Terrorismo neofascista

José Ramón Enríquez
Foto: Afp
La Jornada Maya

Miércoles 24 de octubre, 2018

El 22 de julio de 2011, en la isla noruega de Utoya, cercana a Oslo, un grupo de niños y adolescentes simpatizantes del partido laborista (socialdemócrata) pasaban días de campamento cuando irrumpió Anders Breivik, armado hasta los dientes, y disparó contra ellos. Mató a 69 e hirió gravemente a otros. Antes había puesto una bomba en la sede del gobierno que dejó ocho muertos. Una historia terrible, con un terrorista neofascista, en un país admirado por su alta calidad de vida y su generalizado acceso al estado de bienestar.

El ataque brutal contra los niños de la isla no ha sido el único que el terrorismo neofascista ha realizado tanto en Europa como en Estados Unidos o Brasil, pero me refiero a él porque este año se ha estrenado [i]22 July[/i], una película de Paul Greengrass basada en el libro [i]One of us: The Story of a Massacre in Norway and Its Aftermath (Uno de nosotros: la historia de una masacre en Noruega y sus secuelas)[/i] de Asne Seierstad. Prefiero este título porque si ya la historia quita el aliento la sugerencia lo magnifica: el asesino es “uno de nosotros”, cualquiera de esos rotundos noruegos de apariencia saludable y hasta ingenua con los que sus compatriotas pueden cruzarse por las calles de Oslo casi siempre llenas de una nieve que las viste de blanco.

Es una de las últimas propuestas fílmicas que ofrece Netflix a sus suscriptores y vale la pena buscarla. Paul Greengrass y su impecable equipo actoral (creo, por los nombres, que todos son noruegos), se mantiene en una perfecta tonalidad documental al estilo del teatro de Peter Weiss, aparentemente helada y por completo alejada tanto del melodrama de misterio como de las películas de acción, géneros en los cuales podría perfectamente haberse inspirado.

Con su mirada nos pone no sólo frente al hecho pasado sino frente a un futuro que nos incumbe vitalmente: ya se está dando el renacimiento del neofascismo en cuanto tuvo de nativismo, de supremacismo blanco y, por lo tanto, de xenofobia, de misoginia y de homofobia, entre otras sociopatías, que dejan atrás gestualidades y ataques furtivos de pandillas o individuos, para atacar por la vía electoral como Hitler y Mussolini hicieron, para conseguir el poder. Tal como en la película de Greengrass afirma el líder de ultraderecha al abogado de Breivik al desconocerlo y censurarlo porque ese tipo de acciones no sirven para sus fines.

Ellos buscan ganar elecciones como en Polonia, Hungría, Italia, Estados Unidos o Brasil, o se conforman con ir obteniendo representaciones parlamentarias importantes como en Austria, Suecia o Bavaria, y crecer como en Francia, España o Inglaterra. ¿Y después? Después el sueño de los nazis y de todos los fascismos: la guerra. El orgasmo supremo del macho alfa vuelto promesa y programa exclusivo de gobierno.

Hay otras dos intervenciones en [i]22 de julio[/i] que me parecen fundamentales, porque dejan otras marcas para entender aquel presente y nuestro futuro. La primera es la de una responsable de seguridad que confiesa al Primer Ministro que estaban demasiado ocupados por cuidarse del terrorismo islámico como para hacerlo del neofascista. Y la segunda es la declaración del adolescente al que Reijvik disparó en la cabeza y vive de milagro. Su nombre es Viljar Hanssen y debemos oírlo con el deseo de que tenga razón:

“No sabía si iba a morir o no pero vivo atrapado en Utoya desde entonces. Ahora me doy cuenta de que tengo elección, porque todavía tengo familiares y amigos y recuerdos y sueños, esperanza y amor. Y él no. Él está completamente sólo y va a pudrirse en la cárcel mientras que yo he sobrevivido y elijo vivir.”

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