de

del

José Luis Domínguez
Foto: Afp
La Jornada Maya

Viernes 5 de octubre, 2018

Como todas las mañanas, el pasado jueves desde temprana hora leí los encabezados del periódico y al voltearlo para ver la contraportada que suele ser una obra de arte de la composición periodística, me sorprendió ver la foto del famoso cuadro El origen del mundo de Coubert en formato de gran tamaño.

Abrí las páginas para leer la nota explicativa y me pareció intrascendente, no el cuadro, sino la razón misma que lo llevó a ser tratado como una noticia de tal magnitud, incluso replicando la obra de arte en páginas interiores.

A petición expresa del director, antes de dar mi opinión personal, he comentado el hecho con amigas y familiares de distintas edades que, lejos de asustarse por razones morales, les ha parecido a ellos y a mí, que más allá del derecho a exhibir obras de arte que para algunos pudieran ser incómodas, la nota que acompaña tal exhibición carece de la menor trascendencia.

Quizá hubiera sido más importante dar a conocer el contexto de la época en que fue creado a fin de resaltar el valor del pintor y hasta de la modelo. Comentamos también que las críticas no se dejarían esperar, como de hecho ha sucedido.

Me vinieron a la mente entonces algunos casos similares que antes he vivido, como aquella vez en que se incluyó en la Revista de la UADY una colección de fotografías de mujeres non sanctas, en posturas por lo demás escandalosas para el común de las conciencias. Las críticas que recibió el editor vinieron de parte de muchas mujeres, incluyendo a algunas investigadoras universitarias que criticaron el hecho, no por atentar contra los principios de la moral pública (doble moral para algunos), sino por abonar poco a un contexto social de por sí poco respetuoso hacia la mujer.

Recuerdo también que hace unos años y en ocasión de una exhibición fotográfica en la que se incluía un par de desnudos masculinos, el rector reaccionó salomónicamente permitiendo su exhibición, a pesar de las críticas airadas de algunos moralistas, pero colocando las cuestionadas “obras de arte” sobre una pared lateral secundaria de la galería del teatro universitario, de tal suerte que no hirieran la sensibilidad de aquellos visitantes que las vieran a primera vista. El hecho de tenerlas al interior y en lugar discreto solucionó el problema, no obstante que muchos nunca estuvieron de acuerdo en que se hayan mostrado.

Valoro en verdad, Fabrizio, la aclaración oportuna que presentaste al día siguiente y coincido con muchos de nuestros lectores y lectoras consultados en que no hemos de olvidar la sensibilidad colectiva de nuestra gente. Como en otros casos se han de considerar los usos y costumbres, o las creencias populares, además de los lineamientos legales o del clima de apertura total en materia moral en el que decimos movernos.

No es pues por razones de “moralina” que se critica la mencionada contraportada, sino por la necesidad de tener respeto a cierto pudor, tanto masculino como femenino, particularmente sensible tratándose de la mujer o cuando se refieren a estos temas.

Muchos me han dicho que, siendo [i]La Jornada Maya[/i] un referente ya obligado para lectores de amplio criterio, un periódico de su calidad no tiene necesidad de alardear con este tipo de desplantes de aparente liberalidad que quizá le vienen bien a pasquines comerciales y publicaciones panfletarias.

Finalmente, si fue o no la tal modelo o cuál es la verdadera identidad de la modelo, nos deja igual a todos, y no aporta nada a la solución de los grandes problemas nacionales e internacionales con los que el periódico está permanentemente atento y comprometido.

De todos modos, gracias a La Jornada Maya, por recordarnos este maravilloso “origen” de la vida y del mundo.

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