Don Quijote, desde China

Paul Antoine Matos
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Jueves 20 de octubre, 2016

El Quijote traspasa fronteras. No sólo físicas, también en el arte y la lengua. Le da la vuelta al mundo y llega hasta China. Deja su vida en La Mancha española para recorrer junto a Sancho Panza alguna provincia asiática; del castellano pasa al mandarín y se viste con los trajes típicos de su nueva región. Es la Ópera de Pekín, de la provincia de Guizhou, en el Teatro Armando Manzanero, el martes en el Festival Internacional de la Cultura Maya (FICMaya).

Don Quijote, caballero andante, recupera los viajes del personaje ideado por Miguel de Cervantes Saavedra hace más de 400 años, y los adapta a la cultura china.

La gris armadura de caballero hispano del Quijote se cambió por un peto color café con motivos orientales bordados, que le cubría hasta las rodillas; debajo, su vestimenta color rojo, como los ojos de un dragón asiático. Su rostro recuerda las representaciones del filósofo Confucio, aderezado con larga barba y bigote. La cabeza tocada con un casco adornado con una larga pluma roja.

Sancho Panza, a diferencia del personaje manchego, no se distingue por lo abultado de su abdomen sino por su baja estatura. Su interpretación es desafiante, ya que el leal escudero permaneció en cuclillas durante toda la obra, de manera que sus piernas encogidas hacían las veces de barriga. Tal situación producía las risas del público, cuando junto con su señor debían huir de los peligros.

Con un pie en el suelo, otro levantado hacia el frente, a brincos, y simulando agarrar unas riendas, el hidalgo y su escudero montaban un imaginario caballo por las provincias de China.

Defendiendo niños y pobres, el Quijote llegó a un poblado con unas bellas doncellas.

-No son doncellas –corrigió Sancho- son prostitutas.

Don Quijote omitió el comentario de su compañero y al observar que eran llevadas por unos hombres, decidió perseguirlos para defender el honor de las mujeres. Las prostitutas los consideraban un loco.

Por la noche, Sancho y Quijote esperaron a que los enemigos durmieran, para poder emboscarlos en su habitación.

-¿Por qué lucha un caballero?-, preguntó el rechoncho compañero.

-Por la fidelidad que le jura a una persona, la más importante en su vida- respondió.

-¿Por cuál rey?

-Por ninguno. Por una dama. En mi caso, Dulcinea, aunque la conocen como Aldonza Lorenzo, del Toboso.

Sancho Panza escuchó ese nombre, soltó una carcajada y agregó “Pero si ella es feísima, tiene una cara de sartén, pelo de paja, ojos virolos y camina extraño”.

Don Quijote, disgustado, explicó que se trataba de un maleficio del mismísimo diablo, que la hace parecer fea, pero que él se encargaría de derrotar la maldición.

Otra escena de la obra que fue magistral fue la lucha del Quijote contra los molinos de viento. Hombres con banderas en sus brazos giraban, ondeaban y enfrentaban al caballero. Derrotado, los paseantes se burlan de él y hacen énfasis en su locura.

Al conocer a la duquesa de una provincia –quien convertiría a Sancho Panza en un excelente gobernador interino, capaz de desarmar conflictos entre los ciudadanos-, ella le pregunta al Quijote por qué es nombrado como caballero de la tristeza.

Éste le responde que para defender el honor de los desprotegidos y los pobres, sin temer a los poderosos, se necesita un estado de ánimo, y el suyo se resumía en hacer el bien, a pesar de las burlas que podría recibir de los demás. Cegado por sus fantasías, el Caballero de la Triste Figura deposita su fe en su bella Dulcinea y su confianza en los ideales de la novela de caballería.

Para él, lo más importante era que todos fueran iguales, sobre todo cuando eran más indefensos, como los campesinos, niños, ancianos y mujeres. En China, el Quijote es comunista.