dos aspectos de nuestra vida por demás importantes: la educación y el empleo. En el primer caso revisamos los indicadores de escolaridad, asistencia escolar y el analfabetismo. En los tres, los hablantes de lengua indígena salen desfavorecidos. Las brechas se acrecientan conforme se avanza en edad. El problema se agudiza a partir de los 12 años que es cuando se da el salto de secundaria a bachillerato. Pareciera que nuestro sistema educativo le dice a los jóvenes mayaparlantes que avanzar será cada vez más difícil y que el esfuerzo que tendrán que realizar será el doble por hablar maya. Como la educación profesional es una oportunidad que muy pocos hablantes de lengua indígena tendrán, revisemos que ocurre cuando ya están laborando, también en esta área tendrán mayores dificultades, de las siete prestaciones laborales básicas según la ley, en todos los casos la proporción es desfavorable a los mayahablantes.

Podemos estar muy orgulloso de nuestros ancestros, de su legado y de sus contribuciones, puede Armando Manzanero Canché cantar [i]Somos novios[/i] en maya y emocionarnos con él, incluso definirnos a nosotros mismos herederos directos de ese legado y gritarlo a los cuatro vientos; aunque dejando atrás el romanticismo, si estos indicadores no cambian, lo que se diga es: agua de borrajas


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