Uxmal y su mar secreto

El agua fue clave para que las ciudades del clásico maya alcanzaran la cúspide de belleza y sofisticación
Foto: Ulises Carrillo | Hector Cahuich

Uxmal tiene un mar secreto, no es broma ni poesía. Ese espacio de agua existe y se llama el “Foso de la Serpiente”. Es una represa milenaria producto de la antigua ingeniería maya. Es un espejo de agua que llevaba décadas sin llenarse y del que no existía registro fotográfico moderno. Ahora, por primera vez en décadas, puede admirarse.

Ver Uxmal al borde del agua, es una imagen mágica y ésta es la crónica de lo que La Jornada Maya hizo para traer a nuestros lectores ese paisaje casi irreal.

El agua discreta 

La clave es el agua. Ninguna ciudad del clásico maya hubiera alcanzado las cúspides de belleza y sofisticación que conocemos, sin un suministro de suficiente y seguro del vital líquido.

Sin embargo, rara vez buscamos el agua o -mejor dicho- rara vez nos preguntamos por los increíbles sistemas hidráulicos que esa cultura construyó para atesorar la riqueza que Chaac le enviaba en las nubes cargadas de lluvia.

Llegamos y admiramos las pirámides, los templos, los juegos de pelota y otras maravillas en piedra delicadamente labrada, pero nunca nos preguntamos por el elemento que hacía que esa sociedad pudiera saciar la sed de sus miles de constructores, imaginar las purificaciones de sus rituales sagrados y, sobre todo, hacer producir el campo.

La clave es el agua y nadie pregunta por ella.

Esa sustancia era la sangre que preservaba la vida del Puuc maya y -a pesar de eso- dejó rastros que casi siempre son sutiles, discretos y poco atractivos a la vista. Como todo lo que importa, el agua no necesita hacer aspavientos y no se angustia si pasa desapercibida, pues ella sabe su relevancia y con eso le basta.

Gracias a esa discreción elegante, Uxmal ha podido mantener oculto, por décadas enteras, uno de sus tesoros más espectaculares: un mar secreto, un lago con forma de media luna diría Rulfo, una pieza de ingeniería bautizada como el Chen chan Akal, “El Foso de la Serpiente”. Un reservorio que era la gran bóveda del tesoro líquido de la metrópoli.

Cuando uno contempla Uxmal desde ese mar secreto, la perspectiva y la idea sobre la ciudad entera cambian. De pronto, la ciudad tres veces construida es una urbe a la orilla del agua, con un espejo gigantesco para reflejar el cielo, con un lago artificial que invita a navegar, que genera islotes y que requirió, para construir kilómetros de bordos, un trabajo humano tan colosal y exigente como el necesario para edificar y alinear una pirámide a un solsticio.

Todo ese lugar secreto existe a unos metros de la muralla de la ciudad, a unos pasos de las zonas que el turismo camina de forma rutinaria y, milagrosamente, nadie lo registra en la memoria.

Como el agua, las cosas importantes se esconden a la vista de todos, precisamente para que, por obvias razones, nadie las vea. 

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 Foto: INAH, Héctor Cahuich y Ulises Carrillo

El camino a Chen chan Akal

Para atender sus requerimientos de agua, Uxmal dependía de tres sistemas de almacenaje complementarios. Los chultunes, una especie de aljibes excavados en la laja, son los más conocidos (https://static.lajornadamaya.mx/uxmal/reloj-de-agua.html). Uxmal cuenta con más de 200 chultunes, cada uno con capacidad promedio para almacenar unos 10 mil litros, algo comparable con una cisterna moderna, es decir, eran sistemas relativamente domésticos.

Estaban, además, los bukteoob, aún más pequeños que los chultunes, construidos en el fondo de las represas de agua de lluvia y que proveían la reserva hídrica final, cuando todo lo demás se había agotado. Sin embargo, la columna vertebral del sistema la constituían los akalches, represas completas con enormes bordos que almacenaban millones de litros, el más grande de todos ellos era el Chen chan Akal.

Así, llegar al Chen chan Akal, ese “Foso de la Serpiente”, es visitar la obra de ingeniería que sostenía a Uxmal en sus actividades y necesidades esenciales, es concurrir a la fuente de vida de una ciudad que alcanzó su esplendor máximo hace mil 100 años.

La ruta no es fácil. En línea recta es menos de medio kilómetro hacia el oeste franco desde el final turístico de la zona arqueológica. Se escucha fácil, pero dista mucho de serlo. Hay que abrirse camino entre vegetación densa y llena de espinas cargando kayaks, remos y equipo de fotografía

Foto: Ulises Carrillo Cabrera

Foto: Ulises Carrillo Cabrera

Los mosquitos no perdonan ni a los cuidadores de la zona que ya están “acostumbrados” a ellos. Los panales de avispa abundan a la altura de la cara, cada 20 o 30 pasos hay que detener la marcha para buscar evadirlos. Se llega a la antigua muralla de Uxmal y ya todos están bañados en sudor. Sin embargo, el camino exigente no ha ni siquiera empezado.

Treinta o cuarenta pasos después de la muralla prehispánica se acaba la tierra seca y empieza el lodo que muy pronto da paso al humedal y, después, al agua a la altura de la rodilla. Cada paso hay que ganarlo a la vegetación. Es una sucesión de mover ramas, jalar, empujar y vigilar muy bien dónde se hunde el pie en un agua de color café muy oscuro.

Foto: Ulises Carrillo Cabrera

Pasa media hora y apenas se avanzan unos metros. Luego transcurren 30 minutos más de un lentísimo avance y José Huchim, acompañado de Abraham Che, se adelanta buscando una ruta practicable. Se pierde comunicación, se alza la voz y nadie responde, pasan 5 y luego 10 minutos varados en el pantano y, por fin, los adelantados aparecen entre la vegetación. Ellos están en la ebullición total por haber encontrado un camino.

 Foto: Ulises Carrillo Cabrera

 Todos aceleran el ritmo. Las embarcaciones se abren paso y, súbitamente, se acaba el pantano. Encontramos tierra seca y alta.

 La vereda sube y sube, es José Huchim quien nos explica que ya no pisamos terreno natural, estamos caminando sobre uno de los bordos del Chen chan Akal. Estamos transitando, siguiendo las instrucciones estrictas del arqueólogo, por ingeniería maya aplicada para capturar agua de lluvia en una escala monumental.

 Son bordos milenarios, anchos, firmes, hechos para caminarse con pesadas cargas de agua, que demuestran conocimiento prehispánico de corrientes, escurrimientos de lluvias, elevaciones y depresiones del terreno, así como de las características impermeables del suelo y el subsuelo.

Llegamos al punto más elevado de esa topografía creada por la civilización maya y no se ve nada. Caminamos un poco más y el terreno empieza a descender. La vereda se hace más estrecha y de pronto, de forma abrupta, encontramos el agua prometida. Ahí, frente a nuestros ojos, en toda su gloria, está la reserva de agua que daba vida a Uxmal. La emoción humilde invade al grupo, estamos contemplando algo que no había sido visible en décadas.  

 

El foso de la serpiente

 El Chen chan Akal es más grande de lo que esperábamos y no tiene orillas lodosas, sino bordos bien consolidados a pesar de los siglos, los derrumbes y las fisuras. A unos cuantos metros de la orilla, la reserva de agua construida en el esplendor de Uxmal sigue teniendo más de dos metros de profundidad. Un poco más allá nuestras rudimentarias medidas indican más de cinco metros. Huchim nos corrige y nos dice que los estudios de años atrás señalan que tal vez sean seis metros los que esta represa -documentada por primera vez por John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood- tenga como profundidad máxima.

Todos callamos por unos minutos y nos preparamos respetuosamente para ir a conocer este Foso de la Serpiente, y si nos lo permite la sacralidad del lugar, remar y atravesarlo entero. Solicitamos permiso a los dueños espirituales de estos vestigios y, con sumo cuidado, colocamos las embarcaciones sobre el agua de este espacio mágico e irreal.

 

Foto: Ulises Carrillo

 

Foto: INAH- Héctor Cahuich

 Cristóbal, Isidoro y Chaac

Isidoro, Cristóbal y la furia de Chaac han dejado devastaciones enteras en la tierra del Mayab, pero entre toda esa furia nos dejan también una represa maya que de nuevo recupera su capacidad y puede ser admirada en su verdadero ingenio y magnitud.

Sólo una lluvia incesante de días y noches pudo recargar un sistema de represas fracturado por el paso de los siglos y lastimado en su concepción y cálculo original por el cambio climático y las ahora erráticas precipitaciones.

Logramos cruzar el reservorio de agua y desde la orilla más occidental del Chen chan Akal levantamos la mirada usando los ojos de un dron. Ahí descubrimos un Uxmal distinto. Podemos ver, por primera vez, una ciudad a la orilla del agua y el agua a la orilla de la ciudad. 

Uxmal es, de pronto, la ciudad con dilemas que siguen siendo contemporáneos. Es la urbe que almacenaba la lluvia para los tiempos de sequía. El azar ha querido que a nosotros nos toque hacer uno de los pocos registros fotográficos de ese regalo de la ingeniería vigente del Puuc. Nos callamos, es tiempo que las imágenes hablen:

         

Foto: INAH- Héctor Cahuich

Foto: Ulises Carrillo Cabrera

Foto: INAH- Héctor Cahuich

 El mar secreto

Se acaba la luz y con enorme pesar debemos emprender el regreso. José Huchim hace un último recorrido en balsa sobre el cuerpo de agua que prueba muchas de las hipótesis de su tesis de arqueólogo. Sí, Uxmal no es únicamente una belleza arquitectónica, es un tesoro de ingeniería.

 Sí, el Foso de la Serpiente es tan importante para la gloria de Uxmal como la Pirámide del Adivino o el Cuadrángulo de las Monjas.

Después de ver a Uxmal desde el occidente, con un ese mar artificial en primer plano, es inevitable cambiar nuestra perspectiva sobre la ciudad y sus constructores. La memoria registra a la metrópoli maya de forma diferente y para bien. Uxmal es otro, siempre lo ha sido, es sólo que no habíamos volteado a ver lo que estaba a la vista de todos.

 Agradecimientos

Nada de este reportaje hubiera sido posible sin el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del arqueólogo José Huchim, quien reservó para La Jornada Maya el privilegio de compartir su primera expedición en las aguas del Chen chan Akal. Nuestro agradecimiento más sincero a José Huchim, “El navegante”.

Nuestro reconocimiento es también para Héctor Cahuich por su paciencia con la fotografía y la operación del dron con enorme habilidad. Gracias a Abraham Che, César Huchin y Oscar Che por abrir vereda y cruzar el Foso de la Serpiente sin saber nadar. Nos dieron su confianza. María Balam y Rosa Díaz deben ser mencionadas por su ayuda en labores administrativas.

Agradecemos también a todo el equipo INAH en Yucatán, en especial al antropólogo Eduardo López Calzada por todas las facilidades brindadas.

Finalmente, La Jornada Maya agradece a POSEIDÓN Centro de Buceo y Silcer PRO-SHOP por todo el apoyo de servicios y equipo que nos dieron para hacer posible la logística de este reportaje. La seguridad de todos y el contar con el equipo necesario, siempre operado por profesionales, hizo la diferencia. Gracias especiales a Aarón Díaz. 

El primer pasajero

Esta rudimentaria expedición nos hizo aprender -a la mala- a pedir permiso antes de recorrer Uxmal. Los aluxes se encargaron, con varios extraños accidentes -como la trágica desconexión y pérdida de un dron- de recordarnos sobre la debida humildad de preguntar antes de avanzar.

Con esa idea y lección en mente, no nos atrevimos a cruzar el Foso de la Serpiente sin llevar un pasajero local autorizado. La primera en decir “yo” fue una hermosa rana que, espontáneamente, nos acompañó en el kayak. Ella fue nuestro tótem y anuencia. No podemos dejar de rendirle tributo. Ese fue el trato.

 

Foto: Ulises Carrillo Cabrera

 

Foto: Ulises Carrillo Cabrera


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