Juan Manuel Contreras
Foto: Facebook @nacionalmontedepiedad
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 24 de marzo, 2020

En el centro de la capital yucateca varios negocios en Mérida han optado por cerrar sus puertas ante la pandemia del COVID-19. La debacle económica derivada de la parálisis comercial obliga a muchas personas a tomar medidas a fin de salir a flote, entre ellas figura el empeño de sus pertenencias, práctica que, según gente del ramo, se intensificará en el transcurso de la contingencia.

Los alrededores del Monte de Piedad, sobre la calle 69 -a un costado del mercado de San Benito- concentran la mayor cantidad de este tipo de establecimientos que según el último censo de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) suman 450 en la entidad.

En contraste con la desolación que presentan diversos puntos del Centro Histórico, en las inmediaciones de la calle 69 se nota algo de movimiento. A las puertas del Monte de Piedad los llamados “coyotes” aguardan a los pignorantes para ofrecerles una alternativa de empeño en las múltiples casas distribuidas a lo largo de la arteria.

“¿Vas a empeñar?, te damos más”, es el saludo con el que tratan de atraer a la clientela para posteriormente conducirla a un lugar a unos metros del Monte, frente al San Benito.

En ese establecimiento, el movimiento es constante; y mientras el comisionista realiza los trámites de rigor, según una de las cajeras, el empeño, por lo menos en esa zona, va al alza, lo que atribuyen a la emergencia del COVID-19 y los estragos que ha generado en el comercio.

Asimismo -no sin cierto recelo- la empleada del lugar señaló que los productos más empeñados son celulares; y aseguró que en su mayoría los recuperan después de un tiempo. Las tasas de interés que manejan van desde el 2.8 al 5 por ciento semanal.

[b]El alivio de garantizar su supervivencia[/b]

A las afueras de las casas de empeño, los pignorantes desprovistos ya de sus pertenencias, cuentan los billetes. La incomodidad de desprenderse de un objeto preciado se hace evidente en sus rostros lacerados por la necesidad, aunque ese sentimiento se eclipsa por el alivio de garantizar su supervivencia, al menos por unos días.

Una mujer que salía de una de ellas comentó que se vio en la necesidad de empeñar la bocina de su hija, pues en la casa donde labora como personal de aseo le pidieron que no asista hasta nuevo aviso, por precaución.

A pregunta expresa, la señora asegura que regresará el próximo mes por el artículo, pues guarda la esperanza de que la pandemia no dure lo que se dice en las noticias y que en los próximos días la familia que la emplea solicite sus servicios de nueva cuenta. “Pero mientras tanto, tenemos que comer”, sentenció.


Edición: Gina Fierro


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