El Janal Pixán de los políticos

Luis A. Boffil
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 6 de noviembre, 2018

Y los difuntitos retornaron a sus sitios que, por sus dichos y hechos, tienen merecido. ¿Dónde? Pues si son creyentes, sin importar la religión, al cielito lindo; para los dizque ateos o indiferentes, sólo es una creencia ya que, para ellos, los idos nunca más regresan. En fin, cuestión de enfoques.

Las ánimas comunes y corrientes, sin menosprecio, o sea, los de a pie, los y las que vivieron sin mayor ambición que procurarse algún tipo de bienestar y felicidad para ellos y sus familias, no deben tener problemas para su celestial retorno.

¿Y qué sucedió en el Janal Pixán de políticos y políticas? Miles de ellos, ya no en este mundo, con mucha seguridad estarán todavía en el infierno o, mínimo, en el purgatorio, esperando sus respectivos moches de obras y hasta alguna despensita con productos básicos ya caducos que represente potenciales votos.

Pero para los grillos que permanecen en esta tierra todavía, las cosas no estuvieron nada bien. De entrada, tuvieron sus días de finados muy adelantados. En julio pasado, miles de priístas, panistas y perredistas quedaron más fríos que las nachas de una foca.

Raras excepciones como los morenos y los arrepentidos, bendecidos por el famoso Peje-Mesías, en pocas palabras, integrantes del chantajero partido del loro o especie de tucán convenenciero y equis lotes de ex perde-rredistas trasnochados, salieron con la jeta llena de gozo. Y, lejos de entrar en agonía, gozan de cabal salud politiquera.

A nivel nacional hay todo tipo de ejemplos. Uno de ellos son los cinco diputados del Verde Ecologista, tradicional partiducho que lucra de las alianzas a cambio de mendrugos electorales pero, eso sí, de todo el presupuesto federal y chanchullos que puedan obtener, que se mutaron a Morena para darle al partido de Don Pejelovich la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados federal, o sea, los del loro verde vieron la tempestad y se hincaron con todas las agravantes. ¡Chuch, más lindos! Se les pude acusar de corruptos, pero de “pen… itentes”, para nada.

Como pueden observar, los nuevos muertos-vivientes están listos para continuar en el paraíso electoral, por lo menos, los siguientes tres años antes de las elecciones intermedias de 2021 cuando se conozca a los difuntos y a los vivos.

Y en Yucatán, por ejemplo, la orfandad lució en todo su esplendor. El PRI-nosaurio acabó bastante esquelético sin su principal panteón: el Palacio de Gobierno de la calle 61 del Centro meridano, y aunque obtuvo 58 alcaldías rurales, éstas no significan ningún símbolo de poder para el antiguo y decadente partidazo ¿Por qué? Simple: sin recursos de la ubre emanada por un mandatario afín, cada alcalde se rascará con sus propias uñas. Luego entonces, se abren decenas de posibilidades para que los “cadáveres” sin lana se reconviertan a “bendecidos”, no sin antes pasar una temporada por el purgatorio electivo. No escapan tricolores, PAN-uchones y demás inventos que surjan por los rumbos extraviados del poder.

Es por eso que el único “palco celestial” que mantiene en RIP-nosaurio es el Congreso del Estado con 10 apóstoles que, lejos de bronquearse –por el momento–, buscan conciliar intereses y pactar acuerdos con las otras fuerzas de ánimas penando hasta no saber qué sucederá, finalmente, a partir del 1 de diciembre cuando asuma el control total –el parcial ya lo tiene– don Andrés Manuel López Obrador. Y claro, todo lo que surja del mandato de Mauricio Vila Dosal que, a poco más de un mes de asumir las riendas estatales, muertos y vivos políticos están en sus respectivos sitios: unos en ataúdes y otros disfrutando de las mieles de pisar tierra (ojalá que no pierdan el piso fácilmente).

Una vez más, las tradiciones de fieles difuntos empezaron y acabaron en Yucatán y en el país en general. El resumen general es que a cientos, miles, los pibes del Janal Pixán (comida de ánimas, en lengua maya) les supieron muy amargos; el co’ol no tuvo la suficiente manteca, mientras que a otro tanto, el PAN de muertos les fue exquisito. Se comieron todito el pancito y los difuntitos, ¡pues al hoyito… político!

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