Abraham Bote
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 2 de marzo, 2020

La Loba, como es mejor conocida, es alegre y habla sin reservas; expresa lo que dice como quiere decirlo. Está maquillada, usa falda, tacones altos y una peluca de un color rojo disimulado. Es una mujer trans, aunque no se ha operado, no se ha puesto senos y conserva su pene. “Estoy conforme con mi miembro y así como soy”, indica.

Confiesa que no es fácil ser una mujer trans en Mérida, pues tiene que lidiar con el conservadurismo, y la discriminación de un sector de la población, así como comentarios ofensivos. “Puto, maricón, cangrejo”; incluso la policía la ha detenido en varias ocasiones sólo por estar caminando, bajo argumentos discriminatorios: “Personas como nosotras no podemos estar en este lugar”; le han dicho.

Aunado a esto, es complicado encontrar un trabajo en alguna empresa. Por eso, vive una “doble vida”, se camufla para poder encajar en los cánones de la sociedad; en el día no se maquilla, ni usa peluca, ni falda o tacones, para trabajar en la limpieza, y en las noches es sexo servidora. Para relajarse, le gusta patinar, al hacerlo saca lo lleva dentro, se desahoga.

Muchas chicas trans tienen que recurrir a este trabajo para poder subsistir, pues no encuentran otra fuente de empleo, confiesa. “Hace falta que nos acepten, que no nos discriminen ni se burlen de nosotras porque todos somos seres humanos, sea cual sea nuestra sexualidad o preferencia sexual; todos somos iguales”, expresa.

Esta es la realidad de muchas personas trans que día a día tratan de abrirse espacios en esta sociedad yucateca acostumbrada a la discriminación, sin embargo poco van ganando terreno en la educación, la salud, pero aún falta mayor aceptación y el ámbito laboral, indica Abigail Trillo Herrera, presidente del colectivo Yucatrans.

En el ámbito académico, hay un gran avance, pues hay población trans, hombres y mujeres, que estudian en las universidades, principalmente en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y la Universidad Autónoma de México (UNAM), quienes han tenido la apertura para la población trans en carreras como educación, antropología social, psicología y arquitectura.

El colectivo tiene un registro de 25 universitarios trans, de los cuales 18 son varones y el resto mujeres, detalló la activista integrante del Consejo Contra la Discriminación de Mérida.

No obstante reconoció que existen pendientes en lo laboral, ya que sólo empresas extranjeras, principalmente maquiladoras, ofrecen oportunidades a la comunidad trans. “Las empresas yucatecas todavía no tienen esa sensibilidad de aceptar poblaciones trans”, lamentó.

Las chicas son quienes más dificultad pasan para encontrar un empleo digno; mayormente tienen que realizar trabajos como estilistas, cocina, limpieza o ser trabajadoras sexuales, y si obtiene un contrato en alguna empresa local, a veces tiene que “camuflajearse”; es decir, no maquillarse, vestirse como varón, amarrarse el cabello para poder laborar.

Asimismo, en los programas sociales o apoyos de los gobiernos es donde hay problemas porque no se ha podido romper esos candados; si a una mujer heterosexual le es difícil obtener un apoyo para crear una microempresa, para una mujer trans es mayor. “Manejan protocolos cuadrados. No hay apertura de diversidad, sólo existen hombres y mujeres”; señaló.


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