Campeche de "Alito"

Fabrizio León Diez
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Miércoles 8 de agosto de 2018

Cuando Mauricio Vila y Rolando Zapata cruzaron las miradas, ya no había para dónde hacerse y quedaron, sin querer, juntos cantando el Himno Nacional. Apenas se saludaron.

El gobernador saliente de Yucatán iba a ocupar la silla a un lado de Vila Dosal, pero estaba reservada para Carlos Joaquín, su vecino de Quintana Roo, así que al darse cuenta respiró hondo y rápidamente caminó hacia los lugares destinados a los líderes priístas que aún tienen puesto, aunque a él sólo le quedan 50 días de poder.

Se encontraron en el tercer informe de Alejandro Moreno Cárdenas, quien los saludó de manera pública y como gobernador campechano abonó al tema que pudiera cambiar la fisonomía turística de la península, como si fuera portavoz: “El tren debe incluir al hermano estado de Yucatán, con Valladolid, Chichén Itzá, Izamal, Mérida, Maxcanú, Uxmal y ciudad de Campeche para cerrar el círculo que rodee toda la península y fortalecerá el potencial turístico del mundo maya”.

Minutos antes, el gobernador electo de Yucatán, Mauricio Vila, platicaba con el obispo de Campeche, José Francisco González, cuando volteó, y luego de saludar a quien esto escribe, preguntó: “¿no es ella la nueva cónsul?”, al presentarlos, Courtney Beale lo reconoció y sin duda pensó, al saludarlo, que estaba adelantando un paso diplomático, al mismo tiempo en que Vila Dosal daba cuenta que era el único panista invitado.

En la misma primera fila reposaba el dirigente de la CTM, Carlos Aceves del Olmo, quien confesaba haber bajado 20 kilos de peso, sentirse mejor de salud, aunque no puede dejar de usar la silla de ruedas: “Los obreros estamos más unidos que nunca, y es una utopía vivir con el salario mínimo. El PRI con 80 años no tiene que cambiar de nombre, ni de colores. Perdimos, pero vivimos. Seremos una oposición responsable y pronto me reuniré con el nuevo presidente… en unos días, ya hablé con su gente”.

No tardó Moreno Cárdenas en dar color político luego de enumerar sus logros en obras públicas. “Con el PRI no tengo una sana distancia, sino una sana cercanía”, y como tal también asumió públicamente el liderazgo para posicionarse en el tema más candente que tiene en vilo a los gobernadores: “Ninguna figura federal puede convertirse en autoridad intermedia. Sugerimos pasar del federalismo político al federalismo económico. Del tamaño de la amabilidad federal será la amabilidad estatal. Seremos recíprocos”, en claro mensaje al nuevo presidente, al que se refirió así: “y no tengo ni la menor duda que contaremos con el apoyo, el respaldo y la amistad del próximo Presidente de México, el licenciado Andrés Manuel López Obrador”.

Así las cosas, el Centro de Convenciones de Campeche estaba lleno, y en los balcones de vitrinas estaban apostados, en una, los reporteros invitados de los medios masivos de comunicación nacionales, los influyentes columnistas políticos y las guapas comentaristas de radio y televisión; en la otra, los familiares del gobernador y amigos cercanos.

Uno de los veteranos colegas, luego de no vernos por 25 años y hacer las bromas de cajón sobre el pelo cano y los abultados vientres, confesó que este tipo de informes de gobernantes priístas están a punto de extinguirse. “Son ceremonias y atenciones que desaparecerán”.

Al llegar a la exquisita comida ofrecida a la prensa en el recién restaurado espacio de La Mejorada, a un lado del restaurante La Pigua, en la sobremesa otro de los maduros analistas de la información y que en su momento firmó como Pedro Baroja, recordó lo que hace siete años sucedió en uno de los privados y que es recordado como “El pacto de La Pigua”, refiriéndose a una tremenda discusión entre Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones, para que este último se hiciera a un lado y dejara de disputar la candidatura del PRI a la Presidencia, siendo el único testigo mudo del encuentro Francis Fernández, el mesero de lujo y dueño de La Pigua. “Lo que ahí se dijo, me entró por este oído y me salió por el otro”, me confesó.

Hace unas semanas me encontré al gobernador de Campeche caminando por la calle que conduce a la Puerta de Mar. Venía de inaugurar la llegada de la máscara de Calakmul a sus tierras. “La trajimos a casa”, me dijo. Apurado como siempre, me invitó a su oficina, y entre café exprés y agua, contrariado todavía por el duro golpe de haber perdido en las elecciones la capital y varias posiciones, adelantó su cuerpo al escritorio, guardó el celular y de manera fija en su mirada, la voz lo seguía: “¿Te acuerdas lo que te dije hace un año?”.

Hace un año, también me lo encontré en la calle caminando y pasamos a su oficina, con otro café exprés en la mano me clavó la mirada, y luego de hacer un rápido análisis me espetó: Yo voy a ser el candidato.

Ayer, cuando terminó el informe lo seguí y nos encontramos atrás del escenario. En silencio se quitaba el sudor de la frente y la saliva de las comisuras. Volteó a verme y levantó las cejas: “Te lo dije” y como único testigo su asistente, Francisco León, un enorme liliputense que no se le despega. “Si Peña Nieto tiene un Estado Mayor, yo tengo Estado Menor”.

Tomó el volante de una camioneta negra, y como conductor designado de los dirigentes priístas invitados, los llevó a toda prisa. No sabemos a dónde, pero ayer, les dio un aventón.

[b][email protected][/b]