Enrique invita a la lectura

José Juan Cervera
Ilustración: Arbee Farid Antonio Chi
La Jornada Maya

16 de diciembre, 2015

Cuando se asienta la necesidad de promover las humanidades para remarcar su sentido trascendente en una sociedad en la que predominan los enfoques tecnocráticos, hostiles a la reflexión y a la cercanía afectiva, no siempre se recurre a ejemplos concretos que nos permitan captar de manera directa la importancia de semejante aserto. La presencia efectiva de quienes encarnan este admirable propósito pone de relieve el esfuerzo constante de hombres y mujeres que ven más allá de sus intereses inmediatos para contribuir a la regeneración del maltrecho mundo que habitamos.

La trayectoria profesional de Enrique Martín Briceño, conducida en los generosos caminos de las ciencias y de las artes, ilustra claramente las palabras recién apuntadas. Tan diversas son las facetas de sus búsquedas estéticas y cognoscitivas, que su enumeración se prolonga tanto como los frutos que ha cosechado en estos campos. Como las presentes anotaciones no se proponen emprender hazañas cuantitativas ni acrobacias estadísticas, felizmente se limitarán a evocar momentos de saludable comunión con las letras, con las armonías sonoras y con todos los hallazgos que el espíritu comparte en el devenir aleccionador de los ciclos vitales.

Ciertas coordenadas memorísticas sitúan a Enrique en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán, durante una década que el peso común de los pudores cronológicos sugiere omitir. En esos años, nuestro personaje se desenvolvía como un estudiante discreto y empeñoso, de palabra cordial y actitud solidaria. Tuvo una intervención activa en las revistas que el propio alumnado elaboraba en mimeógrafo, sin subsidios oficiales y con un sentido crítico que muchos protagonistas de ayer han puesto al día en su visión de hoy, a la luz de nuevas experiencias y reinvenciones de su potencial humano. A pesar de su factura rudimentaria, estas publicaciones denotaban el buen gusto que las mixturas ideológicas pueden engendrar de tarde en tarde.

Una de las expresiones genuinas del pulso creador de Enrique fluyó tempranamente en los cauces de su vena narrativa. Algunos ejemplos de ella figuraron en las revistas estudiantiles, como un relato que describe el momento de la desaparición física de Jorge Ibargüengoitia. Otro de sus cuentos, al que denominó “Los vivos”, expone una trama muy entretenida y fue premiado en un certamen literario. Se publicó en un suplemento cultural y en la revista de una asociación de escritores. Nuestro amigo ha de tener otros textos inéditos que, con toda seguridad, merecen ver la luz y recibir el favor del público lector.

El profundo aprecio que Enrique manifiesta por la música se gestó sin duda en su entorno familiar, fuente de vocaciones artísticas que también afloran en la actividad cotidiana de sus hermanos, todos ellos motivo de orgullo para sus padres, siempre amables y dispuestos a convivir con los compañeros de generación de sus hijos. Es uno de los fundadores del Conjunto Vocal Yucatán, desde hace muchos años se dedica a la docencia en el campo de las artes musicales y es reconocido como uno de los especialistas en musicología que en nuestra región y en nuestro país han volcado su saber en materiales impresos que incluyen artículos académicos y de divulgación, reediciones de cancioneros y estudios formulados para enriquecer libros alusivos al tema. Allí canta el ave es una obra suya que expone variados aspectos de la historia musical de Yucatán, de ineludible consulta para estudiosos y aficionados, pues resulta por igual disfrutable e instructiva.

Es también digna de mencionarse su acción sistemática y comprometida en el terreno más amplio del resguardo y difusión del patrimonio cultural, que ha hecho de Enrique uno de los servidores más sensibles y lúcidos de la administración pública, a quien debemos la gestión y el apoyo de numerosas ediciones en las que autores de varias comunidades yucatecas han transmitido el conocimiento de sus respectivas tradiciones locales. Igualmente significativa es la serie de revistas literarias yucatecas que, en ediciones facsimilares, Enrique ha propiciado en fechas recientes, las cuales permiten acercarnos a la producción de nuestros escritores del siglo XIX.

Un recuento de esta naturaleza quedaría incompleto si no aludiese a la Biblioteca Virtual de Yucatán, cuyos fondos electrónicos reproducen, en su mayoría, los materiales impresos que resguarda la Biblioteca Yucatanense. Los servicios que brinda responden a un anhelo expresado insistentemente por investigadores entre los que el propio Enrique se pronunció en varias ocasiones en foros de consulta, mucho tiempo antes de asumir la responsabilidad pública que hoy con mucha honra desempeña. El hondo significado de esta iniciativa y su concreción en el absorbente universo de las nuevas tecnologías hacen visibles los beneficios que éstas traen consigo si son empleadas con conciencia humanística.

El mérito evidente de quien este día recibe el reconocimiento que la Asociación de Editores y Libreros de Yucatán otorga al inaugurar su Feria Municipal del Libro constituye un motivo para congratularnos del efecto bienhechor que proveen a nuestra sociedad los ciudadanos que valiéndose del buen juicio, la sobriedad y el equilibrio hacen germinar enseñanzas sólidas y nobles realidades, impulsadas por el generoso aliento que la palabra transporta en su seducción irresistible.

*Discurso pronunciado el 11 de noviembre de 2015 durante el homenaje al escritor Enrique Martín Briceño en el Salón de Cabildo del Palacio Municipal de Mérida, en el marco de la LXIV Feria Municipal del Libro.

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