La Jornada Maya
Gloria Serrano
18 de agosto, 2015

El mundo tiene sus lenguajes encriptados. Las artes y las humanidades son uno. Lenguajes para decir “esto sucede, esto nos atraviesa la vida, estos somos nosotros y en estas cosas creemos”. El teatro es uno, uno de esos lenguajes con los que comunicamos una mirada de millones, una sospecha de miles, una sugerencia de cientos y una pertenencia de tantas, la propia. Y dentro de las artes escénicas, el teatro de la calle, la escenificación, representación o dramatización que ocurre al aire libre en dilatadas y pajareras plazas, diminutas colonias y sobrepoblados suburbios, barrios antiguos y recientes fraccionamientos, o parajes desdeñados, también encuentra sus particulares modos de dar sentido a la cotidianidad y traspasar con amabilidad las fronteras, para encontrarse con aquellos que no suelen frecuentar los recintos culturales convencionales.

El teatro callejero acontece generalmente en las ciudades que ­­­­–nos dice el poeta granadino Luis García Montero­– “se hacen de hormigón y de cristal / de lugares extraños y gentes ocupadas / en todas crece un árbol / delante de la casa de un suicida / y hay niños que acostumbran dormirse soñando con un perro”. Núcleos citadinos en los que, nos explica, “no faltan desayunos en hoteles lujosos / ni tampoco familias con jardín / pero son más frecuentes / los portales oscuros con parejas de novios / el beso frío / la rosa de cemento en la ventana”. La ciudad como temática y el teatro itinerante como medio, son dos afanes que llevaron al grupo de artistas Síndrome Belacqua a realizar todo un proyecto de antropología social que culminó en Vecinal, la puesta en escena para dialogar sobre una fascinante urbe que no deja de extender sus raíces: Mérida.

El sábado 15 de agosto, Vecinal se presentó en el parque Artículo 123 (calle 43 por 48, La Plancha) para narrar el transcurrir del minutero en la colonia Vicente Solís, en la Pensiones, en el Barrio de Santiago, en la Sambulá, en la Mulsay. Para hablar de Don Guacho, el tendero, y de cuando las calles pertenecían a los niños, las casas no eran todas iguales y las parejas tenían conversaciones y no sólo intercambios de palabras. Los actores Ulises Vargas, Majo Pasos, Susan Tax y Nara Pech, llevaron a un reducido grupo de espectadores por los entresijos del fraccionamiento Francisco de Montejo, de la Xoclán, de Altabrisa y de La Huerta, para recordarles que en otra edad esta capital fue una gran alameda a cielo abierto y no un congestionado e inmenso estacionamiento. Para decirles que “en el sur los días son muy largos” y que ciertos lugares sólo se mencionan en las páginas de sociales, mientras otros, siempre aparecen en la nota roja de los diarios.

Pensar la geografía urbana que se habita, donde crecen y se hacen mayores los hijos, a la que llegan nuevos residentes de remotas latitudes. Repensar si el implacable progreso es en verdad deseable, si la convivencia aún es posible y si el referirse a Mérida significa lo mismo para los pobladores del centro que para los del norte o los del oriente. El mundo tiene sus lenguajes encriptados, Vecinal es uno. Eficaces formas de transmitir un mensaje, contar confidencias y generar reflexión. De pensar y repensar para llegar, sin instructivo, a un poema de Mario Benedetti y al más tremendo de los corolarios:

Cada ciudad puede ser otra
cuando el amor la transfigura.
Cada ciudad puede ser tantas
como amorosos la recorren.

El amor pasa por los parques
casi sin verlos, amándolos
entre la fiesta de los pájaros
y la homilía de los pinos.

Cada ciudad puede ser otra
cuando el amor pinta los muros
y de los rostros que atardecen
uno es el rostro del amor.

Y el amor viene y va y regresa
y la ciudad es el testigo
de sus abrazos y crepúsculos
de sus bonanzas y aguaceros.

Y si el amor se va y no vuelve
la ciudad carga con su otoño
ya que le quedan sólo el duelo
y las estatuas del amo.

Cada ciudad puede ser otra, la que erijan sus ciudadanos, es lo que expresan con su arte estos creadores de confluencias. Después de callejear por 26 zonas de esta metrópoli, Síndrome Belacqua iniciará un segundo ciclo, ahora presentándose en diversas instituciones educativas con la mira puesta en hacer trepidar las mentes de niños y jóvenes, las futuras generaciones de urbanistas, profesionales y amateurs, que tarde o temprano diseñarán el devenir de esta tierra estimulante, generosa y cada vez más mestiza.


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