Nuevos horizontes

Fernando de Ita
Foto: conarteinternacional.net
La Jornada Maya

Viernes 14 de diciembre, 2018

Si la voluntad de un individuo bastara para cambiar las estructuras de poder como predica el presidente López Obrador, con Lucina Jiménez al frente del INBA la matriz de las instituciones culturales del país se convertirá en un verdadero Olimpo para la educación artística, la creación de obras ficticias y la socialización de los bienes y servicios culturales.

En las numerosas reacciones a su nombramiento como directora del instituto que aparecieron en la red y los medios tradicionales, hallé sólo una discrepancia con el entusiasmo general por la formación académica, capacidad profesional, visión de la cultura y personalidad de la antropóloga. Luego de dirigir el Centro Nacional de las Artes, Lucina profundizó sus estudios y experiencia en políticas públicas y desarrollo sustentable y llevó la teoría a la práctica con la creación del Consorcio Internacional Arte y Escuela (CONARTE), una asociación civil que ya está dando notables resultados en diversas ciudades del país.

Si nos atenemos a los créditos académicos y las distinciones profesionales que ha obtenido la actual directora del INBA en los últimos años en el ámbito internacional, no hay mejor persona para llevar la vetusta institución a nuevos horizontes. El problema es que para rescatar la nobleza original de ése desastre deberá contar con el apoyo incondicional de todos los superhéroes de Marvel, porque la base y la estructura del INBA se sustenta en los 52 años de priato a contar desde su fundación, en 1946.

Culpar a la burocratización y sindicalización del INBA de todos sus males es un error que yo he cometido por muchos años. Sin duda ambas asignaturas han hundido al INBA en el fango de la inmovilidad pero no son un mal per se sino el resultado del corporativismo laboral que inició en 1934 uno de los iconos de la Cuarta Transformación (Lázaro Cárdenas), y la consecuencia del presidencialismo meta constitucional, patrimonialista, autoritario e híper vertical de nuestro sistema político. No hay que olvidar que los mejores artistas e intelectuales de los años 40 le pidieron, le suplicaron al candidato a la presidencia, licenciado Miguel Alemán, la creación del INBA. En consecuencia, la creación del CONACULTA y el FONCA se debió a la petición de los mandarines de la cultura de los años 90 y a la voluntad del último presidente imperial: Carlos Salinas de Gortari.

¿Cómo cambiar una estructura de poder (así sea cultural) amparada por medio siglo de irracionalidad política, laboral, educativa, productiva y de servicio público? ¿Cómo modificar un contrato colectivo de trabajo en el que los técnicos e intendentes de los teatros tienen un horario matutino (cuando los teatros están cerrados), y cobran horas extras a la hora de las funciones? ¿Cómo pedir la renuncia de los derechos sindicales que le permiten a un tramoyista interrumpir el ensayo de un concierto, un ballet, una obra dramática para ir por su torta? ¿Cómo priorizar, mejorar, impulsar la educación y la investigación artística con las estructuras de poder burocrático que imperan en las escuelas y centros de indagación del INBA? Y sobre todo: ¿cómo lograr que el presupuesto del Instituto no se gaste mayormente en salarios sino en apoyos a la producción de bienes y servicios culturales, que es el fin de toda institución pública creada para tal fin?

De haber escrito esta reflexión el 2 de diciembre diría que eso y más sería factible con el halo del presidente Andrés Manuel López obrador. Como escribo a 12 días de aquel suceso memorable, sólo me queda la virgencita de Guadalupe para desearle a Lucina Jiménez el mayor de los éxitos en la Primera Gran Transformación del INBA.

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