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del

Paco Ignacio Taibo II
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

19 de marzo, 2016

Recorro las ferias del libro como fundamentalista. Soy de los que han dicho una y otra vez que sólo iría a una isla desierta si tiene biblioteca y acceso a Internet. Gozo la feria del libro de Mérida, está repleta de buenas vibraciones. En este infierno nacional presidido por un analfabeta funcional, las ferias del libro son balsámicas. Sus pasillos están repletas de ideas, lugares a los que nunca iré, ideas que nunca había escuchado, historias que me volarán las neuronas.

Me obsesiona el precio de los libros. Soy creyente en que bajar el precio de los libros te permite multiplicar el número de lectores. Encuentro ofertas de los viejos números de Relatos e Historias de México a 25 pesos; la revista es excelente, no sólo está diseñada brillantemente, los trabajos de divulgación son de primera. Me detengo ante el stand de winbooks, tienen una oferta a 50 pesos de varias editoriales españolas como Roca, la serie negra de RBA y La factoría. Salgo con una bolsa que apenas si puedo cargar con tres novelas de Joe Haldeman que no conocía. Haldeman es el escritor de ciencia ficción más antimilitarista que conozco. Cargo libros de Disch, el [i]supergay[/i] que llevó a la CF los campos de concentración. Me llevo por 50 pesos una novela de Terry Bisson que me negué a comprar cuando valía 270, una novela de Dennis Lehane y dos libros que no conocía de Roger Zelazny. En el stand de la Brigada para Leer en Libertad descubro un libro de historia de la crisis del imperio romano a un tercio de lo que valía originalmente. Una sensación de placer profundo me inunda, no sólo hay material de lectura para un mes y medio, también una sensación de que he derrotado a un sistema editorial que piensa en términos de ediciones más cortas y precios más caros.

Para eso sirven las ferias, para poner sobre las mesas los libros que no se encuentran; para abaratar el acceso, para democratizar el debate que tanto urge hoy en México.


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