Claus y Lucas

Leer los tiempos
Foto: Reuters

La noticia de que este año se había traducido y publicado una obra teatral de Ágota Kristof, aún desconocida en nuestra lengua, me ha llevado al reencuentro con el primer libro que conocí de ella y al descubrimiento de los otros dos de esta autora que forman la trilogía Claus y Lucas (Libros del Asteroide, 2019).

La editorial reúne los tres a pesar de las distancias cronológicas que existen entre ellos y de las sorprendentes diferencias tonos e inclusive caracteres de los personajes. Pero Ágota Kristof los consideraba unidad y como tal deben ser leídos, para perdernos en ese laberinto que subraya la autora al nombrar al último libro como La tercera mentira. Nos autoriza a suponer una mezcla de personalidades entre Claus y Lucas y Klaus y la propia Ágota en busca de su lugar en el mundo. No abundo porque no quiero revelar el alma de un texto deslumbrante que merece buscarse porque está más allá de todo lo esperado. Se trata de un no lugar, de una utopía dolorosa al fin, a la cual sólo puede accederse por obra y gracia de la narrativa como redención, como la única posible alternativa.

Nacida en 1935 en Hungría, fue heredera de la II Guerra Mundial, conoció en carne propia las múltiples invasiones a su país y, tras huir de la ocupación soviética de 1956 que aplastó todo movimiento libertario en su patria, finalmente, se exilió en Suiza.

La literatura de Ágota Kristof es, desde luego, producto de guerras, luchas y exilio, pero también de esa melancolía profunda que caracteriza a la Europa del este y que en mucho alimenta las artes en la historia de toda la humanidad. Pero, además de esa bilis negra, como llamaban los antiguos a la melancolía, hay en la literatura de Ágota Kristof un asombro hacia el entorno de violencia secular que la hermana con otros escritores del este de Europa y que ha propiciado, por ejemplo, que su teatro sea ubicado sin mucha reflexión en el extraño casillero del llamado absurdo. 

Pasmo, derrotismo e instinto de sobrevivencia como motor vital presentes en Klaus y Lucas los mellizos que protagonizan su primera novela, El gran cuaderno, una novela que me pareció, y en eso coincidí con los críticos que así lo señalaban, cuaderno de acotaciones para un teatro con voz en off, sin palabras de los personajes y sin sentimientos. Años después apareció la segunda novela, La prueba, desconocida por mí. Y años después, la última, La tercera mentira

Al parecer, después de un relato autobiográfico, sobrevinieron el silencio, la decepción y el abandono de la escritura como posibilidad ilusoria de hallar sentido. Murió Ágota Kristof en Suiza, en 2011.

El gran cuaderno es la novela del aprendizaje físico y espiritual para resistir el dolor, ese dolor personal y atávico por el cual ella misma debió cruzar. Dos gemelos abandonados en medio de las ruinas y en las fronteras inclementes de las guerras se ayudan a sobrevivir hasta que llegue el momento de la separación: “El que hace de ciego sencillamente vuelve la mirada hacia el interior, y el sordo cierra los oídos a todos los ruidos”. La prueba es el tiempo de la búsqueda de esa parte perdida de uno mismo: “Yo veo a mi hermano por todas partes. En mi habitación, en el jardín, caminando a mi lado por la calle. Me habla. Dice que vive en una soledad mortal”. Y La tercera mentira es el reencuentro para negarlo todo. Ni la ceguera ni la sordera ni las renuncias han servido de nada y la confesión estalla: “intento contar mi historia, pero no puedo, no tengo valor, me hace demasiado daño (...) Por muy triste que sea un libro, nunca puede ser tan triste como la vida”.

Así es el inevitable final.

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Edición: Mirna Abreu


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