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Pablo A. Cicero Alonzo
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La Jornada Maya

9 de febrero, 2016

El presidente estatal del PAN, Raúl Paz Alonzo, se encuentra inmerso en una batalla diálectica con varios integrantes de su partido, entre ellos los primos Patricio Patrón Laviada y Hugo Laviada Molina, y Carlos Aldana Herrera. Uno acusa a los disidentes de ser caballos de Troya que intentan desestabilizar al PAN, y otros denuncian que la actual presidencia estatal es opaca, que esconde información sobre el uso de los recursos públicos que recibe. En Quintana Roo, Carlos Joaquín González, ex subsecretario de Turismo y aspirante a la gubernatura, renunció a su militancia en el PRI, donde, según trascendió, fue vetado y objeto de una “guerra sucia”. Estos son los hechos. Mi lectura es la siguiente:

Hace cuarenta mil años, en un día cualquiera, tal vez de marzo, tal vez de octubre, dos especies se vieron por primera vez. No eran muy distintas entre sí; tanto que convivieron los siguientes cinco mil años, incluso cruzándose genéticamente. Sin embargo, una de ellas se impuso, desplazando a la otra a un capítulo de la prehistoria. Estas especies, descendientes del mismo eslabón, eran la Neandertal y la Homo Sapiens.

En [i]Sapiens: de animales a dioses[/i], escrito por el historiador Yuval Harari, se narra la irrupción y auge de nuestra especie, que no sólo borró del mapa a sus primos Neandertales, sino que también a los [i]australopitecus[/i], a los hombres de Java y otras especies de homínidos que aparecieron antes de él.

No se requiere desempolvar crónicas o visitar museos para conocer los pormenores de estos genocidios. En estos momentos, es posible recrear esas batallas rupestres en la política yucateca. En los pasados años, no hace mucho, apareció un nuevo perfil, tanto entre los priístas como entre los panistas. Estos jóvenes, testigos únicamente de oídas de las gestas de sus mayores, comparten una visión de gobierno mucho más pragmática; son más libres, capaces de crear alianzas circunstanciales, más eficaces. No los ata ningún sentimentalismo, y sus objetivos se centran en el futuro. Ellos recibieron un legado que en muchas ocasiones implicó durísimos sacrificios.

La vieja guardia, por su parte, vive anclada en el pasado, blandiendo siempre anécdotas y comparaciones, esas del tipo “antes el alcalde incluso publicaba cuánto costaba el kilo de carne que comía el león del Centenario”. Ha servido, en esta coincidencia, como memoria y escuela; como columna de hierro. Sin embargo, y tal como sucedió en un momento determinado en la época de las cavernas, de la indiferente complacencia y de la pacífica convivencia se pasó a la descarnada lucha. Por ejemplo, en el clan panista ambos frentes ya están armados con mandíbulas de asnos, como Caín, y las blanden sin miramiento alguno.

Esta tribu lucha entre sí, en lo que podría convertirse en una guerra fratricida, ante la mirada divertida de los que tienen enfrente, quienes se frotan las manos a la espera de que termine la masacre. Ellos, los priístas, no saben que en su interior igual está germinando una semilla de odio similar, y que tarde o temprano el escenario que hoy contemplan voraces y bufones se repetirá en sus intestinos. Tal vez las circunstancias de la ruptura dentro del PRI sean diferentes, pero los resultados serán similares a lo que pasará en el PAN: un lento y doloroso parricidio cometido por ese hijo desobediente que ya no encuentra en su víctima ni complicidad ni complacencia.

El campo de batalla no se reduce a la arena política; sus protagonistas no lucen obligatoriamente el membrete del PAN o del PRI. Interactúan en las hostilidades otros factores, como líderes de opinión. Muchos de éstos, contaminados por años de una cercanía que se confunde ya con simbiosis, toman partido. A los que apoyan a los veteranos es muy fácil identificarlos, ya que en ellos subsiste la tendencia a la descalificación y a los gruñidos; la violencia de sus palabras es inversamente proporcional a su inteligencia. Esa brutalidad es el punto débil de los antiguos —de todos ellos— incapaces de adaptarse a su entorno y de probar estrategias más eficaces. Amenazantes, blanden su honda frente a la catapulta del rival.

Los ganadores, tanto en el PAN como en el PRI, presentarán entre sí muy pocas diferencias; incluso se confundirán. Tal vez se conviertan en aliados, creando un frente común ante una nueva amenaza, algo que trastoque el estatus quo de su pragmatismo, cimentado en los cadáveres de esa vieja guardia extinta. Y la historia se repetirá de nuevo.

Si hubiéramos evolucionado un poco desde aquel choque prehistórico, sabríamos que es posible la convivencia entre dos visiones distintas de la política. Y no sólo posible, sino enriquecedora. Sin embargo, como continuamos siendo esos primates primitivos que se atemorizan ante el otro, repetiremos esa historial natural. Al final de esta batalla entre generaciones, sobrevivirá la de los jóvenes pragmáticos, relegando a los veteranos al ostracismo político. El mejor tratado de ciencias políticas que podemos leer para entender este momento es [i]El origen de las especies[/i], de Charles Darwin.


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