Texto y foto: Raúl Balam
La Jornada Maya

Lázaro Cárdenas, Quintana Roo
Martes 11 de septiembre, 2018

El cronista de la ciudad, José Moisés Gaspar Maglah Canul, recordó que cuando Kantunilkín pertenecía al municipio libre de Felipe Carrillo Puerto, fue cuando iniciaron las gestiones para que a este centro de población se le dotara de tierras, en virtud de la ley reglamentaria de dotaciones y restituciones de tierras y aguas. Aunque no hay documentos del año, fue en junio de 1933 cuando el gobernador del estado dictó el fallo con el que se les concedió una dotación de 5 mil 328 hectáreas que eran terrenos nacionales y que fue calculada sobre una base de 111 ejidatarios.

Precisó que a pesar del reducido número de ejidatarios, interpusieron una nueva solicitud de ampliación con base en un censo de población que registró 580 habitantes, de los que 182 individuos tenían derecho a parcela ejidal.

Comentó que el 30 de agosto de 1937 se dictó un nuevo fallo concediéndoles una ampliación de 71 mil 532 hectáreas, pero el 23 de agosto de 1940 se procedió a la entrega de la documentación que acreditaba la ampliación y en ese entonces fungía el ahora extinto primer comisariado ejidal, Alejandro Cauich Tah, nombre que llevan las instalaciones del club social.

Con la posesión del recién creado ejido, iniciaron los estudios para explotar las riquezas forestales, que fueron explotadas de forma irracional por las compañías que por años se valieron del poco conocimiento de la gente para ello.

Citó como ejemplo la compañía Maderas Laminadas S.A., que consiguió la anuencia de los ejidatarios para explotar el ejido en un período de 15 años de manera ininterrumpida, mediante la firma de un convenio amañado.

Esa situación sirvió para empezar a construir caminos que en la actualidad son utilizados por los trabajadores.

La riqueza forestal de la zona que ocupaba el ejido de Kantunilkín y zonas aledañas provocó la intervención de la compañía maderera recién instalada en la colonia Yucatán, en un intento de desplazar a la compañía Maderas Laminadas, al grado de que el propio fundador de dicha compañía, el ingeniero Alfredo Medina Villeta, y su subordinado de apellido Zamudio, acudieron hasta el centro receptor ubicado en Noh Cachi, donde era concentrada toda la madera que se cortaba, y los representantes de la compañía, Leopoldo Espinoza y Bernardo Ramírez Medina, dialogaron y al final ambas compañías acordaron y firmaron contratos por largos años saqueando las riquezas forestales.

Por 13 años explotaron las riquezas hasta que los turbios manejos de la compañía fueron descubiertos y se le suspendieron los trabajos al grado de que cientos de metros cúbicos de madera fueron abandonados sin transportar.

En los primeros cinco años no hubo participaciones para la gente, hasta que uno de los primeros profesionistas de Kantunilkín, el profesor Catalino Oxte Tah, mediante su intervención a favor de los ejidatarios empezó a exigir a la compañía los dividendos que les correspondía y exigir mejoras para el pueblo logrando como resultado que se construyeran el parque del pueblo, el edificio del comisariado ejidal y calles con las maquinarias de la compañía, la iglesia, emparejamiento de la plaza y nivelación del campo deportivo, que más tarde fue bautizado como “Los Almendros”, y por último, la construcción del club social, que pudo ser terminado con el fondo común del ejido y fue cuando empezó Kantunilkín a tener nueva fisonomía.

Otros de los beneficios que se obtuvieron de la compañía Maderera del Trópico fueron la atención médica para los ejidatarios y la apertura de caminos dentro del ejido que sirvieran para transportar maderas que se explotaban y que aún son vías de acceso a muchas partes del ejido.

Todo esto coadyuvó para que el pueblo fuera mejorando, ya que otra actividad a parte de la explotación forestal fue la de chicle que tuvo gran auge a mediados del siglo pasado y en principio comercializándose a través de los consorcios de la compañía agrícola, ubicada en la hacienda de El Cuyo y anexas, con oficinas en La´Kaah, actualmente el poblado de
Solferino o por la Hacienda Santa María, actualmente Leona Vicario y más tarde por medio de una cooperativa chiclera administrada por los mismos ejidatarios que en principio tuvieron como edificio una casa de palma que fue destruido por un incendio y construyendo en su lugar una de mampostería que sirvió como oficina y bodega para almacenar las toneladas de resina que se comercializaban a través de la cooperativa.

Ese edificio actualmente alberga las oficinas de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA).

Durante su permanencia como subdelegación, muy pocas mejoras se obtuvieron de parte del gobierno entre las que puede mencionarse algunas como la carretera El Cedral hasta Chiquilá, que empezó a construirse para brindar trabajo a la gente que perdió toda su cosecha con el impacto del huracán Beulah en 1967.

Gracias a esa disposición del entonces gobernador del territorio, Javier Rojo Gómez, quien personalmente visitará la comunidad después del embate del ciclón, siendo el único gobernador que visitó este pueblo en más de una ocasión.

De igual forma construyó el primer centro de salud a principio de la década de los 60, porque hasta entonces los hospitales más cercanos estaban en la colonia, Tizimín y Valladolid, Yucatán.

En ese tiempo la subdelegación de gobierno era de dos plantas que ahora alberga a distintas dependencias del estado y fue el que albergó al primer ayuntamiento de Lázaro Cárdenas, al convertirse en municipio y ser Kantunilkín, cabecera.


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