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La Jornada Maya
Foto: Fabrizio León

Martes 30 de octubre, 2018

La decisión sobre la cancelación de la construcción del aeropuerto en Texcoco, el NAIM, es simplemente un espectáculo fantástico. Dejemos, por un segundo, la danza de los millones, los contratos, la viabilidades técnicas y demás cosas que ya se discuten en cantidad suficiente y entremos al terreno de la política pura.

Primero: Iniciar la construcción del aeropuerto en Texcoco fue un acto de soberbia pura del gobierno de Enrique Peña Nieto. Después de los sucesos de Atenco en el sexenio de Vicente Fox, el construir en ese mismo lugar, así fuera en los terrenos de enfrente, propiedad del gobierno federal y no de los ejidatarios, fue una afrenta innecesaria para amplios sectores de la sociedad. Imaginemos que el gobierno federal hubiera querido poner las oficinas del CISEN en la Plaza de Tlatelolco, o Arabia Saudita su embajada en los terrenos del otrora World Trade Center de Nueva York. La politización y riesgo del proyecto empezó ahí, la siembra de los vientos que hoy son cosechados y sufridos por todos, empezaron cuando el PRI en su regreso al poder en el 2012 decidió darnos una “lección” de supuesta capacidad para tomar decisiones de gobernabilidad.

Segundo: Las distancias son relativas. Narita, el aeropuerto de Tokio, está a 80 kilómetros en línea recta del centro de dicha ciudad, algo así como poner el aeropuerto de la ciudad de México en Tlaxcala. Dulles, el aeropuerto de Washington D.C. está a casi 50 kilómetros del centro de esa capital, la distancia en línea recta entre la CDMX y Cuernavaca. Opciones para construir un nuevo aeropuerto había y hay decenas, lo mismo que opciones para conectarlas bien y rápido con el centro urbano, pero se decidió y se sigue decidiendo pensar en la CDMX únicamente y nunca en la megalópolis del Altiplano que está surgiendo en el centro del país. Es una oportunidad perdida no haber actuado pensando en megalópolis como la conurbación Tokio-Yokohama o bien Pekín, Tianjin y Hebei.

En el país estamos viendo un espectáculo de luchas de poder que no ven más allá de una ciudad, para pensar en lo que viene. Ni el NAICM ni Santa Lucía piensan en la megalópolis que aparece en el horizonte. Son discusiones ideológicas por un lado y bursátiles por el otro, en medio perdemos oportunidades de desarrollo todos los mexicanos.

Tercero. No es cosa menor que la consulta haya sido monopolio político de una sola fuerza. Al final el PRI, el PAN y hasta las cámaras empresariales han protestado la consulta y sus repercusiones, pero nadie pudo o quiso movilizar a la población para ir a ganar la consulta una vez que esta era una realidad (legítima o no) como herramienta de decisión. Uno se pregunta si fuera de Morena, después del tsunami del 1 de julio lo que tenemos es fuerzas políticas agotadas, vaciadas, desmotivadas, inútiles a la hora de volver a operar. ¿Dónde quedaron las estructuras políticas territoriales? ¿Por qué Morena fue dueña absoluta de la cancha, sin rivales que la desafiaran? Si este agotamiento sigue ¿qué pasará en las elecciones del próximo año en estados y congresos? y ¿en futuras consultas?

Finalmente, la decisión del NAICM parece en mucho un momento en el que, como diría Cosío Villegas, el presidente electo, AMLO, dejó en claro su estilo personal de gobernar. Fue el escenario perfecto, la escenografía soñada, para dejar claro que él está dispuesto a mandar y decidir desde consideraciones ideológicas y refundacionales, antes que financieras y convencionales del mercado.

Un estilo de gobernar y ejercer el poder, en el que él es capaz de debatir y ganarle a la prensa y sus reporteros, un estilo en el que el poder político surgido de las urnas reclama preeminencia absoluta sobre los otros poderes fácticos o económicos. La verdad, los cientos de miles de millones en el debate financiero y hasta la caída de más del 4 por ciento en la Bolsa Mexicana de Valores, son poca cosa frente a una declaración y demostración de ese tamaño: el gobierno reclama su imperio como rector primero y principal de la vida nacional. La dirección de este país regresa a los políticos.

Espectáculo fascinante, caro en lo económico, preocupante en las polarizaciones entre élites, pero absolutamente nuevo sobre el cómo, cuándo y quién tomará las decisiones nacionales esenciales. Quizá no tenga avión presidencial, pero con la decisión del NAICM, el presidente electo inició su vuelo como el primer mandatario de esta nación. Ya veremos el resto del viaje y el aterrizaje. Es tema que nos concierne a todos.

*233 hace referencia a una de las obras clásicas de la literatura de ciencia ficción, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, cuyo subtítulo explica que los 451 grados Fahrenheit (233 centígrados), es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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