El placer de despojar los adornos lingüisticos

Andrea Medina Razo
La Jornada Maya

Ilustración Arbee Farid Antonio Chi

23 de septiembre, 2015

“Los borrachos siempre dicen la verdad” –reza el dicho-, y la dicen crudamente sin los adornos lingüísticos que nos requiere la sobriedad; por eso las cantinas son una clásica y precisa radiografía social. Sin embargo, algo hay de interesante, y hasta de pervertido, en descifrar el discurso subyacente tras las conversaciones de heladería. Un placer un tanto fetichista es el de despojar de [i]adornitos[/i] esas pláticas que se presentan sobre la mesa como lindos postres clásicamente matizados en sus formas y colores. La repostería yucateca, en esos menesteres, hay que admitir, es la mejor.

[h1]Mesa 1[/h1]
-La verdad sí es cierto eso, ¡muy tranquilos son los domingos, ah!

-Gracias a Dios vivimos todavía en una ciudad tranquila, no como el resto del país. Pobre gente.

-¡Ay sí, chula! A mí lo que me gusta es que no hay tráfico, todo el mundo saca sus bicicletas, los niños pueden salir a jugar a la calle.
-Sí, hasta se respira mejor, hay menos bulla.

[h1]Mesa 2[/h1]

-Escucha a esas viejas [i]wey[/i].

-Sí, cabrón “hay menos bulla”.

-Te digo, estas viejas están jodidas. Si lo que falta en esta ciudad es bulla, Mérida es la ciudad de los susurros, el discurso social se construye a partir de los silencios, quien se atreve a cruzar ese umbral….
-Mira [i]wey[/i].

-No mames. Qué huevos.

[h1]Mesa 3[/h1]

-¡Way! ¡Qué les pasa!, se les perdió el carnaval a estos tipos.

-O tipas.

-No, no. Son hombres de nacimiento y así se van a morir, no importa cuánto se disfracen de mujer, siempre serán hombres. ¡Qué horror! ¡Cómo se atreven a salir así un domingo! No son horas de que se estén mostrando estos pervertidos.
-Ni lugares. Hay niños aquí, ¿qué les están enseñando?

-¿Sabes qué? Si estos tipos entran y se sientan, nos vamos. No quiero que mis hijos vean esto.

-¡Claro! Antes no pasaban estas cosas, uno podía salir tranquilo a tomarse una champola un domingo, encontrarse con la familia y nada de porquerías como ésta. Este mundo ya está muy mal.

-Sí, hombre. Aquí no sufrimos la violencia que se sufre en el resto del país pero estamos llenos de [i]puñales[/i]. Eso es peor.

[h1]Mesa 4:[/h1]

-La política en México es como un relato encriptado. Como yo, con este vestido en el que me he metido y toda esta gente no puede dejar de mirarme con esos ojos de reproche pero nada de mí comprenden.

-No, no. No estoy de acuerdo. La política en México ya no tiene nada de encriptado. Es más bien como un rompecabezas armado, una imagen perfectamente clara a la que le falta una pieza, una muy importante y que además deja ver los engranajes de sus partes. La cosa aquí es que la pieza faltante es clave, fundamental. El punto medular está ausente y eso nos deja completamente desorientados y abrumados en la desesperación total.

-Y con miedo. Yo sí he sentido miedo.

-Claro está.

[h1]Mesa 5[/h1]

-Es que la homosexualidad es parte del discurso del poder.Piénsalo, es muy sencillo. El sistema ha creado esa fractura en la sociedad y a través de ella puede ejercer cierto control y distraer la atención de los acontecimientos que son realmente importantes. La homosexualidad no es una enfermedad biológica como todos dicen; es una enfermedad sociopolítica, como la pobreza y la corrupción.

-¿Una enfermedad religiosa también?

-No seas ambicioso tan temprano, no nos alejemos tanto aún. Mejor pide la cuenta, vamos por unas chelas y profundizamos en el tema porque aquí solitos los dos en una heladería, nos vemos muy ellas.
-¡Ya estás!

[h1]Mesa 6[/h1]

-¿Escuchaste a estos idiotas?, es un clásico de los “mesías” de las ciencias sociales. Ahora resulta que los homosexuales sí están enfermos, pero no biológicamente, sino sociopolíticamente ¡hazme el favor!

-Sí, claro. Entonces resulta que la homosexualidad es una cortina de humo. Estos tipos “pensantes” me preocupan.

-Bueno, pero es que igual, el pensamiento del [i]sapiens[/i] yucateco va ligeramente retardado. Digamos que ahora por fin hemos entrado al racionalismo cartesiano, ¿sí ves? Resulta que la homosexualidad dejó de ser una enfermedad mental y biológica que había que resolver en manicomios y/o cárceles con castigos y electroshocks y ahora entramos a la era de dudar sobre ello y presentar nuevas, flamantes y muy no-empíricas pruebas de las causas de los “problemas sociales”.

-¡Claro! En esta ciudad todo es lento pero seguro.

-Sí, como su forma de manejar.

-Sí, me parece que en la licencia va el lema “lento pero seguro”. Déjame ver.

-Y eso es grave, ¿sabes?, porque la seguridad aquí tiene un precio muy alto, se resume en control, en pretexto y sumisión.

-Oye, vamos a pedir la cuenta. Esa nube no se ve muy amigable. Yo creo que nos cae un aguacero en cualquier momento.

En la heladería comienza a llover. La gente pide apresuradamente las cuentas, se suben corriendo a sus autos y se van a refugiar a sus casas. Al fondo, se oye por la radio una voz muy familiar diciendo:

“Los domingos en Mérida son prácticamente una hermosa tradición; un lujo que los ciudadanos podemos darnos, ya que habitamos en un estado que ha logrado mantener la paz y la calma, aún en estos agitados tiempos…”

Al unísono, se escucha una voz senil, con el peculiar acento yucateco marcado, reprendiendo a alguien:

“¡Haga usted el favor de comportarse, de tener respeto por la sociedad y la gente decente y no salga así de su casa, hay lugares y momentos para todo, joven. Tenga un poco de vergüenza!”.

De las conversaciones de heladería sacamos lo mismo que de las de cantina, sólo que soplando ligeramente el azúcar sobrante de las palabras adornadas. Esta ciudad se relata por sí misma todos los días, pero los domingos baja la guardia y se descubre a sí misma a partir de esa versión fotográfica en negativo que supone no enseñar y, sin embargo, revela en cada mirada, en cada broma o comentario emitido por un bien enseñado sentido común, los cimientos menos hablados y más tambaleantes de su estructura.

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