La Jornada Maya
Foto: Ignacio Herrera Muñoz
Quintana Roo
Lunes 20 de junio, 2016
Mis abuelos paternos Boutrus Hakim y Guardille Isbora de Hakim llegaron del Líbano muy jovencitos. Venían recién casados, él tenía 18 y ella 15 años. Desembarcaron en Progreso y se establecieron en Mérida, en 1902. Sus nombres se castellanizaron; Hakim pasó a Joaquín y Guardille Isborra se convirtió en Rosita Ibarra. Ella tnía muchos deseos por progresar, de poner un comercio en algún lugar que estuviera en desarrollo. En una ocasión se enteró de que el presidente Díaz visitaría Yucatán, a ella le pareció la mejor persona para aconsejarla sobre si Chan Santa Cruz, poblado que estaba en el pleno corazón de la zona maya, sería el lugar indicado para establecer un comercio. Y fue a recibir al general Díaz al muelle de Progreso para hablar con él. Había mucha gente y las personas encargadas de guardar el orden le impidieron acercarse al presidente. Ella gritó lo más fuerte que pudo “Señor Presidente, Don Borfirio”, porque todavía no podía pronunciar bien la letra P. Esto llamó la atención de Doña Carmelita, quien pidió que le acercaran a la joven. De esta forma mi abuela pudo aproximarse a platicar unos momentos con el general Díaz, quien, probablemente conmovido por la ingenuidad de la chica, la atendió. Después de escucharla, el presidente le dijo que sí, que Santa Cruz era un buen lugar y que les iría muy bien. Animados por el consejo, mis abuelos se fueron a establecer a Santa Cruz, que era el centro de la guerra de castas; pusieron una fonda a la que acudían a comer los militares comisionados en la zona. Afortunadamente les fue bien. Ahí nacieron sus hijos.
Tomado del libro[i] De Líbano a México. Crónica de un pueblo emigrante.[/i] Marta Díaz de Kuri y Lourdes Macluf
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