Arturo Flores y su Sinfonía 1

Gloria Serrano
Ilustración: Chakz Armada
La Jornada

6 de junio, 2015

Su puesta de sol se antoja, pero su noche, su noche lo desarma a uno; resulta sencillamente ineludible porque es el momento mágico en que la iluminación artificial, instalada por el Plan Maestro de Iluminación Urbana y Arquitectónica, se adueña de las cúpulas y torres, de las iglesias, quioscos, teatros y palacios que conforman el rutilante Centro Histórico de la llamada “Ciudad Luz”, la primera de México. Es la capital de San Luis Potosí, lugar donde resonaron, los días 28 y 30 de mayo, los personalísimos sonidos de uno de los géneros propios de la trova yucateca: el bambuco, de origen colombiano.

Se lo debemos al maestro Arturo Flores Barragán, joven compositor yucateco egresado de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY) y de la Maestría en Composición de la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien presentó como solista, la Sinfonía No. 1. El estreno mundial se dio en el marco del Festival de Música Nueva organizado por la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí (OSSLP) como parte de la Temporada Primavera-Verano 2015 bajo la batuta de José Miramontes Zapata, director general y artístico, y con sede en el Teatro de La Paz, el de cantera rosa y estilo neoclásico, construido durante el Porfiriato.

Esta composición musical consta de tres partes y es justo en la primera, donde el aire mestizo del bambuco resuena, se reconoce y simpatiza con el oído. En palabras del propio Flores Barragán “se trata de una obra con un lenguaje ecléctico en el que participan elementos rítmicos de la música tradicional yucateca en combinación con procedimientos propios de la música contemporánea occidental. La exploración de la textura y del timbre son rasgos importantes en el desarrollo de esta sinfonía de marcados contrastes entre sus tres movimientos”. Esta noticia es importante porque constituye una de las exiguas posibilidades de promover las creaciones de los músicos académicos contemporáneos, no solo yucatecos, con que cuenta nuestro país.

“Es una música difícil de programar. El público está más acostumbrado al repertorio clásico europeo y además existe un perceptible desprecio por los compositores nacionales”, comentó -sin perder el entusiasmo- el también profesor de asignatura en entrevista telefónica para La Jornada Maya. De ninguna forma se trata de un reclamo aislado; más bien, de un descontento recurrente que ya antes hemos escuchado en voz de otros profesionales como el maestro Javier Álvarez Fuentes, recién galardonado el 22 de abril con la Medalla Bellas Artes por su destacada trayectoria y aportes a la cultura y las artes, a quien también tuvimos la oportunidad de entrevistar:

“Hace falta conocernos en términos generales y específicos; es decir, que los directores de orquesta también se preocupen por conocer a sus contemporáneos para que toquen sus obras y tengan oportunidad ser reconocidas o rechazadas por el público. Eso falta muchísimo. Existen grupos especializados, pero no dejan de ser ensambles de cámara o pequeñas orquestas. Es una verdadera tristeza que se escriban obras y se toquen una sola vez para luego quedar guardadas en el cajón. Es como tener una mina de oro y estar tirando las monedas a la basura”.
Así que, a cuarenta años de la muerte del violinista, compositor y director yucateco, Daniel Ayala Pérez (1906-1975), discípulo de personajes como Silvestre Revueltas, Carlos Chávez y Manuel M. Ponce, se vuelve un logro y motivo de celebración saber que el maestro Arturo Flores Barragán, una de esas minas de oro mexicanas, iluminó el espacio que le ofrecieron y, de paso, honró la memoria de los grandes talentos que lo precedieron. Sin duda y por partida doble, una fiesta de luz.