Entre multitudes realizan tradicional vía crucis en Baca

Juan Manuel Contreras
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Baca, Yucatán
Sábado 31 de marzo, 2018

Las calles del municipio de Baca lucen desiertas en viernes santo, salvo por los policías vigilando las entradas a la plaza; y algunos comercios que decidieron operar.

Su tradicional vía crucis de viernes santo se ha consolidado como referente en varios puntos del país y el estado gracias a la participación de jóvenes y adultos que se preparan arduamente durante meses para ese día.

Al llegar a la plaza, la efervescencia colectiva se apropia de los asistentes, sin embargo la fe se contrasta con lo gris de la situación: todos saben que hoy matarán a Cristo.

El sol es inclemente. Las botellas de agua pasan de mano en mano; la buena organización se hace evidente cuando nadie se queda con sed. Unas abejas anidan en una de las palmeras que obstruye el paso de los feligreses, un padre de familia nos alerta.

En el ambiente del centro del pueblo, se puede sentir la tristeza –característica de la ocasión- en el aire; los cánticos católicos acentúan el sentimiento, mientras el Cristo en alpargatas sufre los embates de los látigos romanos arañando su piel.

Todos observan -y viven- cada episodio de la procesión, la concurrencia no puede evitar afligirse ante el inminente destino del nazareno, “cada año es un sentimiento diferente”, comenta una de las asistentes.  

Ellos saben de cierto que el peso de la cruz es simbólico, pues en ella están representados los pecados del mundo. Más de mil creyentes rezaron aves marías y padres nuestros al unísono, mientras el hijo de dios es azotado brutalmente por la guardia romana.

Entre la multitud, los niños comentan el acto como si de una película se tratara; una cuyo final ya conocen, pues la viven año con año.

Mientras caminamos en torno a la iglesia del municipio, los rayos del sol se vuelven cada vez más lacerantes. Una señora amablemente me ofrece un espacio debajo de su sombrilla, hoy la solidaridad brota a flor de piel.

Por instantes, las nubes se apiadan del contingente y regalan valiosos minutos de sombra.

Al doblar por la calle 18, las paredes se dilatan; se vuelven más estrechas y la gente acompaña hombro a hombro a Cristo en su caminar por el sendero hacia el Gólgota, “el lugar de la calavera.”, donde será crucificado.

En el trayecto, una coladera destapada despierta la curiosidad de un feligrés; que velozmente se dio a la tarea de advertir a los caminantes sobre el peligro.

Algunas familias ofrecen agua y vasos desechables a las puertas de sus casas, a fin de mitigar la sed de la procesión; el gesto es por demás bien recibido por los que circulamos por la arteria, ya que las nubes decidieron irse por su lado en esta ocasión.

El encuentro de Jesús con María, la ayuda de Simón el Cirineo y Verónica limpiando el rostro de Jesús fueron momentos emotivos de la tarde.

El zenit del acto tuvo lugar luego de la novena estación; cuando el viento comenzó a soplar con más fuerza.

Al filo de las tres de la tarde, los soldados romanos levantaron las cruces de los ladrones que flanquearían a Cristo al final de su calvario, “padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”, balbucea un mesías cuyo destino está trazado hace -ya casi- dos milenios.

“Está parado nada más, ¡no quiere vender!”, reprende un vendedor de chicharrones a su compañero, mientras el hijo de Dios es clavado en la cruz. El atrio de la catedral de Baca luce atiborrado.

Poco a poco la gente despeja el atrio de la parroquia de La Purísima Concepción, algunos inexpresivos; pero a sabiendas de que al tercer día, Cristo resucitará y todo habrá valido la pena.