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Fabiola García Hernández
Foto: Cortesía
La Jornada Maya

Jueves 18 de octubre, 2018

Después de haber recibido el Premio Internacional de Literaturas Indígenas de América (PLIA) 2016, Jorge Miguel Cocom Pech nos deleita los sentidos con este colorido libro titulado La ética del perro; obra bellamente ilustrada por Pedro Euhán (Quetzal), publicada por la secretaría de Cultura del Gobierno del estado de Campeche, edición 2017. El libro consta de dos historias. Ambas tienen como eje central la perspectiva de un perro. La primera narra una historia indígena. La segunda es una narración poética sobre la nostálgica visión sobre el lugar de origen del narrador. Vamos a revisar cada una de ellas:

La primera es un relato indígena que recupera la cosmovisión maya. Cuyo personaje central es un perro y el antagónico es un ente maligno: K´ak´asba´al. Este ente maligno entabla conversación con el perro, cuyo dueño es pobre y de mal carácter, por lo que la entidad del mal intenta convencer al perro para que le sea infiel al amo, pero por la astucia del animal, no lo logra. Pero sobre todo, por su fidelidad.

Toda esta historia está narrada en el extremo izquierdo en el idioma español; mientras que en el extremo izquierdo está escrito en maya. Contar con una obra bilingüe es siempre resultado de un invaluable esfuerzo intelectual que ofrece un privilegio al lector.

La historia es hermosa porque aprecia la calidad de un perro, atributo que va más allá de la humanidad del hombre. No es una fábula que intente brindar una moraleja, se trata en realidad de un pasaje mágico en el que cohabitan seres fantásticos, animales que hablan, piensan y actúan con ética, además de la presencia de quienes en este caso quedan en segundo plano: los pobres hombres.

Desde luego, recupera la esencia de los pueblos originarios de México en su cosmovisión integrada con un mundo mágico, entendido este mundo como el expresado realismo mágico. Nada parecido a las historias donde los animales se humanizan para intercambiar diálogos, sino donde la realidad es mágica y tanto humanos como animales conviven en espacios que se entrelazan, donde las deidades y entes malignos convergen e incluso se transmutan.

Así es como se recrea la historia del primer cuento; el segundo, como decía líneas arriba, es una narración poética de un personaje cuya visión se trasmuta en la sencilla mirada de un perro callejero, el autor en su texto lo dice así:

“Pero volvamos al perro callejero, que un día me encontré, encontrándome en él”, en esta idea de mirar a través de los ojos del animal.

“Yo no pesco, sino solamente pienso; sí, solo pienso que la modorra y el desgano ahorcan nuestros afanes de superación…”.

Cuando estaba leyendo el texto de Jorge Miguel Cocom Pech recordé también la historia narrada por Francisco Tario: La noche del perro, en el que el perro es el narrador de una trágica historia. La vida del amo es vista por el perro: un hombre en el abandono y la miseria; un escritor sin suerte que muere ante la angustia de un perro flaco. El animal que narra se desespera porque presiente que se acerca la muerte de su amo y éste no podrá hacer nada.

La dramática historia de Tario culmina con la muerte del amo, y también con la muerte del perro que es atropellado por un auto, mientras que narra cada momento de su fin. La historia sobre La ética del perro no es trágica, es más bien dirigida a un público infantil que apreciará la inteligencia del animal.

Otra historia que recordaba a la lectura de La ética del perro fue la novela del también escritor maya Miguel Ángel Asturias, me refiero a la novela Hombres de maíz; en ésta, Asturias recupera el mundo mágico de su entorno, específicamente maya, sobre todo en el apartado correo-coyote, donde uno de los personajes se transforma en coyote, no como algo sobrenatural, sino como un estado de elevación del hombre en su protector animal. En esa mirada, que ofrece al hombre la capacidad de comprender la naturaleza, no solo como una capacidad de fundirse con el todo, sino de ser capaz de comprender el mundo desde la perspectiva de un animal que se entiende como superior, incluso.

En este mismo sentido leo el texto de Jorge Miguel Cocom Pech, como una puerta a un mundo mágico que nos permite mirar de manera distinta al hombre y a la mujer, y en conjunto, a la sociedad que hemos creado. Utilitarista, consumista, devastadora y un largo etcétera.

En esta misma intertextualidad, quiero recuperar el texto del mimo Cocom Pech

¿A quién le importa mi historia si soy un indio?

En esta historia hay también un hombre, un indio que a la vez deambula en la existencia de un perro: ¿A quién le importa mi historia si ella camina en los harapos de la mendicidad?, dice Cocom Pech en su poema.

En esta doble idea de mirar de manera distinta como se despedaza el mundo, se agota la naturaleza a causa de unos cuantos, mirando desde el lugar de un espectador humilde pero con mayor cordura, fidelidad y ética, desde la postura de un perro callejero.


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