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Rubén Torres
Foto: UAM
La Jornada Maya

Lunes 15 de octubre, 2018

María Elena Álvarez-Buylla continúa pagando con creces la curva de aprendizaje que implica dejar de ser científico para transformarse en funcionario (administrativo). Ejemplos sobran de aquellos académicos-científicos que siendo sumamente reputados en sus respectivas áreas de investigación, no pudieron con la carga que implica la administración de la ciencia. Es por ello que en muchas ocasiones los cargos administrativos de la ciencia recaen en políticos y no forzosamente en hombres de academia.

El llamado padre de la sociología de la ciencia norteamericana, Robert K. Merton, ya advertía sobre los riesgos de “perder a un buen científico y ganar un pésimo administrador” cuando los hombres de ciencia no han alcanzado el grado suficiente de “burocratización” que exige todo ejercicio administrativo.

Es por ello que en distintas universidades del mundo los puestos directivos y rectores recaen en científicos que poco a poco se fueron “burocratizando”, fueron adquiriendo valores, asimilando reglas y otorgando seguridad a las instituciones y comunidades científicas mediante la eficiencia y eficacia de su trabajo administrativo y no forzosamente académico.

Un buen ejemplo de este tipo de recorrido es el ex rector de la UNAM, José Sarukhán, quien sí pudo pasar de ser un excelente académico a un administrador bastante eficiente que colocó a la UNAM en la antesala de lo que hoy en día es, mediante un ejercicio de “academización” de la máxima casa de estudios.

Actualmente el Dr. Sarukhán continúa siendo un científico prominente que goza de una buena imagen al interior de la comunidad universitaria. Con sus altibajos, su administración es recordada como un momento de calma en una institución que por esos años solía incendiarse a la menor provocación.

La futura directora de Conacyt parece no contar con ese proceso de “burocratización” que señala Merton. Álvarez-Buylla saldrá del laboratorio y la academia para aterrizar directamente al escritorio del funcionario; cierto es que se ha distinguido como activista social pro conservación del medio ambiente, pero en el terreno de la administración pública, su CV es aún muy endeble.

Fue eso justamente lo que resaltó al no encontrar la manera adecuada para transmitir su mensaje a la comunidad que debe servir. Al menos eso quedó en evidencia con las famosas cartas que se volvieron tendencia la semana pasada. De inmediato la doctora en Genética Molecular trató de corregir pero el daño estaba hecho. Fue significativo que después del resbalón de las cartas, Álvarez-Buylla abriera su cuenta de Twitter para tratar de dar mayor certidumbre y certeza a los científicos del país.

El siguiente traspié vino cuando pidió se investigara quién había filtrado un documento, que en principio es público, pero que efectivamente fue filtrado para hacer pagar su bautismo de realidad a la futura directora del Conacyt.

La reacción del sector científico del país fue razonable, aunque a nuestros ojos algo exagerada; sobre todo por parte de algunos jóvenes científicos en proceso de consolidación, quienes interpretaron el contenido de las cartas como “supresiones y eliminaciones de becas y estímulos”, nada más falso.

De inmediato en las redes sociales se especuló sobre la desaparición del SNI y cosas por el estilo, lo que desafortunadamente nos habla del nivel de información que recorre la red, lo que se conoce comúnmente como “posverdad” o “mentira emotiva” creada intencionalmente para erigir escenarios alejados de la realidad. Con ese tipo de fenómenos sociales-mediáticos es que se deberá confrontar el gobierno que está por entrar.

Sin embargo, lo expresado por la bióloga egresada de la UNAM permitió poner en la palestra todo un debate que se da a nivel micro entre la comunidad “científica” del país: las distintas concepciones en torno a cómo hacer ciencia. Destacados académicos del ámbito de las ciencias sociales y de las humanidades hablaron de la manera en como se califican y distribuyen los recursos. Proponiendo que sobre todo las humanidades obedezcan más a lógicas creadas por la comunidad de académicos de humanidades y no expresamente al área de las ciencias duras. Una demanda histórica y algo muy parecido al debate en torno a hacer ciencia básica o ciencia aplicada.

Sin lugar a dudas ambos tipos de ciencia son necesarios para el país, así como que cada comunidad especializada por área, decida la manera de evaluarse entre pares. Otro asunto importante será el ejercicio de transparencia que tendrá que ponerse en marcha si este tipo de demandas prosperan.

Es muy peligroso hablar de que no exista objetividad y rigurosidad científica en estos ejercicios de evaluaciones entre pares; sin lugar a dudas las evaluaciones entre pares son concienzudas y serias, imparciales, pero cierto es también que en ocasiones los procesos parecen demasiados confusos e incluso oscuros para muchos académicos en proceso de formación-consolidación.

Desde junio pasado Álvarez-Buylla se comprometió a fomentar la transparencia así como revisar los criterios de evaluación para asignar estímulos, algo sumamente loable pero que puede abrir entonces si una caja de Pandora.

La controversia al interior de la comunidad científica y de ésta con la futura directora del Conacyt tenderá a acentuarse en el momento en que Álvarez-Buylla comience a priorizar el “conocimiento tradicional”, la “ciencia campesina milenaria” y la “ciencia ciudadana”, como lo ha hecho saber explícitamente. Lo primero que tendrá que explicar la bióloga es qué se entiende por esto y cómo, bajo qué mecanismos, se va considerar algo como “ciencia ciudadana” y no como simple “ciencia”.

Álvarez-Buylla tendrá encima un paquete enorme al tener que dirigir los esfuerzos del conjunto de grupos de científicos que cohabitan en el país. Quizás lo primero a realizar es un ejercicio de comunicación, mayor al que ha efectuado hasta ahora, sobre su conceptualización de la ciencia y la administración de la misma. De esa manera los procesos de transparencia llegarán por sí solos y la evaluación por pares no perderá su esencia de diálogo fructífero.

Sin embargo, Álvarez-Buylla tendrá que preocuparse más por otro frente político abierto en cuanto a su visión de hacer ciencia. Además de la comunidad científica del país, la futura directora del Conacyt tendrá que enfrentarse a la visión de otros miembros del gabinete de AMLO, específicamente a la del futuro jefe de la Oficina Presidencial, Alfonso Romo, quien es un abierto promotor de los cultivos transgénicos. Un choque de trenes puede darse respecto a este tema.

Zoom anatómico. Lo de la boda de César Yánez, más allá de ser un evento privado, sin manejo de recursos públicos y demás, habla mucho del tipo de clase política que desafortunadamente continúa imperando en nuestro sistema político. Si AMLO quiere predicar con el ejemplo la llamada “austeridad republicana” y la “justa medianía”, deberá hacer una fuerte llamada de atención sobre este tipo de eventos a sus colaboradores más cercanos; de lo contrario, estará dando la razón a sus detractores políticos, quienes por ese tipo de acciones es que se fueron con tremenda paliza en las elecciones pasadas.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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