Lluvia frustra parte de La Noche Blanca

Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 12 de junio, 2017

Era la octava edición de [i]La Noche Blanca[/i]; la inauguración, programada en el patio del Centro Cultural Olimpo, se atrasó más de una hora por la lluvia y se trasladó al auditorio. El alcalde de Mérida, Mauricio Vila Dosal, y su equipo no estaban del mejor humor. Habían pasado una semana en el ácido y las agruras se notaban en su rostro.

El primer edil sólo estuvo al principio y no se le volvió a ver durante la noche. El director de Cultura, Felipe Ahumada Vasconcelos, quien como responsable del área debió dar explicaciones públicas a la hora de cancelar los conciertos, por obvias razones climatológicas, brilló por su ausencia. Tampoco hubo plan B, sabiendo que en el Caribe, la atmósfera puede cambiar en unas horas.

La gente se preguntaba qué ocurriría, pero la respuesta de la Dirección de Cultura de Mérida era lenta o privada. No había actividad en sus redes sociales, no comunicaban, ni convocaban. No hubo alma de noche blanca, ni hicieron del imprevisto parte de la fiesta.

Fueron muchas las dudas y poca la comunicación entre municipio y ciudadanos; parecía, más bien, la despedida del suceso, como símbolo de su extravío en política cultural.

[b]La lluvia no fue ácida[/b]

Para beneplácito del alcalde, del PAN, y seguramente del PRI; fue una lluvia que refrescó una ciudad que hierve durante el día a más de 40 grados, una lluvia sin partido. Fue la noche de la lluvia blanca.

Contrastes: pop y trova, jóvenes y adultos; Mario Bautista y Armando Manzanero. La lluvia y la Plaza Grande separó a los grupos. Las jóvenes, adolescentes de secundaria y de preparatoria, resistieron desde la mañana, algunas desde las siete horas; en espera de Mario Bautista.

Los adultos –[i]manzabelievers[/i]–, del otro lado, se resguardaron en los bajos del Palacio Municipal; aguardando por Armando Manzanero, pero el staff expresó: "estamos bajo la voluntad de la lluvia". El concierto depende del cableado eléctrico, por lo que protección civil ha pedido precauciones.

El agua cayó desde las seis de la tarde; unas 200 seguidoras aguantaron la tempestad. Sus madres esperaron bajo las sombrillas multicolores, sobre la calle 60. Los vendedores de [i]nailos[/i] aprovecharon la oportunidad para sacarlos mágicamente y ofrecerlos a los refugiados del agua tropical. El agua bautizó a las fans de Bautista, quienes resistieron, tras peregrinar desde otro municipio.

Dos sombrillas y tres [i]nailos[/i] esperaron a unos metros del escenario. Fueron Sherlin y Yannel, de 12 y 14 años, que se colaron entre el personal de seguridad para sentarse en las gradas desde las 15 horas. Llegaron de Ticul y a las siete de la mañana se acomodaron sobre la calle 60 para alcanzar lugar.

“Madrugamos para poderlo ver, estar cerca”, expresa Sherlin. “Es increíble que esté en Mérida, lo veremos y disfrutaremos cómo canta”. Le gustan “sus ojos, su sonrisa, cómo canta… canta con sentimiento”. Yannel reconoció que una amiga le platicó de él y le encantó el artista.

Son las únicas personas que lograron pasar el perímetro de las vallas, mientras dos centenares de adolescentes se quedaron afuera, en espera de que permitan el ingreso. Rita, la madre de Yannel, las acompaña.

“Lo hago por mi hija, porque les gusta, por eso las acompañé. Quería venir desde las siete de la mañana para ocupar un buen lugar, le dije que era muy temprano, pero ella respondió que habría mucha gente”.

La gente tomó las sillas mojadas sobre la calle 62 para sentarse, a pesar del agua que recubría los asientos.

Ambos conciertos fueron cancelados; el del yucateco se reprogramó para agosto, mientras que Mario Bautista firmó ayer autógrafos a sus fans, por dos mil pesos en el [i]Meet & Greet[/i].

Las calles del Centro Histórico vacías, pero algunos recintos techados se llenaron, como el Centro Cultural Tapanco. Con capacidad al tope, se presentó [i]Trans-cabaré[/i], con Roberto Franco.

Un vestido rosa, tacones y una bufanda peluda del mismo color, fueron las prendas que portó [i]Dodi Maleanta[/i]; su atuendo encajaba a la perfección con su barba árabe, su cabeza rapada y sus tatuajes que le recubren los brazos, el pecho y el dorso.

Alegre, segura, feliz, ácida. [i]Dodi Maleanta[/i] recordó en el primer acto sus amores, un hombre que se aprovechaba de que ella tenía casa y dinero, abre la oportunidad para que se rebele. “Y todos me miran, me miran, me miran; porque sé que soy linda, porque todos me admiran”, canta en venganza.

Terminó el primer acto convirtiéndose en la mujer murciélago, con una lámpara entre las nalgas que iluminó a los espectadores. Se ríe y disfruta. Vuela en la noche en que Batman murió.

Pero su irreverencia obtuvo forma de dolor en el segundo acto. “Era un mariconzote desde bebé” reconoce; por eso su padre le pegaba y sus compañeros de la primaria la golpeaban. Por eso fue con el compadre de sus papás a trabajar, quien la violó a los 11 años. Lágrimas que se vuelven lluvia.

Trabajó en la cantina de la comisaría. Se encontró con las mujeres, algunas de ellas travestis, quienes la recibieron como una más. Le enseñaron a maquillarse, a pesar de los golpes que recibía en casa, por parte de su madre y su padre.

Viajó a la ciudad con un hombre que la prostituyó y la dejó, mientras en los periódicos leía el feminicidio de las que conocía. [i]Dodi Maleanta[/i] mostró mediante su [i]trans-cabaré[/i] la realidad de la homofobia y discriminación existentes en Mérida.

Al final, su espectáculo se quedó con una palabra: amor.