La tortuga agravada (Trachemys scripta elegans), ampliamente conocida por sus distintivas marcas rojas en los costados de la cabeza, ha sido durante años una de las mascotas más populares en los hogares de todo el mundo. Su pequeño tamaño al nacer, apariencia llamativa y facilidad de adquisición en tiendas de animales han hecho que esta especie, originaria del sur de Estados Unidos y el norte de México se convierta en una presencia habitual en peceras domésticas.
Sin embargo, su aparente inofensividad oculta un problema ambiental serio. Así lo advirtió Karla Itzel Trujano Rivera, coordinadora del Programa de Tortugas Marinas de la Riviera Maya de Flora, Fauna y Cultura de México A.C., al señalar que esta especie, al ser liberada irresponsablemente en cuerpos de agua naturales, ha comenzado a invadir hábitats que no le son propios, desplazando a especies nativas y alterando el equilibrio ecológico.
Foto: Daniel S. Kat
“Se han vuelto un problema. Muchas personas las tienen como mascotas cuando son pequeñas, pero al crecer -porque pueden llegar a medir hasta 30 centímetros- ya no saben qué hacer con ellas y las liberan. Eso genera competencia con tortugas endémicas de la región, que son más vulnerables”, explicó Trujano Rivera.
La Trachemys scripta elegans, también conocida como tortuga japonesa, escurridiza, jicotea o simplemente tortuga de orejas rojas, se distingue por su cuerpo achatado y su caparazón ovalado que, en ejemplares adultos, puede alcanzar entre 20 y 30 centímetros de largo. Su coloración varía del verde al marrón oscuro con líneas amarillas o anaranjadas, y lo más característico: una franja roja brillante detrás de cada ojo, de donde proviene su nombre común.
Son tortugas semiacuáticas, es decir, necesitan tanto el agua como la tierra para desarrollarse adecuadamente. Su comportamiento incluye largos periodos de inmersión, pero también necesitan salir a tomar el sol para regular su temperatura corporal, lo cual las vuelve dependientes de hábitats con buena exposición solar y acceso fácil entre agua y tierra.
Foto: Eric Lopes
En su entorno natural, la Trachemys scripta elegans habita ríos, lagunas, pantanos y estanques de corriente lenta, con vegetación abundante y suelos fangosos. En México, aunque no es nativa de muchas regiones, se ha adaptado con facilidad a ecosistemas acuáticos del sur y centro del país debido a su alta resistencia y flexibilidad ambiental.
Lo preocupante, subraya Trujano Rivera, es que su presencia ya ha sido registrada en cuerpos de agua naturales de la Riviera Maya, lo que indica que están siendo abandonadas por sus dueños al no poder cuidarlas una vez alcanzan su tamaño adulto.
Esta especie tiene una dieta omnívora y cambia a lo largo de su vida. Las crías son más carnívoras y se alimentan principalmente de pequeños insectos acuáticos, lombrices, caracoles, renacuajos y hasta peces. A medida que crecen, su dieta se amplía e incluye vegetación acuática, frutas, raíces, algas y pequeños invertebrados.
Foto: James Muehlne
Esta versatilidad alimenticia es precisamente lo que les permite adaptarse con facilidad a hábitats que no son los suyos y competir con especies locales por el alimento, muchas veces con ventaja, ya que pueden consumir una gran variedad de recursos.
Una sola hembra puede poner entre 10 y 30 huevos por puesta y llegar a tener hasta tres puestas al año, dependiendo de las condiciones del entorno. El periodo de incubación oscila entre 60 y 90 días y su tasa de supervivencia es considerable cuando no enfrentan depredadores naturales.
En cautiverio pueden vivir entre 20 y 30 años, lo que representa un compromiso a largo plazo para quienes las adquieren como mascotas. Sin embargo, muchas veces las personas no están preparadas para su cuidado y terminan por abandonarlas, lo cual agrava su impacto ambiental.
Aunque no está catalogada como una especie en peligro, la Trachemys scripta elegans es considerada una especie invasora en varios países, incluyendo México. Su capacidad para adaptarse a diversos ambientes y su agresividad en la competencia por recursos la convierten en una amenaza para tortugas nativas como la Trachemys venusta, propia del sureste mexicano.
Foto: Vicki Miller. Muehlne
Además, en entornos naturales, estas tortugas pueden portar bacterias como la salmonella, lo que representa un riesgo sanitario tanto para otras especies como para las personas que tienen contacto con ellas sin medidas de higiene adecuadas.
Trujano Rivera hizo un llamado a la ciudadanía a no adquirir tortugas de orejas rojas como mascotas, o bien, a comprometerse con su cuidado durante toda su vida si ya se tiene una. Igualmente, pidió a quienes ya no puedan mantener a su ejemplar, acudir a las autoridades ambientales o centros de rescate especializados, en lugar de liberarlas en cuerpos de agua.
“Hay que entender que tener una tortuga no es una moda. Son seres vivos que requieren cuidados específicos. Y liberarlas sin control es poner en riesgo a nuestros ecosistemas”, concluyó.
La historia de la Trachemys scripta elegans refleja una problemática más amplia: la tenencia irresponsable de fauna silvestre o exótica como mascota, algo que ha sido normalizado por el mercado, pero cuyas consecuencias ya se sienten en el medio ambiente.
La presencia de estas tortugas en lagunas, cenotes o estanques de la Riviera Maya no es natural ni inofensiva. Es un reflejo de la falta de conciencia ambiental y del vacío en las regulaciones sobre la venta y posesión de especies no nativas.
Para revertir este impacto no basta con atender los síntomas. Es necesario educar, regular y actuar antes de que especies como la tortuga de orejas rojas desplacen definitivamente a aquellas que sí pertenecen a estos ecosistemas. Solo así se podrá garantizar la salud ecológica de la región para las futuras generaciones.
Como cada viernes, La Jornada Maya te invita a conocer la fauna endémica del sureste mexicano. Aquí te compartimos la colección que tenemos hasta el momento. ¡Disfrútala!
Edición: Ana Ordaz