Es necesario que se conozca y valore en el propio país

Notimex

Mérida
4 de mayo, 2015

Debido a su calidad y variedad, la artesanía mexicana está llamada a convertirse en uno de los motores de la economía nacional, pero es necesario que se conozca y valore en el propio país, en especial por las nuevas generaciones.

La coordinadora general del "Grupo Cultural Oaxaca. Arte, Fiesta y Tradición", Diana Velasco Leyva, comentó a Notimex, que por sus texturas, colores, incluso sabores, las artesanías mexicanas tienen un futuro extraordinario en los mercados internacionales, en especial cuando éstas se ofrecen como producto cultural.

La también artista lamentó que exista “una creciente piratería de la artesanía mexicana por naciones como China, cuyos productos, pese a su ínfima calidad tienen demanda en el mundo, lo que ratifica la oportunidad de México de convertir a las artesanías en un motor de desarrollo”, abundó.

“No podemos pedirles a las nuevas generaciones que rechacen las artesanías chinas, cuando la realidad es que no conocen su cultura. Cuando la conocen, entonces también se vuelven más exigentes, selectivos y difícilmente aceptan productos que aunque dicen ser artesanales no lo son, porque son hechos por una máquina”, aseveró.

Dijo que, “por ejemplo, ahora vemos productos que dicen ser ollas de barro negro, que para empezar no son de barro. Para muchos de ellos no existe diferencia más que la económica, puesto que una olla, por su material, tiempo de manufactura y proceso tiene un costo de 250 pesos, pero las asiáticas las ofrecen en 80 pesos y las compran”.

Añadió “Tenemos que pensar, continuó, que una artesanía no es un producto hecho en serie, sino en serio. Es un producto que lleva en sí una tradición, un esfuerzo, una visión del mundo”.

“Es muy común que las personas regateen el precio de una artesanía, pero cuando se conoce el valor cultural de ésta, entonces hablamos que se valora la historia que tiene esa pieza, el tiempo invertido en ella”, refirió.

Por ejemplo, continuó, un traje de tehuana lleva un proceso de ocho meses en terminarlo. Cada uno de estos vestidos tiene en sí una vivencia de su creadora, tal vez dolor, sufrimiento, esperanza, la alegría de la llegada de un nuevo ser.
Resaltó “también lleva una historia, la de mis abuelos, la de mis padres, la mía misma, pues aunque para mi desde pequeña era una diversión jugar con los hilos, en realidad estaba aprendiendo a tejer, a crear sin darme cuenta, por eso no se vale que mucho quieran pagarlo a mitad de su valor”.

"En realidad una artesanía refleja nuestra idiosincrasia, a nuestras culturas vivas y eso tenemos que aprovecharlo, tenemos que promover nuestras artesanías, valorarlas, amarlas y convertirlas en eje de desarrollo para nuestros pueblos", puntualizó.