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Miguel Améndola
02/10/2025 | Tulum, Quintana Roo
Cuando la marea sube y el bullicio del día se desvanece, un grupo de personas toma el relevo en silencio. Son los tortugueros, guardianes incansables de uno de los espectáculos naturales más frágiles y extraordinarios del Caribe Mexicano: el arribo de las tortugas marinas a las playas de Tulum.
Este paraíso natural tiene el privilegio de recibir cada año a cuatro de las seis especies de tortugas marinas que llegan a México: la caguama (Caretta caretta), conocida como “la tulumnense”; la verde (Chelonia mydas); la carey (Eretmochelys imbricata), y la laúd (Dermochelys coriacea), la más grande del mundo.
Todas ellas están catalogadas en peligro de extinción, lo que convierte su presencia en estas costas no solo en un honor, sino en una enorme responsabilidad.
Los tortugueros patrullan las playas noche tras noche, marcando zonas de anidación, protegiendo los nidos y guiando a las crías hacia el mar en su primer y más vulnerable viaje. Su trabajo, sin embargo, no es suficiente si no cuenta con el compromiso de la comunidad y los visitantes.
La conservación de estas especies depende de acciones simples pero vitales: no pisar ni alterar las marcas en la arena, llevarse la basura y evitar el ingreso de mascotas, especialmente durante la noche. Cada pequeña acción cuenta, y puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para una tortuga recién nacida.
Las playas de Tulum son mucho más que un destino turístico: son santuarios temporales para especies que han sobrevivido millones de años, pero que hoy enfrentan su mayor amenaza por causa de la actividad humana.
A lo largo de la costa pueden leerse mensajes como: “Las tortugas están en peligro de extinción. Ayúdanos a protegerlas”. Ese no es sólo un mensaje, es un llamado urgente de parte de los tortugueros a reflexionar y actuar.
Edición: Estefanía Cardeña