de

del

Foto:

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

11 de marzo, 2016

Por un estrecho margen, Donald Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016. Aunque los focos rojos se prendieron en la contienda interna del Partido Republicano, pocos vaticinaron los resultados de ese fatídico 8 de noviembre. Nunca se imaginaron que ese personaje de opereta le arrebatara el triunfo a Hillary Clinton, quien en todo momento se mantuvo adelante en las encuestas.

La ola de atentados que se registraron el 11 de septiembre, precisamente en el aniversario número quince de los ataques terroristas a Nueva York, fueron el empuje que requirió el mensaje racista y bélico de Trump, quien bajo los escombros y los cadáveres advirtió a los norteamericanos que él era la única opción para hacer frente a las amenazas, internas y externas, a las que se enfrentaban sus compatriotas.

De poco sirvieron, entonces, diversos testimonios que ubicaban la raíz de los ataques no en el Medio Oriente sino en organizaciones de ultraderecha de Estados Unidos; estéril fue la estrategia de apoyo a la candidatura de Hillary Clinton de los presidentes Bush —padre e hijo— y Obama. Otro Estados Unidos se levantó el 12 de septiembre de 2016: una nación brutal, primaria, con una insaciable sed de venganza.

Trump capitalizó ese odio, esa rabia, lo que se materializó en las urnas; se convirtió en el líder que en ese momento su país clamaba. Al conocerse que era el ganador, muchos creyeron que iba a moderar el tono de su discurso. Sin embargo, sus primeras acciones fueron consecuentes con su campaña. Alentado por el sector más radical de su país, a la semana de su victoria bombardeó Siria. Al mes, ese país ya estaba devastado, bajo una administración compartida entre Estados Unidos y Rusia.

Esta supuesta vendetta a los ataques que se registraron en septiembre impulsó los índices de popularidad de Trump; incluso sus detractores más recalcitrantes se deshicieron en elogios, tanto dentro como fuera de su país. En la recta final de su mandato, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, calificó a su colega norteamericano como un “defensor de la libertad”. Nadie recordó entonces que sólo un año antes, cuando Trump competía por la candidatura de su partido, lo había comparado con Hitler y Mussolini.

La ocupación a Siria trajo importantes beneficios económicos a los estadounidenses, que registraron una bonanza en su economía; los índices de empleo se dispararon y la banca abrió el grifo de los préstamos. La administración de Trump igual obtuvo importantes beneficios con la nueva relación diplomática que gestó con Rusia, y logró jugosos, draconianos contratos en el bloque ex soviético. Incluso Cuba se unió a esa extraña fiesta de la que Trump era anfitrión.

Mientras, aquí, en México, algo extraño sucedió. La erosión de la popularidad de Peña Nieto continuó, hasta llegar a niveles alarmantes. Al deterioro de la figura presidencial se unió la crisis interna de su partido, el PRI, el cual ligó una serie de derrotas consecutivas, que comenzaron con el estado de Quintana Roo. La crisis se agravó y se denunciaron multimillonarios desvíos de recursos; aunque, como siempre, éstos quedaron impunes, se convirtieron en un legado de veneno para el sucesor de Peña Nieto.

Quienes aspiraban a sucederlo poco a poco fueron retirándose; nadie quería limpiar el cochinero. Sólo una mantuvo su mano en alto: Ivonne Ortega Pacheco. “Pero… ¿ella?”, se cuenta que comentaron horas antes de su elección como candidata. “Sí, ella. Ya tuvimos a un presidente incapaz de mencionar tres libros que haya leído, que se robó todo lo que pudo ¿Ya olvidaste acaso la Casa Blanca?”…

Una candidatura “independiente”, creada artificialmente, aunada a las guerras de lodo que se desataron en los otros partidos, lograron que por poquísimos votos la candidata priísta le ganara a Manuel Andrés López Obrador. Ya investida como presidenta, la primera en la historia del país, Ivonne Ortega se entrevistó con Trump. En ese entonces, los ojos de los norteamericanos estaban atentos a lo que sucedía al otro lado del mundo, y pocos se percataron del desdén con el que trató a la mandataria mexicana. Se burló de ella y expresó comentarios machistas. Entonces, nadie se indignó, ni nosotros. En parte, igual, porque ella no se quejó.

El fantasma del terrorismo poco a poco se fue exorcizando en el espíritu de Estados Unidos, y, poco a poco, las críticas contra Trump y las burbujas que había creado comenzaron a aflorar. Primero, de manera aislada; después, con maneras de clamor popular. Ayer, por ejemplo, se registró una multitudinaria marcha en Washington, a la que asistieron casi un millón de personas que protestaban contra la política de la actual administración.

Para contrarrestar de manera mediática esta escalada de impopularidad, el presidente Trump compareció esta mañana del 11 de marzo de 2019 en la televisión. En un acto teatral, mostró un ejemplar de un periódico de hace tres años, en el que se recogían declaraciones suyas al periodista Bob Woodward —uno de los dos que destapó el caso Watergate—; el entonces precandidato republicano amenazaba a nuestro país. “Cuando rejuvenezca a nuestras fuerzas armadas, México no querrá jugar a la guerra con nosotros”. “Eso fue en 2016”, recordó hace unos minutos Trump. “Y es momento de que madame Ortega vea que lo que digo, lo cumplo”.

La presidenta de México acaba de interrumpir la entrevista que le está haciendo Alfredo Palacios en estos momentos por la radio; estaba comentando las características del vestido que lucirá en la primera comunión de su hijo, Álvaro Humberto. No se sabe aún cuál va a ser su reacción; sin embargo, ha trascendido que a los Pinos se dirigen los representantes de las principales constructoras del país para ofrecerle su cotización para el muro fronterizo.

***

Una distopía es la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana, según la definición de la Real Academia Española de la Lengua. Destacados periodistas han recurrido a esta figura para advertir a sus contemporáneos de un posible escenario futuro. Dos ejemplos sobresalientes son 1984, de George Orwell, y Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Ambos, británicos, por medio de una ficción desgarradora alertaron de la aberración del socialismo, que en su época comenzaba a adquirir los tiránicos tonos que recrean en sus respectivas obras de ficción. Guardando las proporciones —ellos, Orwell y Huxley, gigantes; yo, insignificante— “Ivonne, en los Pinos; Trump, en la Casa Blanca” es un atrevimiento, una provocación para que rumiemos este fin de semana.

[b][email protected][/b]


Lo más reciente

Misterioso pájaro estaca se camuflajea entre los troncos de los árboles

Especial: Fauna Nuestra

Gabriel Graniel Herrera

Misterioso pájaro estaca se camuflajea entre los troncos de los árboles

La y los candidatos a la alcaldía de Motul se enfrentan en debate

Aspirantes tuvieron la oportunidad de exponer sus principales propuestas de gobierno

Astrid Sánchez / Rodrigo Medina

La y los candidatos a la alcaldía de Motul se enfrentan en debate

Luis G. Urbina ante la vaquería

Noticias de otros tiempos

Felipe Escalante Tió

Luis G. Urbina ante la vaquería

Claudia Sheinbaum presenta proyecto para reducir la pobreza y desigualdad

Para ello, la aspirante propone un crecimiento del PIB aunado a los programas sociales

La Jornada

Claudia Sheinbaum presenta proyecto para reducir la pobreza y desigualdad