Juan Manuel Contreras
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Miércoles 8 de abril, 2020

Ante la incertidumbre generada por la falta de trabajo, cientos de yucatecos se apersonaron a los bajos del Palacio de Gobierno para solicitar el apoyo del seguro del desempleo, cuya ventanilla virtual cerró el día de ayer tras más de 100 mil solicitudes.

Una larga fila se despliega sobre la calle 61 y dobla en la 62. Agentes de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) tratan que los ciudadanos mantengan una sana distancia, pero la tarea se torna más difícil al acercarse más al recinto que alberga ejecutivo estatal.

Los quejosos gritan y empujan a los uniformados que custodian la entrada del Palacio. Para ser escuchados, agitan sendas hojas que describen las razones por las cuales deben ser acreedores de los 2 mil 500 pesos que ofreció el gobernador Mauricio Vila a fin de hacer frente a la pandemia.

Cada quién tiene una historia, pero sus necesidades son las mismas y tienen un único fin: sobrevivir al hambre que el confinamiento ha llevado a miles de hogares yucatecos, ya que jefes y jefas de familia, pilares del hogar, se han visto imposibilitados a poner el pan sobre la mesa.

Entre la multitud se encuentra Marcia Chan, una barrendera que durante las últimas tres semanas ha gastado casi todos sus ahorros en la manutención de sus dos hijos y las cuentas propias de una vivienda.

La empleada clama un apoyo para salir adelante en medio de la pandemia, pues asegura que en los próximos días se agotarán los recursos que celosamente guarda y que le permiten alimentar a sus vástagos.

Manuel Carrillo García, coordinador estatal de la Unión Campesina Democrática (UCD) acudió al recinto acompañado de un centenar de sus compañeros taxistas, para que 417 de ellos sean incluidos en los apoyos y puedan mantener a sus familias.

Posteriormente, el líder de esa agrupación acudió al palacio municipal a manifestar al alcalde Renán Barrera la preocupación por sus agremiados; y a solicitar que a las unidades de UCD se les permita transitar el primer cuadro del Centro Histórico de Mérida para cumplir con su labor de taxistas.

En medio del caos generado por la falta de apoyos y las caras largas de la gente, un trovador discapacitado ameniza la espera para ganarse unas monedas, pues él, al igual que los cientos de personas que están formadas sobre la calle 62, también tiene hambre y guarda la esperanza de que las cosas pronto regresen a la normalidad.

Edición: Ana Ordaz


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