Katia Rejón
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Mérida, Yucatán
Lunes 12 de marzo, 2018
El libro [i]Los casos de Chelo Gómez[/i] del escritor Orlando Ortíz, colaborador de La Jornada Semanal, cuenta la historia de una niña cuyo nombre es fonéticamente parecido al del famoso detective de ficción Sherlock Holmes, personaje en el cual la joven se inspira para resolver misterios de su vida cotidiana.
Orlando Ortiz ha incursionado en todos los géneros literarios: crónica, novela juvenil, cuento, ensayo, cómic, novela histórica, antología, e incluso artículos periodísticos. En 2006 recibió el reconocimiento como Creador Emérito por el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, y en 2012, un homenaje por su trayectoria literaria dentro del ciclo Protagonistas de la Literatura Mexicana del INBA. De su primer libro, publicado en 1968, hasta esta su más reciente publicación infantil, hay géneros y temas variados como parte de su trayectoria literaria.
“En algunos casos son petición del editor. La antología [i]La violencia en México[/i] (1971) me la solicitó Emmanuel Carballo. Imagínate cuánto tiempo tiene. Y comencé a escribir libros infantiles porque en una presentación de un libro, mis nietas se me acercaron para preguntarme cuándo escribiría un libro para ellas”, cuenta Ortiz en entrevista.
La inspiración a este último libro, ilustrado por la artista argentina Raquel Cané, la obtuvo al escuchar a alguien decir el nombre de Chelo. “¿Y si fuera Gómez?, sonaría a Sherlock Holmes, dije. En ocasiones uno empieza a escribir a partir de una frase o palabra, o de algo que observa. Así pasó con este libro”.
La protagonista, Chelo Gómez, es una niña curiosa, aventurera e inteligente. Su hermano menor, Guayo (a quien suele decir “elemental, mi querido Guayo”) la acompaña en diversos episodios para resolver cómo obtiene dulces el abuelo diabético, por qué aparecen y desaparecen las cosas en la escuela, si una casa del barrio está embrujada y dónde quedó la dentadura del abuelo.
“Al principio tenía mucha inclinación por la experimentación del lenguaje. Con el ejercicio, y después de alrededor de 40 libros escritos mi interés se ha ido asentando para escribir historias amenas, entretenidas, o que digan algo social o políticamente”, apuntó.
Al preguntarle si también es para sus nietas, contesta que ahora las niñas que le pidieron que comenzara a escribir cuentos infantiles estudian la carrera. “Nunca tuve hijos varones, y sólo tengo nietas. Siempre he estado rodeado de mujeres y por eso siento más empatía por los personajes femeninos”, explica.
En los cuentos, hay algunas palabras o frases nuevas para los niños y que se explican a través de situaciones o contextos. “Los niños tienen la capacidad suficiente para comprender y la curiosidad para buscar el significado de cosas que no saben. Si les escribes con un lenguaje pobre, no los estás ayudando en nada”, aclara.
Aunque el lenguaje de las historias es ameno, tiene frases divertidas e irónicas que lo hacen entretenido no sólo para los niños. Las ilustraciones que acompañan el cuento compensan la falta de color (la artista usa sólo tonos amarillos y grises) con los contrastes que logran captar la médula de la historia.
“Se sale de la idea tipo Walt Disney; es artístico y adecuado al libro. Además he logrado detectar que le gusta a los adultos que lo han leído de una sentada. Los cuentos para niños para mí son como un respiro de todas las cosas que pasan no sólo en el país, sino en el mundo”, expresa.
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