María Luisa Lignarolo
Fotos: Xavier De Maria
La Jornada Maya

Playa del Carmen, Quintana Roo
Viernes 15 de diciembre, 2017


[i]Originaria de Barcelona, Carla Romero se ha hecho un lugar en la escena artística del estado. En entrevista con[/i] La Jornada Maya [i]reveló su amor por México y las razones que la impulsan a seguir promoviendo el teatro local.[/i]


Hay personas que cuando llegan a un lugar ocupan un espacio especial. Así pasa con Carla Romero. Su presencia en el ámbito musical, para los que vivimos en la Riviera Maya, es notable.

Conocí a Carla en un barecito de la calle 38, en donde escasamente cabíamos 40 personas y había que moverse entre los bancos altos y mesitas dispersas por el lugar. Alex Torres, un gran guitarrista que la acompaña con frecuencia, se las ingeniaba para tocar en un rincón, y darle cuerda al micrófono de la cantante que iba y venía por donde podía, pero también para seguir sus indicaciones. Durante su presentación muchas veces puso en suspenso una canción para jugar teatralmente con el público, clavando la vista en alguien que miraba el celula o simplemente estaba distraído, atrapándolo de inmediato. Y es que Carla no se permite un segundo de descanso, para ella captar las presencias de todos es lo importante. Canta, improvisa, comenta, ríe, para dar un perfecto performance. Desde entonces le he seguido la pista.

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En la zona la recomiendan de boca en boca, por un ya numeroso grupo de seguidores; en muchos restaurantes su presencia augura un lleno asegurado.

Carla Romero nació en Mollet de Vallés, en la provincia de Barcelona. Desde muy pequeña comenzó a tomar clases de Piano, canto y solfeo con el profesor Gerard Bienken (Francia). Participó en el teatro infantil con Tarzan Of The Apes, de la compañía de teatro The Performers Inc.

Posteriormente viaja, en busca de diferentes técnicas, maestros y experiencias, a Bielorrusia, Inglaterra, Portugal, Brasil y ahora México.

Participó como actriz y bailarina en la obra de Danza Contemporánea Los Pájaros Muertos, con la compañía La Veronal. Esta obra fue invitada a participar en el Festival de Teatro FIRA, de Tárrega, y a inaugurar el Festival de Teatro Curitiba, en Brasil.

Hizo Cabaret en Barcelona, junto con el músico Roy Apartin en la Guitarra. Hoy en día, Carla hace [i]RAUXA[/i], una obra Cabaret que está escena desde mediados del 2016.

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[b]¿Por qué dejaste Barcelona?[/b]
Siempre me ha gustado callejear, cantar en los barecitos, hacer un poco de teatro por aquí y por allá, improvisar. Pero llegó un momento en que no me dejaban trabajar. Comenzaron a regular todo; tenías que pedir permisos, no me podía expresar, no me dejaban cantar y la verdad me aburrí de estar discutiendo con la policía. ¡Yo tenía ganas de trabajar! Por eso decidí venir a la raíz de la alegría, México. Había oído lo alegre y colorido que era, de su gente. A mí me encantan las rancheras ¿sabes? Chavela Vargas, la música mexicana en general.

[b]¿Por qué escogiste Quintana Roo?[/b]
¡Pues básico! El billete de avión a Cancún me salía muy económico; era octubre y llegaba el invierno. Llegué y pues me fui quedando. Ya me renté un cuartito, chiquitito, con una hamaca y yo ¡feliz! feliz.

Empecé a cantar como hacía en Barcelona, en los bares; emocionada, pues me sentía como en casa. ¡Cuánta música hay! Me encantaba el bullicio de los turistas, al igual que en mi tierra.

Forme un grupo de música, Carn Crua y la Orquesta Barrilete, después Carn Crua y la Orquesta Mitote, Carn Crua y Alex Torres.

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[b]¿Porque Carn Crua (en catalán Carne Cruda)?[/b]
Ese es mi personaje; esta cantante cruda que no le tiene miedo a expresarse, a equivocarse, a decir algo sincero a la gente. Siento que no soy una cantante perfecta, estoy llena de imperfecciones, mi voz no es perfecta, mi cuerpo no es perfecto, pero me encanta. Y eso es lo que le doy a la gente ¡Un gran apapacho sincero! Que se sientan bien, cómodos con lo que son, que disfruten la vida, y tengan mucho amor.

[b]¿Que sigue para Carla?[/b]
Pues por el momento en [i]Rauxa[/i], haciendo cabaret. Pero sí he pensado en irme un rato, para llenarme, para nutrirme y vivir otra cosa. Eso sí, siempre en la música y el teatro. Me entusiasma regresar a Europa, sabiendo ahora mucho más lo que quiero, con toda la experiencia que llevo.

[b]¿Qué te gusta de Playa?[/b]
Me gusta mucho andar en bicicleta. Me gusta sentir el viento en la cara; canto cuando voy en bici, me da alegría y claridad. Playa del Carmen debería tener un circuito de bicicletas por toda la ciudad.

¡Ah! También me gusta el amanecer y el atardecer, me encanta verlos en la playa.

[b]¿Cómo llegaste a "Rauxa"?[/b]
Oí de la audición y me presenté. Fui escogida porque Rauxa es un personaje que se parece mucho a mí, “arrebatada”. Y más ahora que llevó año y medio interpretándolo. Los productores Matilde Altomaro y Olivier Bellanger de VeinteVaros me han dejado moldearlo, me han dejado nutrirlo. Los dueños del hotel también han confiado en mí.

[i]RAUXA[/i] en catalán quiere decir arrebato, que no se podría entender sin su opuesto, seny, que en español se traduce como sensatez. Las dos juntas dan la idea de la lucha entre la virtud y el pecado, los orientales podrían decir que es el Ying Yang.

[b]¿Quién es Rauxa, el personaje?[/b]
Rauxa es una mujer libre que vive la vida al cien. Que la cuestiona y confronta; nos invita a no tomarla tan en serio, a dejar que las emociones fluyan, que se expresen al máximo.

[b]¿Cómo la ha recibido la gente?[/b]
Pues te digo que a la gente le gusta o no le gusta. ¡Hay gente que se ha salido! Es muy fuerte para muchos, sobre todo los que son demasiado cuadrados, reprimidos, o que tienen muchas presiones sociales sobre cómo comportarse. Pero hay muchos y muchas a las que les encanta y se entregan al momento, salen del espectáculo reconfortados, con el ánimo muy arriba. La verdad he tenido suerte, me encanta hacer Rauxa y la gente lo siente.


“Ve querida, es estupendo y la cena es deliciosa”, me dice.

Después de oírla, pensé que la entrevista no tendría sentido sin ir a verla en el espectáculo.

Desde que se llega al Hotel Catalonía se respira a Rauxa, pues los meseros, vestidos al estilo de los grandes cabarets, me reciben con generosa amabilidad; bebo un coctel Margarita desbordante mientras se abre la puerta.

En la entrada, como abrebocas de lo que viviremos adentro, encuentro una escultura de un zapato gigante y dentro de él una mujer vestida de cabaret, un payaso gordo que hace diabluras con los presentes, un personaje con sombrero de copa que hace trucos con trompos y yoyos; mujeres galácticas vestidas de plateado que inducen, de manera provocadora, a los que esperamos hacia la puerta.

Entramos al lugar, por cierto, muy bien ambientado y sin escatimar. El mesero me conduce a la mesa y me trae un chal al ver mi gesto de frio; el aire acondicionado esta helado.

La experiencia incluye una cena con un menú de tres tiempos. Así, desde que te sientas, recibes un coctel de tequila con piña y un aperitivo que consiste en una bandeja con un surtido de botanas gourmet: una piruleta de queso y pepita de calabaza, wonton al curry, vegetales crujientes y vaporcitos de setas y chaya.

Comienza el show y no hay reparo alguno en el grupo de baile: Está conformado por 14 personas, esbeltas mujeres y hombres con excelente cuerpo y preparación dancística. El vestuario de ahí en adelante siempre es sensual y provocador. Pero es Carla, encarnando a Rauxa, la que va conduciéndonos a su mundo, y a los personajes que lo habitan.

[i]Sweet dreams are made of this…Who am I to disagree?[/i] ¿Los dulces sueños están hechos de esto, quien soy para cuestionarlo?

Rauxa inicia en off la canción del famoso grupo Eurythmics; una acróbata hace un performance desde el aire; Rauxa entra elegante, con un bustier de perlas y una falda estrecha negra,y sigue un número tras otro.

La obra reúne plenamente el género de Cabaret con música, humor, teatro, e igual desarrollo de esa intimidad de taberna a la que Rauxa nos fue llevando, Todos supimos que habían dos parejas de recién casados y dos que ya rebasaban los veinticinco años. De mesa en mesa Rauxa le canta al amor.

Traen mi entrada: un ceviche de mariscos con camarón, pulpo, callo de hacha y almeja perfumados por aire al limón. Simplemente delicioso.

La otra opción era el confit de pato y helado de parmesano que pidieron mis vecinos. Supongo que estaba muy bueno, pues no dejaron nada en el plato.

Ya para entonces el espectáculo sube de intensidad y Rauxa se precipita en un mundo extraño y loco. Se me viene a la mente el subtítulo de la obra A taste of madness (un sabor de locura), un conejo pervertido, una mujer con grandes pechos en forma de boca que canta Bésame desde ella. Una silla gigante con una mujer en zancos, en fin.

Llega la calma. Se baja del mezanine parte del grupo que toca en vivo, y de lleno puedo paladear el plato principal de mi selección: un róbalo acompañado de puré de coliflor, trufa y frutos del huerto muy bien preparado.

La otra opción era el corte Angus con perlas de papa y camote. Para los vegetarianos tienen de entrada taquitos de jícama y de plato fuerte, arroz salvaje con verduras.

El espectáculo retoma su ritmo, con un número de drag queens, uno de Guacanco, una puesta en escena sobre un frenesí citadino con un acróbata que hace un numero en la cuerda floja, muy de acuerdo al tema, pienso con humor. No podían faltar los cómicos, con un número de los meseros distraídos y sus complicaciones para instalar una mesa. Y así pasan dos horas.

Me traen el postre, que es una estrella más del show: mousse de chocolate anunciado con su nombre en nahuatl, xocolatl, rodeado de amenidades como bolitas de helado de yogurt y crocantes de naranja. A pesar de que raramente como postre, no pude evitar probarlo y sí ¡una estrella!

Rauxa deja un buen sabor de boca, su costo lo vale. Para mí fue grato disfrutar un espectáculo profesional, con muy buena factura. Pero más grato fue saber que es una obra original, pensada, realizada, y producida por talento local. Eso le da, a mi modo de ver, un valor diferente a todo de lo que se ve y sucede en la Riviera Maya.


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