Simulación en nuestra educación socialista

Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 24 de agosto, 2018

Si bien en noviembre de 1934 las legislaturas de los estados aprobaron el dictamen del Senado sobre la reforma al Artículo 3º constitucional y el decreto fue publicado en el Diario Oficial en diciembre del mismo año, la reacción en el país resultó violenta ante la nueva orientación de la educación. En los debates de las dos Cámaras ya había sido cuestionado el concepto de socialismo, que sería el fundamento de la educación, y no fue posible lograr consenso: por una parte, unos exigían usar el término de socialismo científico y, por la otra, hubo quien argumentó, aún como socialismo científico, su indefinición precisa. Sin embargo, el número de votos de diputados y luego de los senadores, todos del Partido Nacional Revolucionario (PNR) determinó la aprobación del dictamen.

Durante la reacción pública, dos bandos se enfrentaron: algunos sectores del clero católico y la iniciativa privada, que protestaban contra la reforma educativa y, por otro lado, los sindicatos y confederaciones obreras y campesinas que, algunas obligadas y otras voluntarias, defendían la educación socialista. Tales manifestaciones en contra y en pro no sólo sucedieron en la ciudad de México sino en muchos de los estados de México. Incluso, en algunas entidades, hubo varios muertos en los motines populares. A pesar de las protestas, la reforma votada en el Congreso siguió su rumbo: elaborar la ley reglamentaria.

Sin embargo, la ley reglamentaria fue proyectada hasta 1939, cinco años después de haber aprobado la reforma al Artículo 3º constitucional. Esta situación permitió que los padres de familia que habían retirado a sus hijos de las escuelas los llevarán de nuevo a las aulas. Además, en este lapso, diversas publicaciones (diarios, revistas, folletos, libros y hasta pasquines) difundieron supuestas interpretaciones del socialismo y el marxismo, y también del Artículo 3º.

Por otra parte, a pesar de que la educación fue orientada hacia el socialismo con la reforma, no fue posible determinar lo que cada maestro enseñaría en la escuela primaria para encaminar a los niños hacia el socialismo; tampoco las materias o asignaturas de estudio, ni los métodos pedagógicos a seguir, ni los recursos didácticos a usar. Sólo estaban determinados los fines: combatir el fanatismo y dar a los alumnos una concepción racional y exacta del universo. Las consecuencias de estas ausencias de contenidos de aprendizaje y de las metodologías llevaron a la simulación magisterial.

“Algunos maestros (…) previeron las consecuencias de la educación socialista. La ley, que consagraba una frase sin contenido [educación socialista], obligaría a los maestros a una simulación en la escuela, para protegerse de ser destituidos en caso de no cumplirla. La simulación era inevitable porque nadie sabía (…) lo que era educación socialista. Se pensaba que era necesario esperar unos 20 ó 30 años a que un ministro descubriera que aquel sistema de enseñanza era un mito, así como Bassols después de 70 años había averiguado que el laicismo no se practicaba.” (Samuel Ramos, Veinte años de educación en México, 1941).

En tales circunstancias, la oposición de los sectores sociales más conservadores y la indefinición conceptual en la reforma del Artículo 3º constitucional, la ausencia de contenidos y métodos educativos, la simulación magisterial y la falta de la ley reglamentaria, la reforma se convierte en letra muerta, y los ánimos se serenaron. Pero a finales de 1939, a un año de que terminara el gobierno de Lázaro Cárdenas, es retomado el proyecto de la ley reglamentaria de educación en la Cámara, que fue enviado por el Presidente. Este proyecto incluyó 60 artículos básicos y tres transitorios. Y de todos ellos, el que causó mayor polémica fue el artículo 20, que refiere características que distinguirían a la educación: socialista, desfanatizante, coeducativa, igualitaria, funcional y activa, nacionalista, democrática, cooperativista y de servicio social.

A pesar del proyecto de ley reglamentaria del Artículo 3º, la gente sabía ya que la reforma era letra muerta y que el sexenio estaba por terminar, por lo que mantenía la esperanza de que el nuevo gobierno pudiera ser menos radical y diera marcha atrás a la reforma educativa. Y tal como se esperaba, durante el régimen de Manuel Ávila Camacho, el Artículo 3º constitucional sufrió una nueva reforma, de la que fue eliminado el postulado socialista de la educación nacional, es recuperado el laicismo y deja tan sólo sus características de nacionalista y democrática.

¿Qué se avecina ahora, en relación con la reforma educativa decretada en el gobierno de Enrique Peña Nieto, ante la proximidad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador? ¿Habrá una nueva reforma, un ajuste en los postulados, una nueva ley reglamentaria sobre la reforma existente? Y por otra parte, en cuanto a su aplicación, ¿seguirán las simulaciones en las escuelas y habría una consulta nacional, un estudio técnico pedagógico? Lo que sí es necesario, es revisar a profundidad las opciones y realizarlas con el pueblo.

[b][email protected][/b]