Saber mirar

La Jornada Maya
Gloria Serrano
Foto Gloria Serrano

13 de octubre,2015

El ventrílocuo o del teatro que es embriagador

Gaby, una adolescente ­–como tantas, como la mayoría– con problemas de identidad, que acude a sesiones de psicoanálisis con la tensión emocional que sólo un transformador podría contener; un psicoanalista que emplea, por decir lo menos, un peculiar método para explorar la sique de sus pacientes y una historia familiar que el espectador tendrá que sorber de la forma en que se bebe un buen vino tinto, robusto y de taninos maduros: prestando atención al impacto inicial, concentrándose en el instante y tomándose el tiempo necesario para paladearlo hasta descubrir el profundo final que deja en boca. A grandes rasgos de esto trata [i]El ventrílocuo[/i], la puesta en escena del escritor quebequense Larry Tremblay, experto en confrontar a sus personajes, hasta el hartazgo, con el demencial ruido de sus traumas psicológicos.

Hace unos días leí cierta reseña de cuando El ventrílocuo se presentó en el teatro Casa de la Paz, en la colonia Roma de la ciudad de México, bajo la dirección de Boris Schoemann, en la que se hacía referencia a “una divertida farsa”. Sin embargo, esta descripción es tanto como manifestar que la Guerra de Castas en la península de Yucatán, fue tan sólo un pasaje interesante en la historia del sureste mexicano. Representar esos estallidos internos que impotentes apenas y logramos expulsar en un leve sollozo, que nos contraen el corazón ya de por sí confundido, y que nos hacen sentir el más patético o extraviado de los seres en el mundo, es otra cosa. En realidad, se trata de una obra con la dosis de sarcasmo necesario para evitar que la audiencia se despedace las uñas o se arranque los cabellos, ante una dinámica e incesante demostración de la complejidad que encierra esa misteriosa maquinaria que pone en marcha el pensamiento humano.

[i]El ventrílocuo[/i], es una pieza teatral que para su interpretación requiere del coraje, la paciencia y la precisión de una leona hambrienta para cazar a su presa. A ello habría que agregar una fuerte labor introspectiva o mirar hacia dentro de uno mismo y del personaje, una expresividad corporal y gestual apartada de cualquier titubeo y una dicción a prueba del más embrollado de los trabalenguas. La compañía de teatro Paper Ennui, lo hizo. Asistir al Foro Alternativo Rubén Chacón y disfrutar las actuaciones de Randia Escalante, Gina Martínez, Rafael Cerecedo, Saire Simón y Raúl López, bajo la dirección y producción general de Ángel Fuentes Balam, fue un privilegio de los que deben ser aplaudidos y comunicados porque corrobora que Mérida es una capital en la que sus habitantes, a quienes no se les puede tratar más como cándidos niños de preescolar, tienen la posibilidad real de ver un teatro inteligente y de gran calidad.

El escritor y periodista Juan Villoro, dice que un buen texto debe indicarle al lector que detrás de cada oración hay una persona que hizo la tarea, que trabajó para él. Igual aplica en este caso. Paper Ennui no descuidó un solo detalle, lo que le permitió plasmar –en cada diálogo y de manera progresiva y contundente– la audaz belleza de los textos creados por Tremblay que no dejan indiferente a quien los escucha ni le sugieren, siquiera, un mínimo mensaje moralino o aleccionador. Y sí, claro que también aparece en escena un ventrílocuo y que el juego hilarante de múltiples voces es un elemento indispensable para su desarrollo, pero créanme que lo que estos actores ofrecieron fue mucho más que eso. Después, al concluir la función y regresar a casa, me topé con estos versos de Idea Vilariño: “está ahí / sigue estando / sigue diciéndome / está doliendo / está / todavía / sangrando”. Y pensé: es extraña la capacidad que tienen las artes de unir puntos y con sutileza llevarnos a comprender un poema, el drama que para alguien encierra el sabor de una cebolla o, incluso, la vida. Si han visto buen teatro, no pueden negar que es embriagador.

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