María Briceño
La Jornada Maya
Mérida, Yucatán
Lunes 9 de marzo, 2020
Las mismas calles que recorremos solas, ayer se recorrieron codo a codo con mujeres que defenderían a cualquier otra en situación de peligro. Había varias cartulinas y mantas con protestas, pero una destacaba por ser de material reciclado; era de cartón y tuvo un uso antes; ahora sirvió para hacer una petición colectiva: “Si me toca ser la próxima, que sea la última”.
Ante la mirada de turistas y vendedores ambulantes de la Biciruta, miles de mujeres marcharon del Monumento a la Patria hasta el remate de Montejo. En el primer punto, desde las 7 y media de la mañana llegaron mujeres bajo sombrillas verdes y moradas. La gran mayoría son jóvenes, pero también hay niños pequeños, mujeres en silla de ruedas, de la tercera edad... y mascotas.
Antes de comenzar, con un megáfono anunciaron las instrucciones de seguridad: “Si ven que se llevan a una compañera por la policía, apunten las placas. Si no tienen tiempo de apuntar, grábenlo. Griten su nombre de registro. No te retires sola de marcha; hazlo acompañada y cuando llegues, avisa de tu llegada”. Las indicaciones son crudas, y un vergonzoso recordatorio de las medidas de precaución cotidianas para muchas.
Inicia el recorrido: sólo una vuelta al Monumento a la patria; sin embargo comenzó el grito de “queremos marchar” y se decidió caminar hacia el Remate para volver al mismo lugar. Todavía no crecía el número de mujeres cuando algunos reporteros y camarógrafos quisieron cubrir marcha, pero se les recordó que la actividad era exclusiva.
Comenzó la marcha y la vista ya no alcanzaba el final de la misma. Había glitter, sombras moradas, gafas multicolores, paliacates y vaginas que emanaban poder; aquel poder que fue mermado por años. Nos reconocimos las causas, los motivos y las heridas.
Con el rostro tapado, exigieron que no haya ni una asesinada más, que el parto sea libre y respetado, que el aborto sea legal y seguro. El sol no era solidario, pero eso de poco le importó a las miles de mujeres que marcharon.
Una casa particular, de las pocas que aún alberga el Paseo Montejo, fue motivo de festejo, ya que en el balcón una mujer ondeaba la bandera de México y una bandera morada. Los señores que vendían bolis y raspados hicieron su “agosto”, se limitaban a decir “sólo queda de uva”.
Con garrafones de agua vacíos se hace música con una batucada, para cantar rap y reggaetón. Doña Ligia Canto, mamá de la fallecida Emma Gabriela, camina en la marcha. También pide que no haya más Emmas, que no muera ni una mujer más por violencia, ni un feminicidio más.
Una señora llevó a sus dos hijos varones y se encargó de explicarles, una a una, todas las cartulinas que leían: “Eso es porque las desaparecidas en realidad nunca se van”. Por la zona del hotel El Conquistador, un señor paseaba con su hijo, pero el mensaje fue diferente “Pinches viejas locas”.
Terminó la marcha. Gritamos y levantamos los puños al aire, porque hoy toca desaparecer como una simulación. Hasta que nos toque ser la próxima, pero que sea la última.
Dependemos en demasía de la electricidad; ¿qué pasa con esos rincones del mundo que viven en penumbra?
Rafael Robles de Benito
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