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Francisco J. Rosado May
Foto: Rodrígo Díaz
La Jornada Maya

Ciudad de México
Martes 9 de octubre, 2018

La Dra. María Elena Álvarez-Buylla Roces anunció hace unos días que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, CONACyT, pasará a ser el Consejo Nacional de las Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCyT). La Dra. Álvarez-Buylla Roces, académica destacada en el campo de la ecología evolutiva y biología del desarrollo, será la persona que ocupe el cargo de Directora General de dicho organismo a partir del 1 de diciembre de 2018, cuando inicie su gestión AMLO.

El argumento principal tiene como contexto la idea de la 4ª transformación que el próximo presidente de México ha planteado. Para que el CONACyT se sume a esa transformación necesita articular la ciencia con la tecnología y el humanismo, es decir “el concurso de todas las áreas del conocimiento a favor del desarrollo científico y tecnológico con responsabilidad ética, social y ambiental”.

La idea no es mala ni es nueva. Los tigres asiáticos lo han hecho con mucho éxito. Uno de los actores de ese cambio, el Dr. Greg Cajete, ex director de Estudios Nativos de la Universidad de Nuevo México, señala que la articulación de las humanidades con la ciencia y tecnología debería complementarse con reformas en planes de estudios y modelos educativos y, especialmente, abriendo opciones y oportunidades para insertar saberes y formas de aprendizaje indígenas; es decir, no solamente conocimiento occidental o el método científico.

Cuando una persona viaja a los países conocidos como los “tigres asiáticos”, desde su arribo al aeropuerto se respira un aire de respeto y de potencialización de sus culturas originarias. Cuando el mismo viajero llega al aeropuerto de Cancún o de Mérida el bombardeo publicitario opaca lo poquísimo que hay de la cultura local.

Aún cuando falta saber el cómo se hará, sin lugar a duda, se dará un paso en la dirección correcta, al incluir a las humanidades en el concierto de la creación de la ciencia y tecnología en México. Pero el reto de México para alcanzar esa 4ª transformación no solo requiere de recursos financieros, que de acuerdo con el pronóstico de crecimiento mundial para el 2019 publicado el 6 de octubre, ha pasado de ser enorme a gigantesco.

El reto principal es el cognitivo, el de la forma de pensar, en la urgencia de innovar, de impulsar la creatividad. Sin estos elementos no hay forma que la ciencia y la tecnología avancen a la velocidad que se requiere.

La transformación que a México le urge necesariamente debe pasar por un proceso más inclusivo y participativo de diferentes formas de aprendizaje y construcción de conocimiento que no solamente es pertinente desde el punto de vista ecológico, económico y socialmente justo, sino que incorpora los valores y saberes a una nueva modernidad y visión plural propia de una sociedad multicultural, para consensar los elementos de un buen vivir.

Esta frase refleja un consenso entre académicos e intelectuales mexicanos que no estamos atados a una doctrina política o religiosa, o de algún otro interés, que no sea el de contribuir a la construcción de una sociedad más justa para todos.

La idea de incluir a las humanidades en la gestión del conocimiento para el desarrollo no es nueva tampoco en México.

En 1999 la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados de nuestro H. Congreso organizó el [i]3er Foro Regional de Ciencia y Tecnología[/i] en Mérida, los días 15 y 16 de abril, teniendo como sede el CINVESTAV-Mérida.

Una de las ponencias, presentada en las páginas 25-35 de la publicación del Foro, propuso la creación del Consejo Estatal de Ciencia Tecnología y Humanidades para Quintana Roo (ver https://www.academia.edu/29055816/Creacion_del_Consejo_Estatal_de_Ciencia_Tecnologia_y_Humanidades).

Tuvieron que pasar prácticamente 19 años para que la idea, presentada por un indígena Maya, tuviera eco a nivel nacional.

Parafraseando al filósofo de las ciencias, Thomas Khun, para lograr realmente la 4ª transformación que México necesita es indispensable contar con paradigmas revolucionarios. Solo con la inclusión de los saberes y formas de aprendizaje y construcción de conocimiento de los pueblos indígenas, se puede lograr. Si los indígenas estamos preparados para aportar, la pregunta que queda es, ¿están igualmente preparados los tomadores de decisión?

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