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Sol Ceh Moo
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La Jornada Maya

4 de marzo, 2016

Revisando la historia nacional, para la ideología oficial, la cuestión indígena es un laberíntico escenario de incógnitas. Ni para la independencia, las Constituciones políticas, los gobiernos locales o nacionales, los pleitos entre caciques peninsulares, monarquistas, republicanos, ni para liberales o conservadores, fue de su incumbencia lo maya. En el pasado como en el presente, los partidos políticos no son agentes de cambio, frente a los ojos del indígena no acontece absolutamente nada. Fue durante la Revolución, cuando se puso un alto a su condición de marginación y negación. La Revolución llegó a Yucatán con Alvarado, sus reformas no lograron romper por completo con el poder religioso, que es el arma letal que mantiene mediatizados, y domesticados a los aborígenes contemporáneos. Ciertamente se logró limitar su poder, pero aún causa daño en la conciencia de quienes son la clase más desprotegida de la entidad. Desde el indigenismo de Cárdenas, hasta las políticas actuales aplicadas en ese tenor, no se logra incidir en la situación de los grupos indígenas diseminados en el territorio nacional. Ni la visión de izquierda, de derecha o central, logran avanzar en ese crucigrama de palabras, que a medida que se resuelve, se complica su solución. No se ha logrado entender la verdadera raíz, que nutre el tronco y rama de ese árbol milenario de culturas aborígenes, cuyos frutos son la lengua y tradiciones que no son fáciles de asimilar, dada su enorme diversidad que, si bien no gusta a la cultura dominante, tienen la necesidad de prevalecer para darle rumbo a ese rostro indígena, que en contra de todos los mecanismos, tiene vigencia.

La izquierda como ideología, está ausente en el mundo indígena. Su conflicto no radica únicamente con la cuestión indígena, también está en otros puntos torales, que han causado que las luchas indígenas reivindicatorias, no se examinen bajo esa óptica, tan necesaria para vislumbrar la salida de ese laberíntico mundo de la etnicidad. Las comunidades mayas asentadas en la península de Yucatán, sufren de importantes modificaciones tanto en su identidad étnica, como en la conciencia de su situación actual, frente a corrientes que buscan integrarlo a una sociedad en la que su etnia tiene que ser superada. Los conflictos étnicos no se encuentran superados. Es ahí en donde aparecen campesinos e indígenas. Algo cierto es que no todos los campesinos son indígenas, pero algo contundente es que todos los indígenas son campesinos. Al menos así lo sienten ellos. Su rasgo común es que ambos viven bajo el techo de la pobreza.

Dentro de este contexto de marginación y vulnerabilidad aparece la mujer indígena. La carga es pesada cuando es el blanco predilecto de la discriminación. en el caso de la discriminación hacia las mujeres indígenas, contrario a lo que se piensa, no tiene origen colonial; sus raíces son prehispánicas, aunque resulta claro que la conquista no hizo más que agravar la ya crítica situación de las mujeres aborígenes. Su dominancia en las organizaciones comunales fue mermada por la pérdida de los territorios. Las tradiciones ya las tenían como víctimas. Esto no es cuestión del pasado, es una realidad presente, basta revisar las tradiciones y costumbres para notar que son abiertamente discriminatorias, violentando los derechos mínimos elementales. En las comunidades indígenas las legislaciones están supeditadas a muchas costumbres claramente violatorias a los derechos humanos. Para las mujeres mayas, o de cualquier otra etnia, por ejemplo, menstruar es símbolo de aptitud para el matrimonio. Contra eso no vale legislación alguna. La protagonista de mi obra: Sólo por ser mujer, Honorina tiene todos los vientos en su contra: indígena, pobre, mujer, migrante, analfabeta y homicida. Para ella la cárcel fue su única escuela, ahí toma conciencia de su estatus de mujer lumpen. Cuando afirma “para nosotras es castigo doble, ser india y mujer. Eso es un trago amargo. Con ello tenemos clausurada la felicidad”. Esa frase en su graduación epistemológica de su condición.

Transversal a la etnicidad y género de los que Honorina toma conciencia, se encuentra la pobreza, ella opina: “la pobreza tiene la cara fea”. Su fealdad radica en la ausencia de todo. La pobreza se manifiesta en el género femenino. Diana Parce pudo ser más específica en cuanto a la mujer indígena cuando creo el concepto de la feminización de la pobreza. En [i]Chen tumen x ch’úupen[/i], existe un discurso interrumpido sobre la patología social de la pobreza. Hasta este momento ningún modelo aplicado dentro del enfoque capitalista ha dado resultado en la disminución de la pobreza. Esta pobreza no es solamente la económica, en la novela se suma la ausencia de justicia. Honorina responde al juez Gaspar Alcudia en el momento de la sentencia de su crimen: “Tu no tienes la culpa, hay otros que deberían pagar lo que me hicieron. Pero estos están lejos de tus manos”. Aquí valdría la pregunta ¿Quiénes son los otros? La respuesta está en la boca de Delia, la abogada defensora: ¿Todos, somos los asesinos intelectuales”.

Aquí es donde aparece la religión. Muchas de las normas que rigen a los pueblos indios, provienen de la religiosidad. El conformismo, es resultado del proceso de asimilación, construcción y desarrollo de la visión indígena en el catolicismo. La tradición y la creencia religiosa hacen una fabulosa dupla. El opio de Marx, es también fuerte placebo frente a la violación, discriminación y minusvaloración de los derechos inalienables de todo ser humano.

Honorina, es la víctima de toda una estructura social. La violencia en el hogar, es algo normal. El hombre es víctima de su propia situación de género, sus traumas históricos lo mantienen desvalorizado, así que tiene que demostrar que posee el poder que le otorga el sexo. Golpea con palabras y con el palo, su objetivo es humillar para alzarse como un verdadero hombre. Es dueño de la mujer y con ella puede hacer lo que desee. Puede prostituirla, violarla y prestarla. Al final, Honorina y el malvado Florencio, su esposo, son víctimas de un sistema caduco desde sus cimientos, que debemos renovar.

[i]Sólo por ser mujer[/i]. Editado por la Secretaría de Cultura y distribuido por Educal será presentado el 17 de marzo en la Filey

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