La Fornada Maya
Foto: Especial
Mérida, Yucatán
Martes 13 de marzo, 2018
“Desde antes, yo tenía un taller pequeñito donde me dedicaba a hacer puro traje de novia y XV años”, cuenta Mary Solís a [i]La Jornada Maya[/i].
“Aprendí a cortar por necesidad. Daba mi ropa a coser y no me la hacían como yo quería, entonces me metí a estudiar. Primero, no había para pagar modista, y en la casa siempre hubo máquina y sabíamos manejarla, pero yo no sabía cortar, entonces me metí a una escuela para aprender”.
Pronto, Mary se graduó en la materia y se dedicó a impartir clases de corte y confección, a la par de trabajar en su propio taller. “Me fui especializando en el ramo. Con mi maquinita cortaba todo. De ahí hice como cuatro, cinco años trabajando para eventos, XV años, trajes de noche”.
Al confeccionar trajes para este tipo de eventos, confiesa Mary, compartía la alegría con sus clientes, quienes quedaban satisfechos con las prendas que ella misma había diseñado. “El hecho de verlos después de que terminas de hacerles su traje, cuando se lo prueban, ves que les gusta cómo les quedó. Tenía incluso personas que venían de fuera para que yo les cosiera”.
Tiempo después, y sin que ella lo imaginara, sus habilidades con la máquina de coser le permitieron ser parte del inicio de un proyecto que se convertiría en una importante empresa maquiladora.
“Estaba yo un cinco de enero –pasó el trabajo fuerte de diciembre–, estaba acostada en la hamaca, como dicen ‘pateando la pared’, y digo: ‘¿qué voy a hacer este año?’. A las doce del día fui a comprar un diario y empecé a ver… Ganso Azul estaba solicitando operadores y cortadores. Empresa nueva, decía”.
[b]Transmitir pasión por el trabajo[/b]
“Entré como cortadora”, cuenta Mary. “Estoy acá desde el día uno. Cuando nosotros comenzamos éramos muy poquitos; sólo tres personas teníamos conocimientos de costura”, detalla.
Su amplia experiencia en el mundo de corte y confección –así como la complicación de su primer embarazo– llevaron a Mary nuevamente por nuevos caminos, pero siempre cercanos a su pasión, la costura.
Hoy en día, Mary es una pieza clave para Ganso Azul, empresa encargada de la fabricación de uniformes, principalmente de seguridad.
Con 18 años de antigüedad, Mary encabeza el departamento de Calidad, Entrenamiento y Desarrollo de producto de la compañía.
Su labor consiste en supervisar los lineamientos y procesos de calidad de lo que se exporta, “nosotros hacemos auditoría desde que llegan las telas, hasta que el producto ya está transformado, cortado, costurado”.
Dentro del departamento de Entrenamiento, Mary lidera la escuela de costura, “es donde nosotros capacitamos al personal. Les enseñamos desde manejar un máquina con todas sus formas de operar. Prácticamente les damos oficio a las personas”.
Por otro lado, Mary da seguimiento a la elaboración de las prendas, desde proveer los requerimientos iniciales hasta la producción de las mismas.
Trabajar al frente de dichos departamentos implica para Mary un desafío que la obliga a tomar decisiones que podrían impactar incluso en la seguridad misma de los clientes, ya que va integrada en los productos, los cuales son auditados constantemente desde Estados Unidos.
[b]La costura, labor muy noble[/b]
Mary se ha encargado de transmitir a los trabajadores las bondades del oficio. “Les inculco la importancia, lo bonito y lo bueno que es. La costura es un oficio muy noble, porque puedes realizarla hasta que estés con tu bastón, mientras tengas vista y unos lentecitos que te ayuden. Puedes trabajar la costura toda tu vida”.
“A mi personal les transmito todo eso que a mí me fascina”, enfatiza.
“Lo que les digo a los empleados es que yo jamás me imaginé que de mis conocimientos de costura pudiera alcanzar metas que ni siquiera me imaginaba que iba a tener”.
Sobre su crecimiento profesional y personal, Mary reconoce que lo ha logrado gracias la apoyo de la misma empresa y a la confianza que han depositado en ella.
En este sentido, Mary Solís llama a los trabajadores a que no hagan menos su labor, “que no les de pena ser operadores de costura. La gente prefiere trabajar en alguna tienda departamental, aunque aquí puedan ganar un poco más”.
En esta insistencia por enorgullecer el oficio, apunta: “deberían de estar muy orgullosos; sobre todo aquí con el producto que hacemos, para policías, para seguridad privada, seguridad pública. De nuestras manos pende la seguridad”.
Los productos, detalla, se distribuyen a nivel nacional e internacional, “la gente debería sentirse muy orgullosa de cada prenda que pasa por sus manos, de cada operación, aunque sea la más pequeñita, aunque sea costurar un botón. Ese botón es muy importante porque si se le cae, se abrirá la camisa a quien la porte, y si se abre, a lo mejor corre un riesgo”.
“Ser un operador de costura es algo tan valioso e importante, porque ellos transforman. De un pedazo de tela te hacen una prenda completa, preciosa y, aparte de eso, segura para quien la usa al final”, concluye.
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