Foto: Semarnat
En una sociedad industrial basada en la producción y el rendimiento, la ecología pareciera ser simplemente un recurso para explotar. Esa ha sido la mentalidad de los últimos 150 años, situación que nos ha llevado a devastar de forma acelerada, sistemática y con poco control, inmensas áreas naturales en el planeta.
Las zonas costeras, como lo son los tres estados que conforman la península de Yucatán, corren un especial riesgo en relación al calentamiento global, ya que serían las primeras en quedar bajo agua en caso de un incremento en los promedios de la temperatura global y, por ende, los niveles del mar. La península es particularmente vulnerable ya que no existen montañas o territorios altos. Aún estamos a tiempo de poner esfuerzo y energía para evitar el avance de la depredación y adoptar las mejores prácticas ambientales de acuerdo a las recomendaciones de organismos internacionales como los objetivos de desarrollo sustentable planteados por las Naciones Unidas o los compromisos del Acuerdo de París para el cambio climático, ambas iniciativas firmadas por México.
Existen metas específicas para 2030, por parte de los ODS, y 2050, en caso del tratado de París. Para cumplir con estos compromisos tenemos que actuar desde hoy. Las personas, las empresas y los gobiernos tenemos que coordinarnos en un esfuerzo colectivo para revertir los efectos negativos de la depredación. Hay que empezar a trabajar ya. ¿Cómo? Cada uno desde su trinchera. Los individuos siendo más responsables en los hábitos de consumo: menos desperdicio, separación de residuos y participación en campañas ciudadanas en pro del medio ambiente. Las empresas siendo social y ambientalmente responsables, mitigando cualquier acción que pudiera seguir abonando al deterioro ambiental y al cambio climático.
Son 2 grados centígrados los que podrían inundar nuestras ciudades y hacer saladas nuestras reservas de agua dulce; 2 grados irreversibles que significarían el punto de no retorno. Estamos a tiempo; aún podemos revertir los efectos negativos de nuestra actividad industrial y modificar los hábitos individuales de consumo. La península de Yucatán podría ser una de las primeras víctimas si no nos activamos ya.
Edición: Elsa Torres
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