Texto y foto: Felipe Escalante Ceballos
La Jornada Maya
Viernes 3 de agosto, 2018
A principios de 1978, cuando yo tenía apenas tres meses de formar parte del despacho del abogado Julio Mejía Salazar, a distintas horas de la mañana vi entrar a la oficina a tres señores de abundantes recursos económicos y constantes líos con la justicia, sobre todo la de carácter penal.
Al mediar el día, cuando las labores del bufete lo permitieron, don Julio me llamó para que redactáramos unos escritos. Al decirme el nombre de uno de los primeros visitantes de la mañana, le comenté al reconocido jurista:
-Licenciado, hoy sí se engalanó el bufete con la clientela.
El abogado Mejía captó inmediatamente la intención del comentario y me respondió:
-Pilo, tú sigues pensando como juez. Tienes que pensar como litigante. Soberanos, Piñata y El Árabe son muy buenos clientes de este despacho. Constantemente nos traen trabajo y hay que resolverles sus problemas.
Y señalando la entrada a la oficina, añadió:
-Por esa puerta nunca verás entrar a la Virgen de Guadalupe.
-Maestro, ¿qué hacer cuando se trata de clientes cuyo proceder no es muy honesto?
-En caso de que tu cliente sea responsable de un delito, deberás tratar de que a tu defendido se le impongan las sanciones mínimas; pero de ninguna manera que el culpable sea absuelto. Y procura siempre la reparación del daño. Tenlo presente.
Buenas enseñanzas, de las que no están en los libros de derecho ni en los de ética profesional.
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