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del

Hugo Castillo
Foto: Tom Peyre-Costa
La Jornada Maya

Miércoles 10 de octubre, 2018

Hablar de la protección a la cultura en Medio Oriente es complejo. Es conocida la destrucción de sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como el yacimiento arqueológico de Palmira, en Siria, o de la histórica ciudad de Mosul a manos del Estado Islámico, y de los antiguos centros históricos en Meca por la casa de los Saud.

Y si bien es fácil calificar de ignorancia estos ataques a los sitios históricos en los países musulmanes, es necesario entender el contexto social en que se desarrollan los hechos. Para poder explicar esta falta de protección es necesario tomar en cuenta dos puntos principales:

Por un lado, muchos de los países en el Medio Oriente se encuentran en estado de guerra, lo que significa que la prioridad tanto para los gobiernos como para la sociedad civil de países como Libia, Siria, Irak y Afganistán es su supervivencia. Por más triste que suene, es difícil priorizar el cuidado de piezas y edificios históricos cuando se vive en conflicto diariamente.

Un punto más complejo a considerar para la salvaguarda de los bienes culturales es la idea de patrimonio que impera en las sociedades islámicas, pues estos no son concebidos de la misma manera en el Medio Oriente que en el Occidente. Para el mundo musulmán, un edificio o una pieza antigua no es diferente a algo contemporáneo, por lo que su cuidado no es prioridad. También, para las facciones más radicales como el régimen wahabí de Arabia Saudita o Al Qaeda y el Estado Islámico, se debe combatir todo tipo de “shirk” (idolatría); la “veneración” de los edificios históricos, como las tumbas de los tiempos de Mahoma o las antiguas iglesias de los “infieles”, representaría entonces una forma de adoración prohibida.

Es por lo anterior que muchos grupos no le dan ninguna importancia a sus sitios culturales y destruyen todo a su paso, ya sea para construir edificios modernos o para deshacerse de ídolos antiguos.

Si bien podría sonar irreconciliable la protección del patrimonio con la fe musulmana, existen intentos para reconciliar ambos desde el Medio Oriente.

En el caso de los países en pugna, en donde se da la mayor parte de la destrucción cultural, poder resolver la situación de patrimonio es posible una vez que finalizan las guerras. Con el fin del conflicto armado se puede re priorizar el cuidado de los sitios históricos. Además, diversos actores como la Unesco y otras organizaciones internacionales pueden presionar a las facciones beligerantes para que no los destruyan.

Respecto a la ideología musulmana, es necesario apoyar las iniciativas políticas y sociales que buscan proteger y promover los bienes históricos apelando a valores que van más allá de su antigua temporalidad, ya sea con fines económicos, turísticos o políticos.

La falta de protección cultural no se trata de una cuestión de ignorancia o apatía; se trata de una visión diferente que no vislumbra al pasado como un bien que deba ser salvaguardado a toda costa. En vez de condenar la destrucción como fruto de ignorancia o visiones retrógradas, es necesario promover estos proyectos alternos que permiten darle un nuevo valor a los edificios y piezas históricas.

La destrucción de Aleppo y Palmira en Siria, de los Budas gigantes en Afganistán y de Mosul en Irak, pueden servir para dejar en claro que una sola ideología no puede ser utilizada para resolver las problemáticas mundiales. La diversidad cultural hace necesario que se busquen alternativas diferentes para llegar a los mismos fines. Como en el caso del patrimonio, si se quiere proteger lo que se considera importante para algunos, se necesita transmitir su urgencia en un lenguaje que el otro pueda entender fácilmente.

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