Reos, sector vulnerable y olvidado por la pandemia del COVID-19

Durante la presente contingencia sanitaria por COVID-19, los internos de los diversos centros penitenciarios son un grupo que pareciera no tener relevancia para gran parte de la sociedad: no figuran entre los grupos de riesgo en las recomendaciones sanitarias de la autoridad y obre ellos recae un estigma que indica que si se enferman o mueren es porque “se lo merecen por estar en prisión”. No obstante, muchas veces han sido recluidos injustamente o por las cadenas de violencia que imperan en el país.

Sin embargo, también han sufrido las consecuencias de esta emergencia sanitaria: no ver a sus seres queridos cara cara, acariciar sus manos, sentir el olor del perfume de ser amado o recibir la bendición de su guía religioso. No hay ese vínculo con el exterior que tanto alivio les ofrecía.

Sin visitas de familiares, grupos religiosos u otras organizaciones, los internos pierden cierto contacto con el exterior y los problemas de depresión, entre otros males, pueden detonarse; sobre todo entre quienes son nuevos, advirtieron expertos en salud mental.

Por lo tanto, señalaron, este sector de la población debe ser de interés para las autoridades, y sociedad en general. Se debe garantizar y aumentar, de ser necesario, la atención a la salud mental con especialistas, y actividades para lidiar con la ausencia de visitas.

Francisco Brito Herrera, director del Centro de Reinserción Social (Cereso) de Mérida, informó que durante diciembre aumentaron los servicios sicológicos en ese centro penitenciario, ya que muchas personas extrañan a sus seres queridos,  a quienes no han podido ver desde marzo.

Paulino Dzib Aguilar, coordinador del Laboratorio de Psicología Jurídica y Criminológica de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), explicó que los reclusos enfrentan un proceso llamado carcelazo, una desorientación ante su condición, se dan cuenta que perdieron su libertad.

Empiezan a asumir que ya no verán a sus hijos crecer, o que no estarán en la parte terminal de alguno de sus familiares... todo esto puede causar problemas sicológicos, condiciones depresivas con ideas suicidas; por eso ponen a otro compañero para que no se vaya a quitar la vida.

Ante este tipo de eventos, la convivencia y contacto con otras personas fuera de las cárceles es importante, no sólo de la familia sino con grupos religiosos, personal que hace actividades con los internos, que también juega un papel trascendental; sin embargo, esto se cortó con la llegada de la pandemia. Desde marzo no pueden recibir ningún tipo de visita para evitar riesgo de contagios. “La pandemia corta con todos estos nexos con el exterior, con personas que informaban de alguna manera lo que pasaba afuera, ese contacto humano”, comentó.

Según el especialista, es necesario generar espacios, en la medida que sea posible y garantizando la seguridad de la población, y así evitar delitos, donde los internos puedan comunicarse con sus seres queridos o con sus religiones, a través de la tecnología, celulares, aunque esto dependerá también del nivel de peligrosidad de cada persona, de ver quién podría tener derecho a esta opción, precisó.

Karina Pérez Ramos, del Colegio de Psicólogos de Yucatán, comentó que los directores de estos espacios deben enfocar sus esfuerzos en hacer conciencia entre las personas privadas de la libertad que esto se hace por su bien y que no es una maldad; que sepan que primero esta su vida y su salud.

Edición: Ana Ordaz