Carlos Águila Arreola
Cancún

8 de diciembre, 2015

Tras el hallazgo de cultivos de soya transgénica en un ejido del municipio de Bacalar, indígenas, campesinos, apicultores y ejidatarios mayas agrupados en el colectivo Much' Kanan I'inaj (Comité en Defensa del Maíz) se ampararon contra la siembra de leguminosas genéticamente modificadas.

La agrupación interpuso un amparo contra el permiso para la liberación comercial de 253 mil 500 hectáreas de soya modificada que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) otorgó a Monsanto Comercial –solicitud 007/2012, evento MON-04032-6– para siete estados, entre los que está Quintana Roo.

José Manuel Jesús Puc, uno de los demandantes, manifestó que el paquete tecnológico y en general el sistema de producción a base de agroquímicos pone en peligro el territorio y su forma de vida.

Agregó que su derecho como pueblo indígena a la libre determinación fue violado, porque no hubo consulta previa, libre e informada. Afirmó que saben que la ONU ha catalogado al glifosato –herbicida asociado al cultivo transgénico– como “probable cancerígeno” de nivel cuatro de cinco en cuanto a agresividad.

También acusó que el delegado de la Sagarpa en Quintana Roo, César Armando Rosales Cancino, declaró el 6 de noviembre que “en la entidad no existe liberación alguna de organismos genéticamente modificados, ni siquiera en su fase experimental”, y demandó al funcionario una aclaración porque el hallazgo del Ecosur contradice esa versión.

“Es un permiso ilegal: el Instituto Nacional de Ecología (hoy INECC/ Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático) y las comisiones nacionales para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) negaron el visto bueno a ese permiso, por lo que nunca debió otorgarse.

Por su parte, Rogel Villanueva Gutiérrez, investigador del Ecosur-Chetumal, expuso que realizó un estudio en octubre pasado en los plantíos de soya de los ejidos Salamanca y Blanca Flor del municipio de Bacalar.

El científico explicó que recolectó y analizó muestras de semillas para determinar si era soya transgénica y el resultado del estudio es que “de las 29 muestras tomadas en Blanca Flor ninguna fue positiva, mientras que de las 18 en el Salamanca ocho resultaron positivas a la soya transgénica”.

La soya transgénica depende de agroquímicos para el éxito de su cultivo (cada vez mayores cantidades de herbicidas, insecticidas y pesticidas, lo que provoca que muchas especies de plantas no sean polinizadas, además de que provocan la contaminación del manto freático y, por ende, del agua potable.


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