Reporte 8 am

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Notimex
La Jornada Maya

10 de febrero, 2016

Ya se veía venir; era inevitable. La semana comenzó con un anuncio de Luis Videgaray: se hará un recorte al gasto público preventivo para el ejercicio de 2017 por un monto que se va a definir en los próximos días.

Este es el tercer ajuste al cinturón en lo que va de la administración de Enrique Peña Nieto que afectará a proyectos no estratégicos y a los que todavía no arrancan. El único que parece quedar intacto es el del nuevo aeropuerto de México.

“Puedo confirmar que el aeropuerto continúa, tiene en buena medida fuentes propias de financiamiento y es un proyecto que está en marcha y, por supuesto, su presupuesto habrá de protegerse de manera prioritaria”, dijo el secretario de Hacienda… Pero, ¿y los otros? ¿Y los que se realizarán en Yucatán?

En la estrategia esquizofrénica de comunicación del gobierno federal hay dos discursos, que se contraponen radicalmente. Por un lado, los voceros no oficiales minimizan la situación económica. Recordemos, por ejemplo, el patético caso de los conductores de Televisa que con sofismas de Plaza Sésamo ningunearon la tormenta financiera.

Por el otro, los funcionarios encargados de las políticas económicas del país, quienes, ante lo inminente, no antes, reaccionan y admiten lo obvio ante audiencias restringidas; hay que tener en cuenta que las declaraciones de Andrea Legarreta tuvieron mucho mayor cobertura que las de Videgaray.

Sin embargo, estos anuncios igual se los lleva el viento. Según un estudio realizado por el Centro de Investigación Presupuestaria y Económica (CIEP), a pesar de que en 2015 se hicieron reducciones en el gasto público, la mayoría de las dependencias incrementó su gasto, incluso rebasando los recursos que se les asignaron en el Presupuesto de Egresos del 2015.

En datos duros, el presupuesto del gasto programable para el 2015 era de 3 billones 669 mil 815 millones de pesos; no obstante, al cierre del 2015 este gasto fue 156 mil 348 millones de pesos mayor, con un total de 3 billones 826 mil 164 millones de pesos.

Y así, no sólo son escuchados por unos cuantos, la minoría, sino que Videgaray & Co. ya perdieron la poca credibilidad que les quedaba. Ante este panorama, no es de extrañar que los funcionarios recurran a subnormales como Raúl Araiza para explicar macroeconomía y dar consejos de cómo hacerse rico(s).

En una de mis primeras colaboraciones para [i]La Jornada Maya[/i], califiqué de temerario al gobierno estatal por cimentar sus logros en proyectos, como el nuevo centro de convenciones y el palacio de la música (de viento). Los nubarrones ya advertían la magnitud del monstruo, y aún así se presumieron estas grandes obras.

Lo más probable es que sí se erijan, tanto en tiempo como en forma. Incluso la maquinaria ya borró de la faz meridana una antigua casona donde se levantará el proyecto turístico, provocando furia en las redes sociales.

Estos edificios se realizarán en gran parte con recursos federales, mismos que, como ya advirtió Videgaray, serán puestos de nuevo bajo la lupa. No estamos hablando, por ejemplo, del fantasioso tren bala, que en su momento se sacó de la manga Ivonne Ortega Pacheco, sino de otros mucho más viables.

El dinero, repito, llegará, pero tarde y con muchísimos candados. Las constructoras que en su momento aplaudieron las iniciativas deben estar temblando de incertidumbre, haciendo cuentas. No sería peregrino pensar que la autoridad estatal deberá hacer malabares ante el jineteo federal.

La tersa coyuntura política, que vaticinaba tres años de Hidalgo, cambia completamente ante el anuncio del secretario de Hacienda. Los talkús que ya se estaban formando para apoyar a los candidatos del rolandismo se verán, como mínimo, mermados, lo que se reflejará en los resultados de las elecciones. Esto, en realidad, no debe preocupar a los priístas, sobre todo viendo cómo los panistas se dan con todo.

Lo que sí se verá de nuevo serán las quejas de los proveedores, repitiendo que el gobierno los dejó colgados tres, cuatro meses. También, se recortará otro tipo de gastos, como el de publicidad, lo que implicará reacciones en los medios, que entre insultos y elogios solicitarán la pauta a la que ya son adictos.

Lo más triste de esta situación es que bien la podría describir dentro de un año. Podría, por ejemplo, citar de nuevo al Centro de Investigación Presupuestaria y Económica, cuyo análisis arrojaría un mayor despilfarro en las dependencias a pesar de los anunciados recortes. Y así, paso a paso, mentira a mentira, México se situará cada vez más cerca del abismo, con esa vocación suicida que siempre lo ha caracterizado.

En este [i]impasse[/i] ya no sabemos a quién darle mayor credibilidad, o de quién burlarnos. Tan devaluados como el peso están las estrellas de televisión y los funcionarios. La política y el gobierno del país se han reducido a un meme.