Paul Antoine Matos
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mayapán, Yucatán
Jueves 21 de abril, 2016

Los colores rojos y azules que tiñen las piedras de Mayapán, muestran la teología de los antiguos habitantes de la zona arqueológica. Las técnicas pictóricas que afloran en sus murales los relacionan con otras culturas mesoamericanas.

Actualmente, estos vestigios se encuentran en los últimos días de restauración, por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Cinco siglos bajo tierra, las pirámides y los murales de una de las últimas capitales de los mayas, vieron la luz a la actual civilización a principios del siglo XX; retornaron de, por decirlo de algún modo, del inframundo, para recibir los rayos de luz de los dioses Ak’ Kin, y las gotas de lluvia Yuum Cháak.

Pero su exposición a la intemperie generó el deterioro de las piezas; por tanto, miembros del INAH acudieron para hacerles “respirar” y evitar que el salitre, acumulado durante las lluvias, las dañe aún más, explicó Romina Quijano Quiñones, quien forma parte del proyecto en Mayapán.

Las visitas y el medio ambiente han provocado el deterioro de los murales y a largo plazo su destrucción, por lo que es necesario realizar restauraciones como la actual, que inició el 28 de marzo y terminará el 28 de abril.

La zona arqueológica cuenta con cuatro mil estructuras distintas, entre las que destacan las columnas, el observatorio y el Castillo de Kukulkán, nombrado así por su similitud que guarda con el de Chichén Itzá.

Los murales pueden ser observados desde cerca por los visitantes, característica que hace que el sitio destaque en comparación con otros lugares. Quien así lo desee puede observar la veneración maya al sol, en la que dos figuras custodian al astro rey. La obra muestra elementos estéticos y simbólicos del centro de México, lo que demuestra el intercambio cultural que existía entre los mayas y otras culturas mesoamericanas, en este caso los toltecas, señaló Quijano Quiñones.

También hay la representación del mar con la figura de un pescador.

Los murales se encuentran bajo la Pirámide o en el observatorio, lo que podría significar la indicación de acceso hacia esos lugares, consideró la restauradora.

Los colores varían según cada obra. Podemos ver un guinda, obtenido de la tierra oxidada por sus minerales; tal forma de producir los pigmentos aseguró su permanencia a lo largo de los siglos. Una mezcla de añil, compuesto orgánico fijado a la arcilla, da como resultado el llamado azul maya; algunas de las piezas han sido enterradas de nuevo, para evitar su descomposición rápida, en espera de que, en el futuro, existan mejores métodos para garantizar su conservación.


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