Texto y foto: Joana Maldonado
La Jornada Maya

Chetumal, Quintana Roo
Lunes 1º de agosto, 2016

Sentenciada a 25 años de prisión en el Centro de Reinserción Social de Chetumal, por el delito de homicidio doloso contra su pareja sentimental, Reyna de Jesús Gómez Solórzano, de 45 años, fue puesta en libertad este viernes, gracias a la intervención de la Red Peninsular de Mujeres y otras asociaciones civiles locales y nacionales.

De acuerdo con la Asociación “Maya Sin Fronteras”, gracias al apoyo de una red de activistas a favor de los derechos de las mujeres, el pasado viernes la Defensoría Pública, en un juicio oral derivado del recurso de apelación, promovido desde el mes de abril ante la sentencia de 25 años que le había sido otorgada, logró la liberación de esta mujer.

La defensa, aseguró que durante la revisión del caso, se violaron sus derechos humanos pues incluso fue torturada; además no se consideró el asunto desde la perspectiva de género, dado que había antecedentes de violencia.

En suma, el proceso legal estuvo plagado de irregularidades desde la detención, los servidores públicos de la entonces Procuraduría General de Justicia declararon en falsedad, existió abuso de autoridad y se presentó una averiguación previa mal integrada ante el Juzgado.

“El grupo de Feministas Peninsulares, tomó y acompañó la defensa de Reyna Gómez Solórzano, a través del apoyo jurídico del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche, quien recibió a su vez el apoyo y colaboración de la Clínica Sicojurídica del Itam, a solicitud de la organización feminista Maya sin fronteras AC”, se informó.

El caso, llegó hasta el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujer) y la Secretaría de Gobernación, quienes desde abril de este año atendieron inicialmente la queja que se hizo por parte de la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Quintana Roo, en donde se comprobó la tortura que sufrió la mujer.

Entonces el Inmujer intervino para garantizar que el caso se revisara, desde la perspectiva de género al considerar que la acusada actuó en “legítima defensa”, pues era víctima reiterada de violencia física y psicológica, por parte de su pareja, como lo señala un comunicado de abril de este año del organismo que publica La Jornada.

[b]Los hechos[/b]

La noche del sábado 4 de julio de 2015, en la calle Salvador Alvarado de la colonia Adolfo Mateos en Chetumal, la Policía Ministerial reportó un homicidio, La víctima, Marco Antonio Sáenz Velázquez, quien falleció de un paro cardiorrespiratorio derivado de un shock hemorrágico hipovolémico, como consecuencia de una herida punzo-penetrante en el corazón.

De acuerdo con los reportes policiacos y las notas periodísticas publicadas al día siguiente, Reyna de Jesús Gómez, dijo que el hombre había salido a comprar una botella de “cañita” y al volver después de una hora, estaba herido. Los vecinos del lugar dijeron que se escuchó una discusión antes entre la pareja, razón por la cual al día siguiente, Reyna de Jesús fue detenida en una calle del centro de Chetumal.

Semanas después, Reyna concedió desde el Cereso de Chetumal, una entrevista a Taxi Vigía, un sitio de noticias local en donde relató su versión de los hechos. La mujer quien tiene un hijo con discapacidad visual que dependía económicamente de ella, afirmó que Manuel Antonio, era adicto a las drogas y ese era el motivo por el que discutían.

El asesinato ocurrió a unos días de cumplir dos años viviendo con el occiso quien no solo la agredía a ella, sino también a su hijo por defenderla.

La mujer ya había intentado dejar al sujeto, pero éste fue hasta su domicilio en el municipio de Bacalar –localizado a 50 kilómetros de Chetumal–, para pedirle que regresara bajo la amenaza de matar a su hijo Jorge, a quien antes ya le había lesionado en la boca y nariz.

Entre lágrimas, relata que “dijo que iba a matar a mi hijo, pensé en él, le rompió su boca y su naríz, él no se puede defender si no ve, por eso no quiero que venga (al Cereso), para que no le vaya a pasar algo”.

“La verdad si lo quería mucho, pero quería más a mis hijos que a él, el hombre se consigue en donde sea”, relata sollozando Reyna.

Reyna cuenta lo ocurrido la noche del 5 de julio, cuando su pareja a quien llama “muchacho”, llegó a su casa y la empujó hacia una de las hamacas del cuarto en donde vivían, gritándole que le diera dinero.

“Yo necesito tomar e ir por mi droga, a mi me vale el maldito ciego que lo voy a matar”, dijo Marco Antonio a Reyna.

La mujer se alejó y el sujeto la aventó hacia la pared provocando que se golpeara.

“Se va unos pasos, me levanto de la cama y voy hacia donde estaba él y me avienta mas fuerte, fue cuando sentí que mis ojos (...) fue cuando me levanté ni yo misma sé con qué fuerza me levanté y me voy sobre él y lo agarro de los brazos y lo jalo, lo jalo y lo siento en la cama, me avienta y me da en la pared, le empecé a pegar, agarré y como pude me levanté ya estaba sangrando de la nariz yo, lo primero que vi fue un cuchillo de la mesita de cristal, lo empecé a amenazar y fue cuando me ahorcó y cuando agarré no sé como se me va el cuchillo y le doy acá –señala la parte baja del pecho-, pero él me estaba dando duro en mi cara y con la otra me estaba agarrando el cabello, yo no pensaba matarlo, sólo quería asustarlo pero se me fue la mano”, relata Reyna.

[b]Relata tortura[/b]

El día que ocurrió el hecho, fue la propia Reyna que se comunicó con las corporaciones de seguridad pública y emergencias, a quienes declaró que había sido ella quien hirió a su pareja.

Ese mismo día la subieron a un “carro gris”, esposada de manos y pies en donde la mantuvieron en una celda de la entonces Procuraduría de Justicia. Uno de los policías ministeriales la empezó a insultar y a interrogarla.

“Me vas a decir la verdad a la buena o la mala”, la amenazó. Ella respondió que había sido ella quien había matado al hombre.

Pero la tortura a penas comenzaba, “Lo juro por Dios, por Dios, yo lo hice”, les decía, sin embargo uno de los policías la levantó del cuello y dio la orden que la sacaran para esposarla y dejarla en una silla.

Cinco hombres y cuatro mujeres, dice, comenzaron a insultarla. La vendaron y pese a su glaucoma la apretaron fuerte los ojos y le colocaron dos bolsas en la cabeza, amarrándola por el cuello para hacerla confesar si había tenido un cómplice.

Ella, sin embargo, insistía en que era la responsable del homicidio.

“Me suben a la pared, me dieron cuatro apretones, cuando fue el quinto me estaba desvaneciendo, dicen bájenla se va a morir, cuando dicen bájenla me golpean la boca, puse mi mano y me dio en la mano el comandante, y le da torzones, y me dijo te callas, y me empieza a dar en la cara y me dijo vas a morir, pedí que no me lastimen, porque dije la verdad”

“Ahorita vas a decir, me embolsan otra vez y me dicen donde estaban los cuchillos, después de golpearme me metieron en la segunda celda, me dejaron parada con esposas en pies y manos, el domingo me subieron a una camioneta en donde estaban los cuchillos”, relata.
Reyna dice que fue traslada a una casa blanca que se ubica cerca del Parque de los Caimanes en la zona centro de la ciudad.

“Ahí tienen unas celdas escondidas y unas oficinas, eran dos judiciales hombres y dos mujeres, me esposaron de pies y manos, pedí orinar y me dijeron que no, dije que tenía sed y no me dieron ni agua ni comida, cuando entró la noche pedí ir a orinar y me dijeron que no, desde el sábado tenía ganas de orinar”

La versión de que la detuvieron el lunes siguiente al día del homicidio, fue falsa para ocultar la tortura de la que fue víctima, aunque la Comisión de Derechos del estado intervino al respecto.

“Vivir acá dentro es triste (en la cárcel), todos los días pido que me dejen salir de aquí, para trabajar por mi hijo, yo platico con él; él no tiene con quien platicar, duele mucho se lo juro por Dios, si ese muchacho volviera a vivir no regresaría con él, yo me voy con mi hijo el ciego, ya no volvería a estar con él, prefiero tener a mi hijo, ya maridos no, he sufrido bastante desde que era muchacha, ya no”, concluye.


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