Combinación milagrosa en el Peón

Jesús Mejía
Txto: Cortesía
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Domingo 28 de mayo, 2017

“Un privilegio escuchar música barroca”, dijo un joven asistente, estudiante del Centro Estatal de Bellas Artes al presenciar las obras de dos de las personalidades cumbres de ese periodo, los alemanes George Friedrich Händel y Johann Sebastian Bach.

Más de tres siglos han pasado y en los acordes del bajo continuo y de las cuerdas y maderas aún se respira aire fresco, la lontananza de la creatividad que ha trascendido en el tiempo y que se refleja en la [i]Música para los reales fuegos de artificio[/i] y el Concierto para violín y oboe.

Bajo la batuta de Ramón Shade, el primer mexicano graduado como director de orquesta en el Hochschue Fur Musik und Darstellende Kunst (hoy Universidad de Música) de Viena, la agrupación convertida –no reducida– en orquesta de cámara evocó las florituras y los adornos cromáticos propios de las melodías del barroco.

Compuesta en 1749 a petición del monarca Jorge II de Gran Bretaña para festejar con pirotecnia el final de la guerra de sucesión austriaca, la [i]Música para los reales fuegos de artificio[/i] provocó tumultos en el ensayo al que acudieron más de 12 mil personas.

La orquesta inundó el Peón Contreras de caireles y adornos propios de la obra que Händel (1685-1759) escribió en principio para un gran conjunto de alientos (dos docenas de oboes, una de fagots, nueve trompetas y tambores), pero después creó una versión para orquesta que es la más conocida.

Del llamado [i]Padre de la Armonía[/i], Johann Sebastian Bach, uno de los más influyentes compositores de todos los tiempos, la OSY interpretó el [i]Concierto para violín [/i]y [i]oboe[/i] con Gocha Skirtlaldze y Alexander Ovcharov, como solistas, que atraparon a la audiencia con su interpretación milagrosa.

Reconocido como el opus BWV 1060, el viejo Bach que dedicara sus obras [i]A la gloria de Dios[/i] compuso entre 1717 y 1723 este concierto en el que sobresalió el diálogo, la alternancia entre el violín y el oboe, secundados por una orquesta de cuerdas en los tres movimientos típicos de una sonata allegro-adagio-allegro.

Al final de la delicia bachiana, el público tributó un intenso aplauso que obligó a los solistas a salir tres veces al escenario, por lo que ofrecieron un encore, un dúo para violín y oboe adicional del propio Bach.

En lo que representó el cierre de la primera temporada de conciertos 2017, tuvo como colofón la [i]Sinfonía No. 4[/i] de Robert Schumann (1810-1856), alemán que destacó en el romanticismo musical al crear su obra más acabada, la mejor de sus sinfonías de acuerdo con musicólogos.

En efecto, resultó un acierto de la OSY incluir esta obra que Schumann compuso y estrenó en 1841, la cual luego revisó y dirigió el mismo compositor en marzo de 1853 en Düsseldorf.

La segunda versión entusiasmó al público, convirtiéndose en una de las obras de Schumann más aclamadas, contribuyendo durante las siguientes décadas a hacer más famoso su nombre: tan sólo entre octubre de 1853 y finales de 1894, la obra fue interpretada por lo menos en 65 ocasiones en Europa y Estados Unidos.

La novedad de la obra, además de las secuencias grandilocuentes de alientos metales, es la continuidad de los cuatro movimientos, sin pausas, como lo sugirió el compositor, con lo que dio un paso más en el desarrollo del género que habrían de revolucionar posteriormente Brahms, Mahler y Shostakovich.

Finalizada la temporada, la OSY se apresta a iniciar pronto los ensayos para la ópera [i]Pagliacci[/i] de Ruggero Leoncavallo, de lo más esperado por los melómanos, sobre todo por el famoso y conmovedor pasaje [i]Vesti la giubba[/i]. La puesta en escena está programada del 16 al 24 de junio próximo.