La UADY y su compromiso social

José Luis Domínguez Castro
Foto: Archivo La Jornada Maya
La Jornada Maya

Miércoles 15 de agosto, 2018

En días pasados circularon algunos mensajes de esos que van destinados a levantar ámpula, dardos envenenados que ponen en la mira las acciones de la universidad y su compromiso con la sociedad. Lejos de abonar algo a la causa, transmiten ese mal sabor de boca despertando suspicacias que dejan malos olores en el ambiente.

Como universitarios hemos de ser conscientes del compromiso que tenemos con la sociedad y de la responsabilidad histórica de ser fieles a los ideales educativos de nuestros fundadores, al tiempo que hemos de estar alertas ante las rutinas e inercias, siempre presentes en cualquier empresa humana y que podrían desviarnos de nuestra misión.

Por eso, sin renunciar a los ideales que nos han animado a lo largo de casi cien años, y revestidos siempre de un sano espíritu crítico, me propongo compartir con los lectores aquellos avances que nuestra Alma Mater presenta en sus distintos frentes, compartiendo algunas experiencias vividas en tiempos recientes y que nos hablan de algunas contribuciones de la universidad a la edificación social. Se trata de expresiones a veces modestas y poco conocidas que reflejan el esfuerzo colectivo de una comunidad universitaria que camina con pasos firmes en el cumplimiento de sus tareas. He aquí algunos botones de muestra de nuestro jardín universitario:

La Unidad Académica de Bachillerato con Inserción Comunitaria (UABIC), situada en el sur profundo de nuestra ciudad capital y en la que se aprecian iniciativas educativas novedosas y transformadoras del entorno en el que se ubican. Disfruto cada vez que, en calidad de invitado, tengo oportunidad de conocer la dinámica de esta preparatoria diseñada bajo una nueva mirada de participación social. Lo mismo cuando he sido jurado de un concurso de filosofía en el que los jóvenes millenials se empeñan en entender a los griegos o a los existencialistas, que escuchando la andanada de preguntas que los bachilleres expresan en torno a su propio futuro profesional. Valoro la atinada conducción de directivos, profesores y orientadores que honran con su actividad cotidiana el desarrollo de nuestra hermanita que aún cuenta su edad con los dedos de las manos. ¡Gracias Guillermo, Esteban, Ramón y a todo el equipo de académicos y personal de apoyo, por su trabajo cotidiano de gran valía institucional!

Estudiantes de posgrado de distintas entidades, del extranjero o egresados de nuestra propia institución avanzan en los programas de posgrado en las distintas facultades. Me quiero referir a nuestra Facultad de Arquitectura, en donde recientemente pude conocer el interés por presentar proyectos viables y técnicamente bien fundamentados de restauración y conservación de inmuebles coloniales. Al presenciar el avance de algunos de ellos reflexioné en el potencial académico que la planta de cada facultad posee. En concreto, el proyecto de restauración de Diego, en torno a este edificio que fuera sede de la Universidad de Mérida de Yucatán fundada en 1624 me hizo sentir orgulloso de la institución a la que sirvo.

Agradezco a Roberto, Marisol y Rubí Elina, arquitectos responsables de estos ejercicios académicos, que me permitieron asomarme al viejo claustro de La Mejorada y constatar el grado de exigencia con el que guían a los aspirantes. Máxime cuando me enteré de que, de manera simultánea, el predio mencionado ha despertado el interés académico de un arquitecto egresado de nuestras aulas y docente de la hermana Universidad del Mayab, quien, para nuestra fortuna, indujo a sus estudiantes de la materia de restauración hacia el mismo objetivo. Se trata de este inmueble que posee una importancia especial para quienes nos consideramos herederos de dicha institución: el Salón General de lo que fuera la universidad fundada por los jesuitas y que mediante la firma un Convenio de Comodato, ha sido entregada a nuestra Universidad para su uso y su cuidado. Este acontecimiento nos habla de la importancia que tiene el ser descendiente de esta tetra-centenaria institución de enseñanza superior de Yucatán. Agradezco al arquitecto Antonio, quien, con su atinada guía, me haya permitido presenciar los trabajos finales de sus diez discípulos. Estos llamaron mi atención por la seriedad y profesionalismo con los que presentaron sus proyectos. Con ellos, pude recorrer en un viaje imaginario por el pasado, las aulas y pasillos del mencionado claustro. De ellos, también escuché diez variadas e innovadoras propuestas de restauración, conservación y adecuación para los fines para los que la UADY podrá utilizar el histórico edificio: como salón de actos, como sede del Archivo Histórico Universitario, con una biblioteca histórica, e incluso con una mínima museografía que nos narre los distintos usos para los que este predio fue destinado a lo largo de sus cuatrocientos años de historia.

Son estas, sólo dos modestas muestras que he podido recoger en estos días y que nos hablan del desarrollo de nuestra Casa de Estudios. Con el espíritu universitario propositivo que nos alienta a seguir comprometidos con la sociedad peninsular, continuaré buscando nuevas y variadas flores del jardín académico que con su aroma despierten en todos nosotros la firme esperanza de que vendrán tiempos mejores.

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