De cinco meses a la fecha, los trastornos de tipo ansioso-depresivo y crisis de angustia han crecido. Taquicardia, opresión en el pecho, dolores musculares, insomnio, irritabilidad, cefaleas, desesperanza y otras características, son los síntomas que presentan muchas personas al visitar a profesionales de la sicología y, que en casos extremos deben remitirlos a áreas de siquiatría para medicación, revela el Colegio de Psicólogos de Quintana Roo.
Gerardo Torrecilla Navarro, presidente interino del Colegio de Psicólogos (COPSIQROO), indicó que derivado de esta pandemia, se exacerbaron los trastornos de tipo ansioso-depresivo.
“Es una combinación de dos trastornos, con síntomas, el trastorno de ansiedad y el trastorno depresivo, esto por la pandemia, algunas crisis de angustia también derivado de esta situación que se vive, gente que se quedó sin trabajo y que entra en crisis de angustia y que incluso hemos referido con siquiatría”, explicó.
En suma, muchas personas no cuentan ahora con los recursos para acudir con un especialista en sicología, por lo que se han tenido que otorgar apoyos o cobrar lo mínimo para apoyar a estas personas con crisis de angustia o depresión que ha dejado esta pandemia.
El sicólogo afirmó que, hasta antes de la pandemia, se atendían diversos problemas en consulta privada, como niños con hiperactividad o violencia doméstica, pero si ha sido notorio el aumento de personas que llegan con síntomas asociados a la ansiedad, uno de ellos es que carecen de perspectiva a futuro.
Es por eso que desde el COPSIQROO se considera que, se debe otorgar mayor importancia a la salud mental, pues seguramente esta problemática seguirá incrementándose. “Se necesitan más psicólogos clínicos, más psiquiatras para atenderlo”.
Citó por ejemplo cómo en el 2007, en una inundación en Tabasco, había muy pocos profesionales de la salud mental para atender a las familias en crisis que habían perdido sus pertenencias, de tal manera que a partir de ello se generó una mayor capacitación del personal para intervenir en crisis humanitarias.
Para el especialista, de no atenderse esta problemática podría generar otros problemas mayores como consumo de alcohol o drogas, e incluso los suicidios.
Desde mediados de julio, después de permanecer varios meses en confinamiento, Aranza de 34 años comenzó a sentir taquicardias y síntomas que caracterizan la ansiedad.
“Muchas veces pensé que era COVID, que me había contagiado. Por las noches despertaba con el corazón acelerado, y otras dolencias, estaba somatizando mi ansiedad”, cuenta.
En semanas logró tranquilizarse, pero en el último mes ha tenido otros síntomas como cefalea, dolor de músculos, falta de apetito, somnolencia, irritabilidad y tristeza. Pero con el antecedente de un problema neurológico acudió con su médico quien le medicó ansiolíticos.
“Es la primera vez que no puedo controlar los síntomas del dolor de cabeza y que he requerido ansiolíticos, me doy cuenta que el dolor se produce porque estoy apretando la mandíbula, que mis brazos y piernas duelen porque mis músculos están tensos y porque tampoco tengo ánimo de hacer otras cosas, me preocupa todo aunque en realidad no esté en mis manos”, relató.
Hasta 2017, se estimaba que, en México, 14.3 por ciento de la población padecía trastornos de ansiedad generalizada, la enfermedad de salud mental más común en el país, seguido de depresión y adicciones. Este trastorno es común antes de los 25 años.
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