No hay tiempo que perder

José Luis Domínguez Castro
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Viernes 27 de julio, 2018

Hace 50 años, ante las desgracias que enfrentábamos en México y en el mundo, cantábamos con Silvio y Pablo, mientras soñábamos con crear un mundo mejor y aspirábamos a formar al hombre nuevo:

"La era está pariendo un corazón.
No puede más, se muere de dolor,
y hay que acudir corriendo
pues se cae el porvenir
en cualquier selva del mundo,
en cualquier calle.
E incluso nos hacíamos propósitos firmes:
Debo dejar la casa y el sillón.
La madre vive hasta que muere el sol,
y hay que quemar el cielo
si es preciso, por vivir,
por cualquier hombre del mundo,
por cualquier casa".

Y sin embargo, pasaron los días y los años, década tras década, nuevas decepciones se fueron acumulando en nuestras conciencias y sucesivas desilusiones hacían desertar a algunos, o al menos nos hacían dudar a muchos que aquellos ideales de juventud algún día se llegaran a realizar.

Los sucesos de mayo del 68 en París, los de octubre del mismo año en México, las crueldades de las dictaduras chilena, uruguaya y argentina, las reforma política a la mexicana, las inútiles advertencias de Heberto Castillo sobre el petróleo, los aparentes fracasos políticos del ingeniero Cárdenas, y de López Obrador, las ingenuas ilusiones de un IFE ciudadanizado o de la alternancia con Fox, nos fueron desgastando, mientras el planeta iba dando sus últimos avisos de emergencia: “…no puede más, se muere de dolor…” como se iba muriendo también la esperanza de nuestra generación sin ver llegar la nueva era.

Y de pronto, hace menos de un mes, esa nueva era con la que habíamos soñado tanto, parece haber llegado. Muchos, en especial los académicos, aún nos manifestamos escépticos desde el sillón. Otros se comienzan a mover para “colocarse”, como es su costumbre; “cultura política” le llaman los expertos. Con todo, se desconocen los nuevos modos y aunque a diario hay noticias, en muchos prevalece la incertidumbre. Y por si las dudas, muchos de los que atacaban, incluyendo a los de las cúpulas, se cuadran. Los que no creían le comienzan a conceder el beneficio de la duda, “vamos a ver” se escucha en corrillos y plazas el suspiro colectivo.

Para los que nos movemos ya en el séptimo piso de la existencia, la consigna es clara: ¡no hay tiempo que perder! ¡No hay espacio para las especulaciones! Recordemos que los hijos de las tinieblas siempre han sido más sagaces que los hijos de la luz (y para muestra un ine-botón). Es que aún no es presidente electo, reclaman los puristas del derecho; pero los que tenemos mucho pasado y poco futuro, sabemos que un día que pasa, es una oportunidad que perdemos de cambiar algo de las miles de cosas que andan mal. Por eso el video de los famosos del cine y de la cultura que circuló después de las elecciones me sacudió: y yo ¿cómo voy a ayudar al cambio? ¿Y nosotros (cada uno tiene su “nosotros”) cómo nos subiremos al carro de la historia nacional?

Celebro que el equipo de colaboradores más cercano a AMLO ya esté anunciando pistas, pues han venido trabajando desde hace meses, y que cada uno, en lo suyo, a diario nos informe. Comparto el gusto por este ejercicio adelantado de planeación Hay tareas muy urgentes que han de hacerse, cada quien en y desde su trinchera sabe cuáles son éstas, para que las cosas empiecen progresivamente a cambiar.

Y es que hay tantas cosas que andan mal… pero ¿cuáles son las más urgentes? Y lo más importante, me hago la pregunta, ¿qué cosas están en mis manos para poder empezar a reparar la casa? Una bisagra que rechina…una pared que se cae…un basurero que rebosa…una llave que gotea… un silencio cómplice…una tarea incumplida por rutina…una “situación dada” (es que así lo hacen todos) de la que me puedo empezar a deslindar, o quizá hasta una denuncia impostergable. En fin, hay tanto por hacer para ayudar a parir a esta nueva era. Manos a la obra; no hay tiempo que perder.

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