La promoción cultural, una necesidad imprescindible

Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzman
La Jornada Maya

Martes 11 de diciembre, 2018

En el artículo de la semana anterior titulado [i]La formación artística en la cuarta transformación[/i], publicado por [i]La Jornada Maya[/i] el 4 de diciembre, el punto del que partió fue el compromiso número 8 de los 100 puntos presentados por el presidente constitucional Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, este compromiso no fue totalmente abordado, ya que sólo fue presentada la opinión crítica respecto de la formación artística en la educación básica. Así que en este texto es presentada la segunda parte, que señala “…y se apoyará a creadores y promotores culturales”.

Como bien señala Jesús Galindo, de la Universidad Autónoma de Puebla, la situación de la promoción cultural en México es paradójica: por una parte, el Estado mexicano ha tenido un retroceso como principal ejecutor de las políticas culturales públicas, y por otra, han surgido iniciativas de diversos tipos en la promoción cultural. Es decir, por un lado fracasa la promoción cultural estatal y, por otro, aparecen intereses diferentes por promover la cultura. Ante ello, habrá que valorar realmente el compromiso del nuevo gobierno federal por apoyar estas iniciativas que han surgido al margen de las políticas públicas.

En las últimas décadas, han sido tiempos emergentes de la promoción cultural pública. Los ciudadanos nacidos en los años 80 fueron formados por la generación de los años 60, la cual tuvo interés, más allá de la ideología post Tlatelolco, en impulsar la cultura en un franco rebase de las políticas públicas de los gobiernos modernizadores del país. Vasconcelos y su labor cultural en los gobiernos de la post revolución cautivó a la generación de los sesentas y les inspiró en el desarrollo de diversas estrategias de promoción cultural.

En los años 80, ante los evidentes fracasos de las políticas culturales, surgieron algunas figuras que impulsaron un movimiento nacional promovido desde el mismo Estado mexicano, como Luis Garza y Juan José Bremer. Aunque en realidad fueron los aprendices de estas personalidades quienes llevaron a cabo la ciudadanización cultural, hasta que a México lo asalta el siglo XXI. Si bien, durante el sexenio de Fox, la generación de los 80 alcanzó su mayor brillo, en la siguiente administración federal, todo el movimiento de la ciudadanización de la cultura desapareció al instante.

Ahora bien, respecto de la promoción cultural emergente, ésta tuvo un revestimiento universitario y académico. Sin embargo, a la par de esta línea de la promoción, en los últimos veinte años aparecen dos vertientes más, la de las asociaciones civiles y las redes sociales. De esta manera no sólo fueron consolidados los conceptos y las metodologías de la promoción cultural, en los términos más académicos, sino también fueron desarrolladas estrategias propias de un activismo más pragmático. Lo más importante es que hoy existen diplomados, especialidades, licenciaturas y postgrados. Además hay varias asociaciones civiles en todas las regiones del país desarrollando proyectos de capacitación y acción en la promoción cultural.

Lo importante en esta reflexión es que, de acuerdo con la segunda parte del compromiso de AMLO, ya será posible apoyar a los promotores culturales, claro, además de los creadores (donde caben artistas, artesanos y demás creativos), y sin simulaciones. Al parecer, así tendrá que ser. La figura de promotor cultural es incluida por vez primera en un plan de nación y en los compromisos de un presidente constitucional que ofrece al tomar el poder Ejecutivo de este país.

Es por ello que habrá que aprovechar este compromiso anunciado para abordar la promoción cultural como una actividad imprescindible que favorecería no sólo a las diferentes expresiones artísticas, sino también a todas las diversas formas que asume el ser humano en sus costumbres y tradiciones. Es una oportunidad de difundir la cultura, de promover su desarrollo, de favorecer su enriquecimiento y de compartirla en conjunto, en comunidad, de gozarla y apreciarla como parte de uno mismo y de todos.

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